sábado, 25 de abril de 2015

EL MENDIGO VICTOR HUGO

EL MENDIGO

VICTOR HUGO


Era un pobre que andaba en la escarcha y el viento. 
Golpeé mi cristal; se detuvo delante 
de mi puerta, que abrí con un gesto cortés. 
Regresaban los asnos del mercado del pueblo, 
con labriegos sentados en las toscas albardas. 
Era el viejo que vive en aquella casucha 
que está al pie de la cuesta, y que sueña esperando, 
solitario, una luz de ese cielo tan triste, 
de la tierra unos céntimos, el que tiende sus manos 
hacia el hombre y las junta conversando con Dios. 
Le grité: Puede entrar y caliéntese un poco. 
Quise saber su nombre. Él tan sólo me dijo: 
Yo me llamo el mendigo. Le cogí de la mano: 
Adelante, buen hombre. Y ordené que trajeran 
una jarra de leche. El anciano temblaba 
por el frío; me hablaba, mientras yo, pensativo, 
aunque hablándole, no conseguía escucharle. 
Viene todo empapado, dije, tienda su ropa 
aquí junto al hogar. Se arrimó más al fuego. 
Vi su abrigo comido por polillas, que antaño
fuera azul, desplegado al calor de las llamas, 
con mil puntos brillantes agujeros de luz
que mostraba el fulgor, ante la chimenea 
como un cielo nocturno salpicado de estrellas. 
Y entretanto secaba sus andrajos, chorreantes 
de la lluvia y del agua de las hondas barrancas, 
le veía como alguien que rebosa oraciones 
y miraba, insensible a lo que ambos decíamos, 
su sayal, refulgente de mil constelaciones.



HUGO, VÍCTOR

No hay comentarios:

Publicar un comentario