sábado, 27 de febrero de 2016

JOHN DONNE “El corazón roto”

JOHN DONNE “El corazón roto”


JOHN DONNE “El corazón roto”


Loco de remate está quien dice
Haber estado una hora enamorado,
Mas no es que amor así de pronto mengüe, sino que
Puede a diez en menos plazo devorar.
¿Quién me creerá si juro
Haber sufrido un año de esta plaga?
¿Quién no se reiría de mí si yo dijera
Que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?
¡Ay, qué insignificante el corazón,
Si llega a caer en manos del amor!
Cualquier otro pesar deja sitio
A otros pesares, y para sí reclama sólo parte.
Vienen hasta nosotros, pero a nosotros el Amor arrastra,
Y, sin masticar, engulle.
Por él, como por bala encadenada, tropas enteras mueren.
El es el esturión tirano; nuestros corazones, la morralla.
Si así no fue, ¿qué le pasó
A mi corazón cuando te vi?
Al aposento traje un corazón,
Pero de él salí yo sin ninguno.
Si contigo hubiera ido, sé
Que a tu corazón el mío habría enseñado a mostrar
Por mí más compasión. Pero, ¡ay!, Amor,
De un fuerte golpe lo quebró cual vidrio.
Mas nada en nada puede convertirse,
Ni lugar alguno puede del todo vaciarse,
Así, pues, pienso que aún posee mi pecho todos
Esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
Cientos de rostros más menudos, así
Los añicos de mi corazón pueden sentir agrado,
Deseo, adoración,
Pero después de tal amor, de nuevo amar no pueden.


JOHN DONNE "Amor negativo"

JOHN DONNE
"Amor negativo"


John Donne

Nunca tanto me abatí como aquellos
Que en un ojo, mejilla, labio, hacen presa;
Rara vez hasta aquellos que más no se remontan
Que para admirar virtud o mente:
Pues sentido e inteligencia pueden
Conocer aquello que su fuego aviva.
Mi amor, aunque ignorante, es más audaz.
Fracase yo cuando suspire,
Si he de saber qué desearé.
Si es simplemente lo perfecto
Lo que expresarse no se puede
Sino con negativos, así es mi amor.
Al todo que todos aman digo no.
Si quien descifrar puede
Aquello que desconocemos, a nosotros, conocer puede,
Enséñeme él esa nada. Este, por ahora,
Mi alivio es y mi consuelo:
Aún cuando no progreso, fallar no puedo.



viernes, 26 de febrero de 2016

EMILY DICKINSON “Él era débil y yo era fuerte”

EMILY DICKINSON
“Él era débil y yo era fuerte”


EMILY DICKINSON

Él era débil y yo era fuerte,
Después él dejó que yo le hiciera pasar
Y entonces yo era débil y él era fuerte,
Y dejé que él me guiara a casa.

No era lejos, la puerta estaba cerca,
Tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
No había ruido, él no dijo nada,
Y eso era lo que yo más deseaba saber.

El día irrumpió, tuvimos que separarnos,
Ahora ninguno de los dos era más fuerte,
Él luchó, yo también luché,

¡Pero no luchamos a pesar de todo!

EMILY DICKINSON “Ningún cepo puede torturar mi alma en libertad”

EMILY DICKINSON
“Ningún cepo puede torturar mi alma en libertad”

EMILY DICKINSON


Ningún cepo puede torturar
Mi alma en libertad,
Pues detrás de este esqueleto mortal
Se teje uno de más valor.

No puedes horadar con un serrucho
Ni traspasar con una cimitarra
Dos cuerpos, por lo tanto perdura,
Amarra uno y el otro vuela libre.

El águila no se despoja
De su nido y, sin embargo,
Gana el cielo
Más fácilmente que tú.

Excepto tú mismo tal vez nadie pueda ser
Tu enemigo,
Cautividad es conciencia
Y también es libertad.



viernes, 19 de febrero de 2016

PABLO NERUDA “TANGO DEL VIUDO”

PABLO NERUDA
“TANGO DEL VIUDO”

PABLO NERUDA “TANGO DEL VIUDO”

OH Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome del trópico de los coolíes corringhis,
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.

Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro al suelo los pantalones y las camisas,
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde
el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares,
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón,
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.

Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración
oída en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.


CHARLES BUKOWSKI “Cisne de primavera”

CHARLES BUKOWSKI 
“Cisne de primavera”

CHARLES BUKOWSKI  “Cisne de primavera”


También en primavera mueren los cisnes
Y allí flotaba
Muerto un domingo
Girando de lado
En la corriente
Y fui hasta la rotonda
Y distinguí
Dioses en carros,
Perros, mujeres
Que gritaban
Y la muerte
Se me precipitó garganta abajo,
Como un ratón,
Y oí llegar gente
Con sus cestas de merienda
Y sus risas,
Y me sentí culpable
Por el cisne,
Como si la muerte
Fuese algo vergonzoso
Y me alejé
Como un idiota,
Y les dejé
Mi hermoso cisne.




CHARLES BUKOWSKI “A solas con todo el mundo”

CHARLES BUKOWSKI “A solas con todo el mundo”

CHARLES BUKOWSKI


La carne cubre el hueso
Y dentro le ponen
Un cerebro y
A veces un alma,
Y las mujeres arrojan
Jarrones contra las paredes,
Y los hombres beben demasiado
Y nadie encuentra al otro,
Pero siguen buscando
De cama en cama.

La carne cubre el hueso
Y la carne busca algo más de carne.
No hay ninguna posibilidad:
Estamos todos atrapados
Por un destino singular.
Nadie encuentra jamás al otro.

Los tugurios se llenan
Los vertederos se llenan
Los manicomios se llenan
Los hospitales se llenan
Las tumbas se llenan

Nada más se llena.

miércoles, 17 de febrero de 2016

ROBERT BROWNING “El flautista de Hamelin”

ROBERT BROWNING
“El flautista de Hamelin”

ROBERT BROWNING “El flautista de Hamelin”


I

El poblado de Hamelin está en Brunswick
Cerca de la famosa ciudad de Hanover
El río Weser, ancho y profundo
Moja sus paredes en el lado sur;
Un hermoso cuadro nunca visto;
Pero, cuando empezó mi canción,
Hace casi quinientos años,
¡Que lástima!, ver sufrir a la gente
Por culpa de esos bichos.

II

¡Ratas!
Se peleaban con los perros y mataban a los gatos,
Y mordían a los bebes en sus cunas,
Comían los quesos de los moldes,
Y chupaban la sopa directamente de los cucharones de los cocineros,
Partían los barriles de sardinas saladas,
Anidaban en los sombreros domingueros de los hombres,
Y arruinaban las charlas de las mujeres
Ahogando sus voces
Con gritos y chillidos
En cincuenta diferentes sostenidos y bemoles.

III

Al fin el pueblo en bloque
Se congregó en la municipalidad:
"¡Que quede claro!", gritaron, "¡nuestro intendente es un inútil;
Y nuestro consejo un escándalo!
¡Pensar que nosotros compramos ropas elegantes
Para imbéciles que no pueden determinar
Lo mejor para librarnos de esta plaga!
¿Ustedes creen que porque son gordos y viejos,
Van a encontrar sus funciones más fáciles?
¡Arriba señores! ¡Den a sus cerebros una sacudida
Y encuentren el remedio que nos está faltando,
O tengan por seguro que los mandaremos a empacar!"
Con esto el intendente y el consejo
Quedaron bajo una terrible consternación.

IV

Una hora se reunieron en consulta
Y al final el intendente rompió el silencio:
"Por una moneda he de vender mi traje;
¡Cómo desearía estar lejos de aquí!
Es fácil ordenarle a uno que se sacuda el cerebro—
Estoy seguro que mi pobre cabeza volverá a dolerme,
Ya la he estrujado, y todo en vano.
¡Ah, que daría por una trampa, trampa, trampa!"
Justo cuando decía esto, ¿qué pudo pasar?
Un suave golpe en la puerta de la cámara.
"¡Por Dios!", gritó el intendente, "¿qué sucede?"
(Sentado entre los miembros del consejo,
Se le veía pequeño, aunque terriblemente gordo;
Sin brillo en sus ojos, no más húmedos
Que una ostra demasiado larga y abierta,
Salvo cuando su panza sufría turbulencias
Frente a un plato de tortuga verde y gelatinosa)
"¿Son sólo unos pies que se arrastran en la alfombra?
¡Cualquier cosa que suene como una rata
Hace que mi corazón lata violentamente!"

V

"¡Entre!"— Gritó el intendente, incorporándose:
¡Y así entró la figura más extraña!
Su saco largo, tan raro, que iba de los pies a la cabeza
Era mitad amarillo y mitad rojo,
Y él mismo era alto y flaco,
Con ojos azules, penetrantes, cada uno como un botón,
Su pelo claro y suelto, su piel oscura,
Sin patilla en las mejillas, y sin barba en el mentón,
Y labios donde las sonrisas iban y venían;
Sobre sus amigos y parientes, nadie pudo conjeturar:
Ni nadie pudo tampoco admirar lo suficiente
Al hombre alto y su antigua vestimenta.
Uno dijo: "¡Es como si mi tatarabuelo,
Marchando al compás de las trompetas del Día del Juicio Final,
Hubiera hecho este camino desde su colorida tumba!"

VI

Él se aproximo a la mesa del Consejo:
Y, "Con permiso, Su Señoría", dijo, "yo estoy capacitado,
A través de un hechizo secreto, para atraer
A todas las criaturas que viven bajo el sol,
Que se arrastran, o nadan, o vuelan, o corren,
Atraerlas detrás de mí, en una forma que nunca se ha visto.
Y yo principalmente uso mi hechizo
En criaturas que dañan a la gente,
En el topo, el sapo, el tritón y en la víbora;
Y todo el mundo me conoce por el flautista."
(Y en este punto ellos notaron alrededor de su cuello
Una bufanda a rayas rojas y amarillas,
Que armonizaba con su saco hecho del mismo paño,
Y en una punta de la bufanda colgaba una flauta;
Y notaron también, sus dedos, que se movían sin pausa
Como impacientes por tocar
En la flauta, que colgaba a baja altura
Sobre su vestidura anticuada)
"Y aunque," dijo, "parezco un pobre flautista,
El pasado junio, liberé al Reino de Tartaria,
De un enorme enjambre de jejenes;
Alivié en Asia al Nizam
De una monstruosa camada de murciélagos:
Y en cuanto a lo que atormenta sus mentes,
¿Si logro eliminar las ratas de la ciudad,
Me darán ustedes mil monedas?"
"¿Mil? ¡Cincuenta mil!" -fue la exclamación
Que dieron asombrados, el Intendente y su Consejo.

VII

El flautista se paró en la calle,
Sonriendo primero con una pequeña sonrisa,
Como sabiendo la magia que duerme
En su modesta flauta;
Y entonces como un músico experto,
Frunció sus labios para soplar la flauta,
Y sus agudos ojos verde-azules parpadearon,
Como una llama de vela rociada con sal;
Y antes de que la flauta diera tres notas,
Se escuchó como si un ejército murmurase;
Y el murmullo se fue haciendo un estruendo;
Y el estruendo se convirtió en un fuerte retumbo;
Y hacia afuera de las casas las ratas se revolcaban.
Ratas grandes, ratas pequeñas, ratas flacas, ratas fornidas,
Ratas marrones, ratas negras, ratas grises, ratas tostadas,
Serias viejas aplicadas, alegres jóvenes juguetonas,
Padres, madres, tíos, primos,
Con sus colas paradas y sus bigotes erizados.
Familias por decenas y docenas,
Hermanos, hermanas, maridos, esposas-
Siguieron al flautista con gran entusiasmo.
Calle tras calle él sopló avanzando,
Y paso a paso ellas lo siguieron bailando.
Hasta que llegaron al río Weser,
¡Donde todas se zambulleron y murieron!
—Salvo una quién, valiente como Julio Cesar,
Cruzo a nado y sobrevivió para llevar
(Como el conquistador Romano con su manuscrito)
A 'Ratalandia', su hogar, el siguiente comentario:
Que decía así, "A la primera nota de la flauta
Escuché un sonido como de tripas que se agitan,
Como de manzanas, maravillosamente maduras
Cayendo dentro de un lagar de cidra,
Y de un abrir de frascos de pickles,
Y de entornar de tapas de conservas,
Y de un descorchar de frascos de aceite,
Y de un romper las cubiertas de los barriles de manteca,
Y de parecer, en fin, como si una voz
(Más dulce que la voz del arpa)
Dijera, ¡Oh ratas, disfruten!
¡El mundo se ha convertido en una gran cocina!
¡Entonces coman, masquen, tomen sus viandas,
Desayuno, almuerzo, cena, refrigerio!
Formando todo un compacto jugo azucarado,
Y justo cuando estaba por alcanzar
Ese compacto barril de delicias,
Que, brillando como el sol,
Parecía decirme: '¡Ven, atraviésame!'
—Me vi arrastrada por el río Weser."

El Flautista salió una vez más a la calle y una vez más acercó a sus labios la larga flauta de caña lisa y recta. Y antes de que hubiese sonado la tercera de esas notas dulces y suaves como no había emitido hasta entonces ningún músico en el mundo, se oyó un murmullo de bullicio, de muchedumbres alegres que se empujaban y se atropellaban, piecitos que pataleaban y zuecos que golpeteaban, manitos que aplaudían y lengüitas que parloteaban y, como las aves del corral cuando les tiran el alpiste, salieron corriendo los chicos. Todos los chicos y las chicas de mejillas sonrosadas y rulos rubios, de ojos brillantes y dientes de perlas, tropezándose y brincando corrían en pos de la música maravillosa entre gritos y carcajadas.

El alcalde se quedó mudo y los consejeros se quedaron duros como estacas. Incapaces de dar un paso o de gritarles a los chicos que pasaban saltando alegremente, sólo podían seguir con los ojos a esa multitud gozosa que perseguía al Flautista. Pero ¡qué angustia sintió el alcalde y cómo palpitaron los corazones de los consejeros cuando el Flautista se desvió de la calle principal y se dirigió hacia el Weser, que les saldría al paso a sus hijos y sus hijas!

Sin embargo, el Flautista cambió de rumbo y, en lugar de dirigirse hacia el sur, se dirigió hacia el oeste y rumbeó hacia la colina de Koppelberg, con los chicos siempre pegados a la espalda. Todos se sintieron aliviados.

-Nunca podrá atravesar ese pico. Tendrá que dejar de tocar y nuestros hijos se detendrán.

Pero sucedió que, al llegar al pie de la montaña, se abrió de par en par un portal maravilloso, como si de pronto hubiese surgido una caverna. El Flautista avanzó y los niños lo siguieron. Y cuando habían entrado todos, hasta el último, la puerta se cerró de
golpe.

¿Dije todos? Me equivoco. Uno de ellos era rengo y no había podido bailotear como los otros. Cuando, muchos años después, le reprochaban su tristeza, solía decir: "Es muy sombrío el pueblo desde que se fueron mis compañeros. Y no puedo olvidar que estoy privado de contemplar todos esos maravillosos espectáculos que también a mí me prometió el Flautista. Decía que nos conducía a una tierra de gozo, que estaba muy cerquita del pueblo, allí nomás, donde brotaban fuentes y crecían árboles frutales y las flores desplegaban matices más hermosos y todo era extraño y nuevo, donde los gorriones eran más brillantes que los pavos reales y los perros más veloces que las corzas, y las abejas habían perdido sus aguijones y los caballos nacían con alas de águila. Y justo cuando me sentí seguro de que en ese lugar iba a curarme de mi renguera, la música se detuvo y yo me quedé allí parado, del lado de afuera de la montaña, abandonado muy a pesar mío y obligado a seguir rengueando en este mundo y a no volver a oír nunca más hablar del hermoso país".

¡Desdichado Hamelin! A muchos vecinos les vino a la mente eso de que es más fácil que un camello pase por el ojo de un aguja que un rico entre en el cielo.

El alcalde mandó mensajeros hacia los cuatro puntos cardinales para ofrecerle al Flautista, donde quiera que se lo hallase, todo el oro y toda la plata que pidiera si regresaba como se había ido y traía con él a los niños. Pero cuando vieron que todo era en vano y que el Flautista y los niños que bailoteaban a sus espaldas se habían ido para siempre, lanzaron un decreto por el cual los abogados debían fechar sus documentos según esta fórmula: "A tantos años, meses y días de lo que sucedió aquí el 27 de julio de 1366". Y para no olvidarse jamás de la calle por donde habían desaparecido los niños la
llamaron Calle del Flautista y cualquiera que pasase por ella tocando la flauta o el tamboril podía estar seguro de que no volvería a encontrar trabajo en Hamelin. Tampoco permitieron que ninguna hostería ni ninguna taberna perturbase con el bullicio una calle tan solemne. Y frente al lugar en que se había abierto la caverna levantaron una columna y en ella escribieron esta historia y también la pintaron en el gran vitral de la iglesia, para que el mundo se enterase de que les hablan robado sus hijos. Todavía hoy están allí esos recuerdos.

Me olvidaba de mencionar que en Transilvania hay una tribu de gente muy especial que asegura que las ropas tan extrañas que usa, y que tanto llaman la atención de sus vecinos, son una herencia de sus antepasados, surgidos de una prisión subterránea en la que se los había sepultado hacía largo tiempo después de haberlos arrebatado del pueblito de Hamelin, en el condado de Brunswick, sin que supieran decir cómo o por qué.


Así que, Guille, saldemos nuestras deudas con todos los hombres... ¡sobre todo con los flautistas! Y sí llegan a liberarnos con su música de ratas o de ratones cumplamos nuestra promesa y paguémosles lo que hayamos convenido.

ROBERT BROWNING “Pinturas antiguas en Florencia”

ROBERT BROWNING  “Pinturas antiguas en Florencia”

ROBERT BROWNING


I

La primera mañana de marzo en que truena
La anguila da un salto en el agua, eso dicen;
Cuando yo me asomé por el arco de aloe
De la entrada a la villa, en tibio día de marzo,
Rayo alguno brillaba, ni retumbaba el trueno
Allá abajo en el valle, en donde blanca y ancha,
Lavada por el oro acuoso matutino
Florencia se extendía por toda la ladera.

II

El puente y el río, las plazas y las calles
Ante mí se ofrecían; estaban a mi alcance
A través del translúcido baño de aire vivo
Cual si fueran visiones de bola de cristal.
Y de cuanto yo vi y de cuanto alabé,
Lo más digno de encomio y más bello a la vista
Fue ese asombroso campanario de Giotto.
Pero, ¿qué causó en mí más allá del asombro?

III

Dime Giotto, ¿cómo, con esa alma tuya
Has podido engañarme cuando tanto te amaba?
Si bien un corazón aguanta algún desprecio,
No deja de sentir, ¡sabedlo tú y los tuyos!
La verdad, yo no sé por qué habría de importarme
El romper un silencio que a ellos les conviene;
Mas la cosa resulta ya menos llevadera
Cuando veo que un Giotto se une a los demás.

IV

Rodeado de olivos que estampan todo el cielo
Marcando en el azul sus ramas y sus hojas
(Las hojas afiladas que nunca se les caen)
Por el arco de aloe solía yo asomarme
Y observaba, a lo largo de las tardes de invierno,
Gracias a un don que Dios a veces me concede,
En las suaves puestas de esos soles cual lunas,
Quién andaba en Florencia, además de sus gentes.

V

Podían regatear, cantar, ir y venir
Por placer o por lucro, los hombres de Florencia:
En verdad mi interés no se centraba en ellos
Sino en las celdas huecas de la colmena humana;
En la arcada del claustro, la sala de capítulo
El ábside, transepto o nave de la iglesia;
La cripta, vislumbrada palpando y con antorcha
Y la fachada alzada para que el sol la afeite.

VI

Dondequiera que un fresco se desprende y se cae,
Dondequiera que un contorno se debilita y mengua
Hasta que en la pintura la vida se detiene,
Hay Uno a quien le duele ese latir más débil,
Que desea que el yeso no abandone el ladrillo
Y que el color no escape del todo a la escayola.
Un león que sucumbe ante la coz de un asno:
La agraviada y gran alma de un Maestro antiguo.

VII

Ocurre que a este mundo y a todo el mal que causa
Le pueden dar la espalda, seguros en la gloria,
Miguel y Rafael, en torno a cuyas obras
Pululáis y zumbáis, ¡gentes de poco seso!
¿Se contraen sus ojos a la escala terrena
Ahora que les es dado ver a Dios cara a cara,
Y han llegado, además -espero- a ser poetas?
Días festivos disfrutan allí, en todo caso.

VIII

¡Mucho les importáis con vuestras alabanzas!
Pero, ¿podrán librarse las almas agraviadas
De un mundo en que su obra provoca gran bullicio,
Donde los apodáis, gentes de poco seso,
El Viejo Maestro Tal y el Primitivo Cual,
Sin caer en que Viejo da igual que Primitivo,
Que un hermano más joven sucede a otro mayor
Y que existió un Da Vinci porque antes hubo un Dello?

IX

Y aquí, donde podrían servir vuestros elogios
Y una palabra amable, o dos, ayudarían,
Según vuestra racial costumbre el mastín gruñe
Y ladra una camada de caniches cachorros.
¿No habrá ni una palabra para ese Stefano
De frente prominente, en tiempos, y brillante,
A quien se conoció, por su sin par pintura,
Como el Imitador de la Naturaleza?

X

Ahí tenéis al Maestro; ¡contemplad, pues, amigos,
En qué queda la obra de un hombre! La planea,
La hace y perfecciona, además se disculpa
Por todos sus esfuerzos, pero después, ¡sic transit!
¡Más felices trabajan los ciegos ahorrativos,
Vuelto hacia arriba el ojo, ocupada la mano,
Sin mirar de soslayo la moneda del otro!
Es mirar hacia abajo lo que produce vértigo.