viernes, 30 de octubre de 2015

XAVIER VILLAURRUTIA "Décima muerte"

XAVIER VILLAURRUTIA
"Décima muerte"


A Ricardo de Alcázar.

I

¡Qué prueba de la existencia
Habrá mayor que la suerte
De estar viviendo sin verte
Y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
De amar a lo nunca visto
Y de esperar lo imprevisto;
Este caer sin llegar
Es la angustia de pensar
Que puesto que muero existo.

II

Si en todas partes estás,
En el agua y en la tierra,
En el aire que me encierra
Y en el incendio voraz;
Y si a todas partes vas
Conmigo en el pensamiento,
En el soplo de mi aliento
Y en mi sangre confundida,
¿No serás, Muerte, en mi vida,
Agua, fuego, polvo y viento?

III

Si tienes manos, que sean
De un tacto sutil y blando,
Apenas sensible cuando
Anestesiado me crean;
Y que tus ojos me vean
Sin mirarme, de tal suerte
Que nada me desconcierte
Ni tu vista ni tu roce,
Para no sentir un goce
Ni un dolor contigo, Muerte.

IV

Por caminos ignorados,
Por hendiduras secretas,
Por las misteriosas vetas
De troncos recién cortados,
Te ven mis ojos cerrados
Entrar en mi alcoba oscura
A convertir mi envoltura
Opaca, febril, cambiante,
En materia de diamante
Luminosa, eterna y pura.

V

No duermo para que al verte
Llegar lenta y apagada,
Para que al oír pausada
Tu voz que silencios vierte,
Para que al tocar la nada
Que envuelve tu cuerpo yerto,
Para que a tu olor desierto
Pueda, sin sombra de sueño,
Saber que de ti me adueño,
Sentir que muero despierto.

VI

La aguja del instantero
Recorrerá su cuadrante,
Todo cabrá en un instante
Del espacio verdadero
Que, ancho, profundo y señero,
Será elástico a tu paso
De modo que el tiempo cierto
Prolongará nuestro abrazo
Y será posible, acaso,
Vivir después de haber muerto.

VII

En el roce, en el contacto,
En la inefable delicia
De la suprema caricia
Que desemboca en el acto,
Hay un misterioso pacto
Del espasmo delirante
En que un cielo alucinante
Y un infierno de agonía
Se funden cuando eres mía
Y soy tuyo en un instante.

VIII

¡Hasta en la ausencia estás viva!
Porque te encuentro en el hueco
De una forma y en el eco
De una nota fugitiva;
Porque en mi propia saliva
Fundes tu sabor sombrío,
Y a cambio de lo que es mío
Me dejas sólo el temor
De hallar hasta en el sabor
La presencia del vacío.

IX

Si te llevo en mí prendida
Y te acaricio y escondo,
Si te alimento en el fondo
De mi más secreta herida;
Si mi muerte te da vida
Y goce mi frenesí,
¿Qué será, Muerte, de ti
Cuando al salir yo del mundo,
Deshecho el nudo profundo,
Tengas que salir de mí?

X

En vano amenazas, Muerte,
Cerrar la boca a mi herida
Y poner fin a mi vida
Con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
Si en mi angustia verdadera
Tuve que violar la espera;
Si en vista de tu tardanza
Para llenar mi esperanza
No hay hora en que yo no muera!

XAVIER VILLAURRUTIA "Amor condusse noi ad una norte"

XAVIER VILLAURRUTIA
"Amor condusse noi ad una norte"


Amar es una angustia, una pregunta,
Una suspensa y luminosa duda;
Es un querer saber todo lo tuyo
Y a la vez un temor de al fin saberlo.

Amar es reconstruir, cuando te alejas,
Tus pasos, tus silencios, tus palabras,
Y pretender seguir tu pensamiento
Cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

Amar es una cólera secreta,
Una helada y diabólica soberbia.

Amar es no dormir cuando en mi lecho
Sueñas entre mis brazos que te ciñen,
Y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
Acaso en otros brazos te abandonas.

Amar es escuchar sobre tu pecho,
Hasta colmar la oreja codiciosa,
El rumor de tu sangre y la marea
De tu respiración acompasada.

Amar es absorber tu joven savia
Y juntar nuestras bocas en un cauce
Hasta que de la brisa de tu aliento
Se impregnen para siempre mis entrañas.

Amar es una envidia verde y muda,
Una sutil y lúcida avaricia.

Amar es provocar el dulce instante
En que tu piel busca mi piel despierta;
Saciar a un tiempo la avidez nocturna
Y morir otra vez la misma muerte
Provisional, desgarradora, oscura.

Amar es una sed, la de la llaga
Que arde sin consumirse ni cerrarse,
Y el hambre de una boca atormentada
Que pide más y más y no se sacia.

Amar es una insólita lujuria
Y una gula voraz, siempre desierta.


Pero amar es también cerrar los ojos,
Dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
Como un río de olvido y de tinieblas,
Y navegar sin rumbo, a la deriva:
Porque amar es, al fin, una indolencia.

CÉSAR VALLEJO "Epístola a los transeúntes"

CÉSAR VALLEJO
"Epístola a los transeúntes"


Reanudo mi día de conejo
Mi noche de elefante en
Descanso.

Y, entre mí, digo:
Esta es mi inmensidad en
Bruto, a cántaros
Este es mi grato peso,
Que me buscará abajo para
Pájaro
Este es mi brazo
Que por su cuenta rehusó ser ala,
Estas son mis sagradas escrituras,
Estos mis alarmados campeñones.

Lúgubre isla me alumbrará continental,
Mientras el capitolio se apoye en mi íntimo
Derrumbe
Y la asamblea en lanzas clausure mi desfile.

Pero cuando yo muera
De vida y no de tiempo,
Cuando lleguen a dos mis dos maletas,
Este ha de ser mi estómago en que cupo mi
Lámpara en pedazos,
Esta aquella cabeza que expió los tormentos del
Círculo en mis pasos,
Estos esos gusanos que el corazón contó por
Unidades,
Este ha de ser mi cuerpo solidario
Por el que vela el alma individual;
Este ha de ser mi ombligo en que maté mis piojos natos,
Esta mi cosa cosa, mi cosa tremebunda.


En tanto, convulsiva, ásperamente
Convalece mi freno,
Sufriendo como sufro del lenguaje directo
Del león;
Y, puesto que he existido entre dos potestades
De ladrillo,
Convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.

CÉSAR VALLEJO "¡Cuídate, España, de tu propia España!"

CÉSAR VALLEJO
"¡Cuídate, España, de tu propia España!"


¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
Cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
Del verdugo a pesar suyo
Y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
Negárate tres veces,
Y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
Y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
Del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
Y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la república!
¡Cuídate del futuro!

viernes, 16 de octubre de 2015

GUILLERMO VALENCIA "Anarkos"

GUILLERMO VALENCIA
"Anarkos"



De todo lo escrito amo solamente lo que
El hombre escribió con su propia sangre.
Escribe con sangre y aprenderás que la
Sangre es espíritu.
Federico Nietzsche.

En el umbral de la polvosa puerta
Sucia la piel y el cuerpo entumecido,
He visto, al rayo de una luz incierta,
Un perro melancólico, dormido.
¿En qué sueña? Tal vez árida fiebre
Cual un espino sus entrañas hinca
O le finge los pasos de una liebre
Que ante sus ojos descuidada brinca.
Y cuando el alba sobre el Orbe mudo
Como un ave de luz se despereza,
Ese perro nostálgico y lanudo
Sacude soñoliento la cabeza
Y se echa a andar por la fragosa vía,
Con su ceño de inválido mendigo,
Mientras mueren las ráfagas del día
Para tornar a su fangoso abrigo.
Hundido en la cloaca
La agita con sus manos temblorosas,
Y de esa tumba miserable, saca
Tiras de piel, cadáveres de cosas.
Entretanto, felices compañeros
Sobre la falda azul de las princesas
Y en las manos de nobles caballeros
Comparten el deleite de las mesas;
Ciñen collares de valioso broche,
Y en las gélidas horas de la noche
Tienen calor, en tanto que el proscrito
Que va sin dueño entre el humano enjambre,
Tropieza con el tósigo maldito
Creyendo ahogar el hambre,
Y en las hondas fatigas del veneno
Echado sobre el polvo se estremece,
Fatídico temblor le turba el seno,
Y con el ojo tímido, saltado,
Sobre la tierra sin piedad, fallece.
Todos vuelven la faz, nadie le toca:
Al bardo sólo que a su lado pasa,
Atedia la frescura de su boca
"Donde nítidos dientes
Se enfilan como perlas refulgentes"...

Mísero can, hermano
De los parias, tú inicias la cadena
De los que pisan el erial humano
Roídos por el cáncer de su pena;
Es su cansancio igual a tu fatiga;
Como tú se acurrucan en los quicios
O piden paz, sin una mano amiga,
Al silencio de oscuros precipicios.
Son los siervos del pan: fecunda horda
Que llena el mundo de vencidos. Llama
Ávida de lamer. Tormenta sorda
Que sobre el Orbe enloquecido brama.
Y son sus hijos pálidas legiones
De espectros que en la noche de sus cuevas,
Al ritmo de sus tristes corazones
Viven soñando con auroras nuevas
De un sol de amor en mística alborada,
Y, sin que llegue la mentida crisis,
En medio de su mísera nidada
¡Los degüellan las ráfagas de tisis!

Los mudos socavones de las minas
Se tragan en falanges los obreros
Que, suspendidos sobre abismo loco,
Semejan golondrinas
Posadas en fantásticos aleros.
Con luz fosforescente de cocuyos,
Trémula y amarilla,
Perfora oscuridad su lamparilla;
Sobre vertiginosos voladeros
Acometen olímpicos trabajos,
Y en tintas de carbón ennegrecidos,
Se clavan en los fríos agujeros,
Como un pueblo infeliz de escarabajos
A taladrar los árboles podridos.
Sus manos desgarradas
Vierten sangre; sarcástica retumba
La voz en la recóndita huronera:
Allí fue su vivir; allí su tumba
Les abrirá la bárbara cantera
Que inmóvil, dura, sus alientos gasta,
O frenética y ciega y bruta y sorda
Con sus olas de piedra los aplasta.

El minero jadeante
Mira saltar la chispa de diamante
Que años después envidiará su hija,
Cuando triste y hambrienta y haraposa,
La mejilla más blanca que una rosa
Blanca, y el ojo con azul ojera,
Se pare a remirarla, codiciosa,
Al través de una diáfana vidriera,
Do mágicos joyeles
En rubias sedas y olorosas pieles
Fulgen: piedras de trémulos cambiantes,
Ligadas por artistas
En cintillos: rubíes y amatistas,
Zafiros y brillantes,
La perla oscura y el topacio gualda,
Y en su mórbido estuche de rojizo peluche,
Como vivo retoño, la esmeralda.
La joven, pensativa,
Sus ojos clava, de un azul intenso,
En las joyas, cautiva
De algo que duerme entre el tesoro inmenso
No es la codicia sórdida que labra
El pecho de los viles:
Es que la dicen mística palabra
Las gemas que tallaron los buriles:
Ellas proclaman la fatiga ignota
De los mineros; acosada estirpe
Que sobre recio pedernal se agota,
Destrozada la faz, el alma rota,
Sin un caudillo que su mal extirpe:

El diamante es el lloro
De la raza minera
En los antros más hondos de la hullera:

¡Loor a los valientes campeones
Que vertieron sus lágrimas
Entre los socavones!

Es el rubí la sangre de los héroes que, en épicas faenas,
Tiñeron el filón con el desangre
Que hurtó la vida a sus hinchadas venas:

¡Loor a los valientes campeones
Que perdieron sus vidas
Entre los socavones!

El zafiro recuerda
A los trabajadores de las simas
El último jirón de cielo puro
Que vieron al mecerse de la cuerda
Que los bajaba al laberinto oscuro:

¡Loor a los sepultos campeones
Que no verán ya el cielo
Entre los socavones!

Y el topacio de tinte amarillento
Es recóndita ira
Y concreciones de dolor; lamento
Que entre el callado boquerón expira;

¡Loor a los cautivos campeones
Que como fieras rugen
Entre los socavones!

La joven pordiosera
Huyó.

¿Que formidable vocerío
Pasa volando por el azul esfera,
Con el lejano murmurar de un río?
Es una turba de profetas. Vienen
Al aire desplegando los pendones
Color de cielo; sus cabezas tienen
Profusas cabelleras de leones.
En sus labios marchitos se adivina
El himno, la oración y la blasfemia;
Llama febril sus ojos ilumina
De sacros resplandores;
Pálidos como el rostro de la Anemia,
Llegaron ya: son los conquistadores
Del Ideal: ¡dad paso a la bohemia!
Ebrios todos de un vino luminoso
Que no beben los bárbaros, y envueltos
En andrajos, son almas de coloso,
Que treparán a la impasible altura
Donde afilan sus hojas los laureles
Conque ciñes de olímpica verdura
En tu vasto proscenio
A los ungidos de tu Crisma, ¡oh Genio!
Aquel muestra su aljaba
De combate, repleta de pinceles;
El otro vibra, como ruda clava,
Un cuadrado amartillo y dos cinceles;
Se interrogan, se dicen sus proyectos
De obras que dejarán eternos rasgos;
Aunque sean insectos,
El mármol y el pincel los harán astros.
Un escultor ofrece
Pulir la piedra como fino encaje
Para velar un seno que florece
Bajo la tenue morbidez del traje;
Aquése de fosfórica pupila,
Que las del gato iguala,
Discurre sólo en actitud tranquila
Con el azul cuaderno bajo el ala,
Y el bardo decadente,
El bardo mártir que suscita mofas,
Levantará la frente,
Alto nido de férvidas estrofas,
Y de sus labios, que el reír no alegra,
Brotará el pensamiento
Como un águila negra,
Con las alas enormes
Desplegadas al viento,
Para cantar la Venus Victoriosa
Cuya violenta juventud encarne
El espíritu alegre de la diosa
En las melancolías de la carne.

El músico, doblando la cabeza
Sobre la débil caja
De su violín sonoro,
Dice la voz que de los cielos baja
Como un perfume del jardín de oro,
Y, agarrando del cuello enflaquecido
Al tísico instrumento,
Lo hace gritar con trágico alarido;
Y con ahogados trémolos simula
El sollozo de un mártir que se queja
Bajo el negro dogal que lo estrangula:
Y sobre todos flota,
Como un sueño de amor en la noche larga,
La paz del arte que su duelo embota
Y su llagado corazón embarga.

Desventurada tribu
De miserables, vuestro ensueño vano
Vuela solo entre sombras como vuelan
Las grullas en las noches de verano.
Esa lumbre asesina de los focos
Que doran las soberbias capitales,
Arderá vuestras frentes inmortales
Y vuestras alas de zafir, ¡oh locos!
Sin pan, ni amor, ni gruta
Donde dormir vuestras febriles horas,
Sucumbís a la bárbara cadena,
Sin más visión que la chafada ruta
Que os empuja a los légamos del Sena...
¡Canes, mineros, artistas,
El árido recinto que os encierra
Consume vuestros míseros despojos;
Y en el agrio Sahara de la tierra
Sólo hallasteis el agua... de los ojos!
Huid como una banda tenebrosa
De pájaros nocturnos que entre ramas
Hienden la oscuridad sin voz ni huella;
Morid: ¡para vosotros
No se despierta el día
Ni se columpia en el Zenit la estrella
Que llamaron los hombres Alegría!
Cuan lejos de vosotros se levanta,
Sobre columnas de marfil bruñido,
La ciudad de los Amos, donde canta
Su canto de ventura
El gozo entre las almas escondido.
Allí todos olvidan
Vuestra angustia. Los árboles no dejan
-De silencio cargados y de flores-
Llegar, de los vencidos que se quejan,
El treno funeral de sus dolores;
Allí, cual un torrente
Que dé sus ondas a dormidas charcas,
Resbala fríamente
Con ruido sonoro
El oro, a los abismos de las arcas.
Allí las sedas crujen
Como crujen las carnes sacudidas
Por las fieras: son fieras que no rugen
Los seres sin piedad. Ved como pasa
Sobre el marmóreo suelo,
Con su capa de pieles la hembra dura
Cual un oso gigante sobre hielo.
¿Por qué se abren sus ojos
Desmesuradamente?
¡Ah! Si es que apunta con fulgores rojos
El astro de la sangre por Oriente.
Bajo el odio del viento y de la lluvia
Por la frígida estepa se adelantan
Los domadores de la Bestia rubia:
Ya los perros sarnosos
Se tornaron chacales. De ira ciego
El minero de ayer se precipita
Sobre los tronos. Un airado fuego
Entre sus manos trémulas palpita,
Y sorda a la niñez, al llanto, al ruego,
¡Ruge la tempestad de dinamita!
¡Son los hijos de Anarkos! Su mirada,
Con reverberaciones de locura,
Evoca ruinas y predice males:
Parecen tigres de la Selva oscura
Con nostalgias de víctima y juncales.
El furioso caer de sus piquetas
En trizas torna la vetusta arcada
Que erigieron al Bien nuestros mayores;
Y por la red de las enormes grietas
Va filtrando, con tintes de alborada,
Un sol de juventud sus resplandores.

Aquél un arma ruda
Pide, que parta huesos y que exprima
El verbo de la cólera; filuda
Por el trabajo, recogió su lima
De fatigado obrero,
Y bajo el golpe de Lucheni, ¡muda
Cayó la Emperatriz como un cordero!

Pini, Vaillant, Caserio y Angiolillo,
Vuestro valor ante la muerte espanta;
Negros emperadores del cuchillo,
Que rendís la garganta
Como débil mendrugo
A las ávidas fauces del verdugo;
De duques y barones
No circundó plegada muselina
Vuestros cuellos. Allí donde culmina
El dorado listón de los toisones
Os dio la guillotina
Su mordisco glacial: vendimiadora
Que la tez y las almas descolora.

Aún parece vibrar en mis oídos
La voz de Emile Henry: ya bajo el hacha
Iba la a rodar su juvenil cabeza,
Como la flor al soplo de la racha,
Y exclamó: "Germinal",
Y de su herida
Corrió una fuente de licor sagrado
Que bautizó la historia dolorida
De los siervos, con óleo ensangrentado.
Y ese fue dulce al comenzar; renuevo
De razas de alto nombre.
¿Quién me dirá si un huevo
Son de torcaz o víbora? La mente
No sabe leer lo que en el tiempo asoma:
El hombre, como el huevo,
En nidos de dolor será serpiente,
¡En nidos de piedad será paloma!

Por dondequiera que mi ser camine
Anarkos va, que todo lo deslustra;
¡Un rito secular que no decline
Ante el puño brutal de Bakunine,
Y el heraldo feroz de Zarathustra!

No puede ser que vivan en la arena
Los hombres como púgiles; la vida
Es una fuente para todos llena;
Id a beber, esclavos sin cadena;
Potentado, ¡tu siervo te convida!
¡Nada escuchan! Los pobres, a la jaula
De la miseria se resisten fieros,
Y con brazo de adustos domadores
Y el ojo sin ternura, ¡los enjaula
La codicia sin fin de los señores!

¿Quién los conciliará? Tibios reflejos
De una luz paternal y vespertina
Visten de claridad el linde vago:
Es que el Patriarca de los Ritos viejos,
De sapiencia cubierto, se avecina,
Con la nerviosa palidez de un mago.
Es flaco y débil: su figura finge
Lo espiritual; el cuerpo es una rama
Donde canta su espíritu de Esfinge;
Y su sangre, la llama
Que los miembros cansados transparenta;
De su nariz el lóbulo movible
Aspira lo invisible,
Son sus patricias manos una garra
Febril y amarillenta
Es de los griegos la gentil cigarra
¡Que con mirar el éter se alimenta!
Impalpable se irgue -melancólico espectro-
Y de la cuerda blanca
A su místico plectro
La melodía arranca.
Impalpable se irgue;
Hay algo de felino
En su trémula marcha,
Hay mucho de divino
En la nítida escarcha
Que su cabeza orea.
Cruza sin otras galas
Que la túnica nívea
Que semeja las alas
Rotas de un genio de celeste coro,
Y sobre el pecho una
Cruz de pálido oro.
Alza el brazo. La Europa
Lo aguarda como a antiguo caballero,
Debajo de una bóveda de acero;
Calla sus labios la soberbia tropa
De esclavos y señores:
El Pontífice augusto
Trae el bálsamo santo que redime,
Y calma la batalla de panteras;
Revalúa lo justo;
Ya va a decir el símbolo sublime...
Y de sus labios tiernos
Salió, como relámpago imprevisto,
A impulso de los hálitos eternos
Esta sola palabra: "Jesucristo".

GUILLERMO VALENCIA “A la memoria de Josefina”

GUILLERMO VALENCIA
“A la memoria de Josefina”


I

De lo que fue un amor, una dulzura
Sin par, hecha de ensueño y de alegría,
Sólo ha quedado la ceniza fría
Que retiene esta pálida envoltura.
La orquídea de fantástica hermosura,
La mariposa en su policromía
Rindieron su fragancia y gallardía
Al hado que fijó mi desventura.
Sobre el olvido mi recuerdo impera;
De su sepulcro mi dolor la arranca;
Mi fe la cita, mi pasión la espera,
Y la vuelvo a la luz, con esa franca
Sonrisa matinal de primavera:
¡Noble, modesta, cariñosa y blanca!

II

Que te amé, sin rival, tú lo supiste
Y lo sabe el Señor; nunca se liga
La errátil hiedra a la floresta amiga
Como se unió tu ser a mi alma triste.
En mi memoria tu vivir persiste
Con el dulce rumor de una cantiga,
Y la nostalgia de tu amor mitiga
Mi duelo, que al olvido se resiste.
Diáfano manantial que no se agota,
Vives en mí, y a mi aridez austera
Tu frescura se mezcla, gota a gota.
Tú fuiste a mi desierto la palmera,
A mi piélago amargo, la gaviota,
¡Y sólo morirás cuando yo muera!

LUIS G. URBINA "Dones"

LUIS G. URBINA
"Dones"


Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría
Ingenua; su ironía
Amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,
Tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
El anhelo nervioso e incansable de amar;
Las recónditas ansias de creer; la dulzura
De sentir la belleza de la vida, y soñar.

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
-El gozoso y el triste- en una hora de amor,
Nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
Quien me ha dado el secreto de la paz interior.


A merced de los vientos, como una barca rota
Va, doliente, el espíritu; desesperado no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
Mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
De mis ojos la lágrima que la madre me dio.

LUIS G. URBINA "Así fue"

LUIS G. URBINA
"Así fue"


Lo sentí; no fue una
Separación, sino un desgarramiento;
Quedó atónita el alma, y sin ninguna
Luz, se durmió en la sombra el pensamiento.

Así fue; como un gran golpe de viento
En la serenidad del aire. Ufano,
En la noche tremenda,
Llevaba yo en la mano
Una antorcha con que alumbraba la senda,
Y que de pronto se apagó: la oscura
Acechanza del mal y el destino
Extinguió así la llama y mi locura.

Vi un árbol a la orilla del camino,
Y me senté a llorar mi desventura.
Así fue, caminante
Que me contemplas con mirada absorta
Y curioso semblante.


Yo estoy cansado, sigue tú adelante;
Mi pena es muy vulgar y no te importa.
Amé, sufrí, gocé, sentí el divino
Soplo de la ilusión y la locura;
Tuve la antorcha, la apagó el destino,
Y me senté a llorar mi desventura
A la sombra de un árbol del camino.

lunes, 12 de octubre de 2015

MIGUEL DE UNAMUNO "De vuelta a casa"

MIGUEL DE UNAMUNO
"De vuelta a casa"


Desde mi cielo a despedirme llegas
Fino orvallo que lentamente bañas
Los robledos que visten las montañas
De mi tierra, y los maíces de sus vegas.

Compadeciendo mi secura, riegas
Montes y valles, los de mis entrañas,
Y con tu bruma el horizonte empañas
De mi sino, y así en la fe me anegas.

Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
Verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
Donde fieles me aguardan los abrazos


De costumbre, que el hombre no disfruta
De libertad si no es preso en los lazos
De amor, compañero de la ruta.

MIGUEL DE UNAMUNO "Castilla"

MIGUEL DE UNAMUNO
"Castilla"


Tú me levantas, tierra de Castilla,
En la rugosa palma de tu mano,
Al cielo que te enciende y te refresca,
Al cielo, tu amo,

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
Madre de corazones y de brazos,
Toma el presente en ti viejos colores
Del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
Lindan en torno tus desnudos campos,
Tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
Y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
Y en ti me siento al cielo levantado,
Aire de cumbre es el que se respira
Aquí, en tus páramos.


¡Ara gigante, tierra castellana,
A ese tu aire soltaré mis cantos,
Si te son dignos bajarán al mundo
Desde lo alto!

JAIME TORRES BODET "Amor"

JAIME TORRES BODET
"Amor"


Para escapar de ti
No bastan ya peldaños,
Túneles, aviones,
Teléfonos o barcos.
Todo lo que se va
Con el hombre que escapa:
El silencio, la voz,
Los trenes y los años,
No sirve para huir
De este recinto exacto
—Sin horas ni reloj,
Sin ventanas ni cuadros—
Que a todas partes va
Conmigo cuando viajo.

Para escapar de ti
Necesito un cansancio
Nacido de ti misma:
Una duda, un rencor,
La vergüenza de un llanto;
El miedo que me dio
—Por ejemplo— poner
Sobre tu frágil nombre
La forma impropia y dura
Y brusca de mis labios...

El odio que sentí
Nacer al mismo tiempo
En ti que nuestro amor,
Me hará salir de tu alma
Más pronto que la luz,
Más deprisa que el sueño,
Con mayor precisión
Que el ascensor más raudo:
El odio que el amor
Esconde entre las manos.

JAIME TORRES BODET "Abril"

JAIME TORRES BODET
"Abril"


Esperando la mano de nieve...
Bécquer

¿En dónde? ¿En qué lugar
Secreto del invierno
Está oculto el botón
Mecánico, la rosa,
El vals o la mujer
Que un dedo sin esfuerzo
Debería tocar
Para ponerte en marcha,
Automático abril
De un año descompuesto?

Lo siento. Estás ya aquí,
Junto a mi pensamiento,
Como —sobre el cristal
De una ventana oscura—
La exigencia sin voz
De un aletazo terco.
Pero, si salgo a abrir,
Lo único que encuentro
Es la noche, otra vez:
La noche y el silencio.

¿Palabras? ¿Para qué?
En ellas, por momentos,
creo tocarte al fin,
Abril... Pero las digo
—Raíz, pájaro, luz—
Y me contesta el viento:
Invierno; invierno el sol,
Y soledad los ecos.

Libros de viaje busco.
Mapas de amor despliego.
A rostros de mujeres
Que hace tiempo murieron,
En retratos y en cartas
Pregunto cómo eras;
Qué nubes o qué alondras
Fueron, en otros puertos,
De tu regreso eterno
Crédulos mensajeros.

Pero nadie te ha visto
Llegar, abril. A nadie
Puedo pedir consejo
Para esperarte. Nadie
Conoce tus andenes,
Sino —acaso— este ciego
Que pugna por hallar
A tientas, en mis versos,
El secreto botón
Que pone en marcha al mundo
Cuando vacila el sol
Y dudan los inviernos...

miércoles, 7 de octubre de 2015

JORGE TEILLIER "Ahora que de nuevo"

JORGE TEILLIER 
"Ahora que de nuevo"



Ahora que de nuevo nos envuelve el invierno
Enemigo de los vagos y los ebrios,
El viento los arrastra como a las hojas del diario de la tarde
Y los deja fuera de las hospederías,
Los hace entrar a escondidas a dormir hasta en los confesionarios.

Conozco esas madrugadas
Donde buscas a un desconocido y un conocido te busca
Sin que nadie llegue a encontrarse
Y los radiopatrullas aúllan amenazantes
Y el teniente de guardia espera con su bigotito de aprendiz de nazi
A quienes sufrirán la resaca por no pagar la multa.

Ahora que de nuevo nos envuelve el invierno
Pienso en escribir
Sobre los areneros amenazados por la creciente
Sobre un reo meditabundo
Que va silbando una canción,
Sobre las calles del barrio
Donde los muchachos hostiles al forastero buscan las monedas para el flipper
Y los dueños del almacén de la esquina
Esperan entumecidos al último cliente,
Mientras en el clandestino
Los parroquianos no terminan nunca su partida de dominó.

Ahora que de nuevo nos envuelve el invierno
Pienso que debe estar lloviendo en la frontera.
Sobre los castillos de madera,
Sobre los perros encadenados,
Sobre los últimos trenes al ramal.
Y vivo de nuevo
Junto a Pan de Knunt Hamsun, lleno de fría luz nórdica y exactos gritos de aves acuáticas,
Veo a Block errando por San Peterburgo contemplado por el jinete de bronce
Y saludo a Sharp, a Dampier y a Ringrose jugándose en Juan Fernández el botín robado en la Serena.

Me han llegado poemas de amigos de provincia
Hablando de una gaviota muerta sobre el techo de la casa
Del rincón más oscuro de una estrella lejana,
De navíos roncos de mojarse los dedos.


Y pienso frente a una chimenea que no encenderé
En largas conversaciones junto a las cocinas económicas
Y en los hermanos despojados de sus casas y dispersos por todo el mundo Huyendo de los ogros
Esos hermanos que han llegado a ser mis hermanos
Y ahora espero para encender el fuego.

JORGE TEILLIER "Adiós al Führer"

JORGE TEILLIER "Adiós al Führer"



Adiós al Führer, adiós a todo Führer
Habido o por haber.
Adiós a todo Führer verdadero o falso,
Buenas noches, le digo, buenas noches
Con una íntima tristeza reaccionaria.

Adiós al Führer que engullía tortas de selva negra
Mientras sus tanques se alimentaban de caminos de Europa.
Adiós a todo Führer que ame a Wagner o la Giovinezza
Ya sea lampiño, barbudo o bigotudo.

Adiós al Führer que en submarino huyó a Buenos Aires
Tras matar a Eva y a Blondi, su fiel perro.
Desde los hielos lo oye llamar Miguel Serrano
Mas ni por mar ni por tierra podrán encontrarlo.

Adiós a todo Führer que nos ordene sepultarnos con él
Tras contemplar cómo arden las ruinas de su imperio,
Y entretanto no deja a nadie dormir tranquilo
Aunque no hayamos violado, ni robado, ni asesinado.

Adiós a todo Führer que obligue a los poetas
A censurar sus manuscritos o mantenerlos secretos
Bajo pena de mandarlos a su isla o archipiélago
O a cortar caña bajo el Sol de la utopía.

Adiós al Führer de la antipoesía
Aunque a veces predique mejor que el Cristo de Elqui.
Es mejor no enseñar dogma alguno, aunque sea ecológico,
Cuando ya no se puede partir a Chillán en bicicleta.

Adiós al Chico Molina, cruel Führer de lo gallardo
Donde escribió El Lobo Estepario antes que Hermann Hesse,
Aunque N.S. Jesucristo murió por él según lo dice Anguita,
Y adiós por quienes desean que demos el sí cuando amamos el no.

Adiós a todo Führer a quien no le importa perder cuarenta o cuarenta mil hombres
Con tal de invadir islas pobladas por ovejas,
Y tras la derrota se acoge a general jubilación
A oír silencio en la noche, ya todo está en calma.

Adiós a quien un tiempo fuera nuestro secreto Führer
Y nos recomendaba abstinencia botella de whiski en mano,
Y con desprecio abandonó su búnker frente al cerro
Para conquistar Venezuela como sus antepasados.

Adiós al pícaro que pretendía ser Martín Bormann:
Enrique Lafourcade, conde de la Fourchette.
Lo verán pasear un ridículo perrito
Sin poder alcanzar ni al Parque Forestal.

Lo verán alimentarse, fantasma rubicundo,
De pálidas y frágiles palomitas nocturnas.
Lo verán recorrer los más perdidos pueblos
Buscando firmar autógrafos a alcaldes y parvularias.

Lo verán sollozar pensando en sus días sin dieta
Con patitas de chancho en Los Buenos Muchachos.
Lo verán derramar una furtiva y valetudinaria lágrima
Mientras canta "Yo soy el rey" creyéndose Pedro Vargas.


Y ya no habrá nadie de la Generación del 50
Para entonar a coro Yo tenía un camarada.
Adiós a todo Führer que nos dé duro con un palo
Y también con una soga
Creyendo que, como él, somos apenas sensitivos.
Y buenas noches, amigos, buenas noches,
Hasta que un día nos volvamos a encontrar
En la hora soberbia y enloquecida de los esqueletos.

MATILDE ALBA SWANN "Canto a tu distancia "

MATILDE ALBA SWANN 
"Canto a tu distancia "


Yo he de sentir en mi escollera
El miedo,
Golpear por mis costados,
Cuando partas.
Levantarás el ancla
Enganchada en mi limo caliente,
Y arrancarás un tiempo de latido
Y soltarás amarras.
Escucharé que partes,
Tu sirena, una espiral opaca,
Silenciará la lumbre de mi cuerpo.
Escalofrío de nieve,
Me quedaré distante con el rostro en nostalgia
De los muelles.
Será un desmayo largo, y estremecido al fin,
Como un abrazo.
Eco en blanco,
Yo no sabré hasta donde
Te llevarán las aguas y los vientos.
Sólo sabré que desgarraste
Del minuto inicial de mi comienzo,
Desde el impulso que generó mi germen,
Desde la huella de mi pie viniendo.
Tierra firme,
Me dormiré en las rocas de la orilla,
Y alguna vez retornarán las olas
Ondulando un mensaje de regreso.
Romperán sobre mí en voces tuyas
Y tu espuma
Ha de nevar mi noche,
Y una caricia ausente, sigilosa
Transitará mi sombra.
Yo he de saber entonces,
Que en alguna parte
Te has quitado tu ropa de viajero
Y aquietaste tu mar
Para evocarme.
Yo sentiré tu mano abierta al tiempo,
Y el resignado olvido de tu carne,
Y tu misterio.
Te sentiré fluyendo entre las horas ásperas,
Y ha de traerme el aire
La canción acostada que me cantes,
Ávido pasto,
Por un suelo de cal que resquebraja.
Inhallado rumor,
Ausente imagen,
Fibra mordida en la oxidada punta de la lanza,
He de crecer al cielo
Por captarte,
Dispersaré en girones por el viento,
Y anclaré en tus pupilas,
Y has de saber entonces,
Que yo parto.





MATILDE ALBA SWANN "Bajo tu lástima"

MATILDE ALBA SWANN 
"Bajo tu lástima"



Quiero huir de tu lástima, y tropiezo
Con mis zarzas de miedo
Y con mi nido
De alegrías dormidas, y desgarro.

Has tendido
Tu sonrisa en piedad a mi costado,
Y te quedas
A mirarme ceder, sombra inclinada
Como un tronco crujido
De castigos.

Tus dos brazos cruzados, y ya ajenos,
Y una boca de beso
Que se guarda.

Nunca me vi pequeña como ahora,
A los pies de tu altura
Compasiva.

Nunca, como hoy, descalza
Y azotada,
A un instante del nunca, irremediable.

Ya no vibra mi carne
En paraísos,
Ni en infiernos, ni en manzanas, serpientes,
Ni en exilios.

Una lacia
Sensación de desgano que me arrastra,
Un insomne desorden
De cabello, una pena tremenda de estar triste,
Y un deseo
De morirme mañana,
Antes que partas, y dejarte
Sonreír de piedad sobre mi ausencia.