JORGE LUIS BORGES
“LA RECOLETA”
Convencidos de
caducidad
por tantas nobles
certidumbres del polvo,
nos demoramos y
bajamos la voz
entre las lentas
filas de panteones,
cuya retórica de
sombra y de mármol
promete o prefigura
la deseable
dignidad de haber
muerto.
Bellos son los
sepulcros,
el desnudo latín y
las trabadas fechas fatales,
la conjunción del
mármol y de la flor
y las plazuelas con
frescura de patio
y los muchos ayeres
de la historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz
con la muerte
y creemos anhelar
nuestro fin
y anhelamos el sueño
y la indiferencia.
Vibrante en las
espadas y en la pasión
y dormida en la
hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el
tiempo son formas suyas,
son instrumentos
mágicos del alma,
y cuando ésta se
apague,
se apagarán con ella
el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro
de los espejos
que ya la tarde fue
apagando.
Sombra benigna de los
árboles,
viento con pájaros
que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa
en otras almas,
fuera un milagro que
alguna vez dejaran de ser,
milagro
incomprensible,
aunque su imaginaria
repetición
infame con horror
nuestros días.
Estas cosas pensé en
la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
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