lunes, 18 de mayo de 2015

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER RIMA 51 (XI). YO SOY ARDIENTE, YO SOY MORENA

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 

RIMA 51 (XI). 

YO SOY ARDIENTE, YO SOY MORENA



Yo soy ardiente, yo soy morena,
Yo soy el símbolo de la pasión,
De ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
No es a ti, no.

Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
Puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
No, no es a ti.

Yo soy un sueño, un imposible,
Vano fantasma de niebla y luz;
Soy incorpórea, soy intangible.
No puedo amarte.
¡Oh ven, ven tú!


domingo, 17 de mayo de 2015

LORD ALFRED TENNYSON LÁGRIMAS, INDOLENTES LÁGRIMAS

LORD ALFRED TENNYSON 

LÁGRIMAS, INDOLENTES LÁGRIMAS



Lágrimas, indolentes lágrimas, no sé qué significan:
Lágrimas que desde lo profundo
De alguna divina desesperación
Se alzan en la esencia del corazón,
Y se reúnen en torno a los ojos
Al contemplar los alegres campos de otoño,
Pensando en los días que ya nunca serán.

Frescas como el primer rayo brillante sobre la vela,
Convocando a nuestros amigos del inframundo,
Triste como el último lamento agónico
Que se hunde en el abismo con todo lo que amamos.
Tan tristes, tan frescas, como los días que ya no serán.

Tristes y extrañas como los oscuros crepúsculos del verano,
Las primeras voces de las aves cantaron
Sobre los oídos muertos, junto a los muertos ojos
Que contemplan la mañana trepando sobre la ventana;
Tan tristes, tan frescos, como los días que ya no serán.

Amados como el recuerdo de los besos tras la muerte,
Y dulces como la indiferente fantasía fingida
Sobre aquellos labios que serán de otro;
Profundas como el Amor,
Profundas como el primer Amor,
Salvajes huellas de un pálido remordimiento.
Oh, amarga Muerte en Vida, ellas son el lamento
Por los días que ya nunca serán.


WILLIAM SHAKESPEARE MIRA A TU ESPEJO, Y A TU ROSTRO DILE

WILLIAM SHAKESPEARE 

MIRA A TU ESPEJO, Y A TU ROSTRO DILE 



Mira a tu espejo, y a tu rostro dile:
Ya es tiempo de formar otro como éste.
Si no renuevas hoy su lozanía,
Al mundo engañas y a una madre robas.
¿Quién es la bella del intacto seno
Que tu cultivo marital desdeñe?
Y, ¿quién tan loco para ser la tumba
De un amor egoísta sin futuro?

Tu madre encuentra en ti, que eres su espejo,
La gracia de su abril, su primavera;
Así, de tu vejez por las ventanas,
Aunque mustio, verás tu tiempo de oro.

Mas si pasar prefieres sin memoria,

Muere solo y tu imagen morirá.

GIACOMO LEOPARDI: CANTO X EL PRIMER AMOR

GIACOMO LEOPARDI: 

CANTO X  EL PRIMER AMOR



Vuelve a mi mente el día en que el combate
Sentí de amor por vez primera, y dije:
"¡Ay de mí, si es amor, cómo acongoja!"

Con los ojos clavados en la tierra,
Yo contemplaba a aquella que, inocente,
Mi corazón hizo vibrar primero.

¡Ay amor, y cuán mal me gobernaste!
¿Por qué tan dulce amor debió consigo
Llevar tanto dolor, tanto deseo,

Y ni sereno, ni íntegro y sencillo,
Mas lleno de lamentos y de afanes,
Bajó a mi corazón tanto deleite?

Y dime, tierno corazón, ¿qué espanto,
Qué angustia era la tuya al pensamiento
Junto al cual era hastío todo goce?;

El pensamiento aquel, que, lisonjero,
Se te ofreció en la noche, cuando todo
Quieto en el hemisferio aparecía.

Tú, infeliz venturoso e intranquilo,
Me fatigabas el costado sobre
El lecho, fuertemente palpitando.

Y cuando triste, exhausto y afanoso,
Yo los ojos cerraba, delirante
Como por fiebre, el sueño no acudía.

¡Oh, qué viva surgía en las tinieblas
La imagen dulce, y los cerrados ojos
La contemplaban bajo de los párpados!

¡Qué latidos suavísimos sentía
Recorrerme los huesos, qué confusos,
Mudables pensamientos en el alma

Alzábanse, lo mismo que en las copas
De antigua selva el céfiro soplando
Arranca un largo y trémulo murmullo!

Mientras callaba, sin luchar, ¿qué hiciste,
¡Oh corazón!, cuando partía aquella
Por quien pensando y palpitando vivo?

Me sentía quemado lentamente
Por la llama de amor, cuando la brisa
Que la avivaba se extinguió de pronto.

El nuevo día me encontró sin sueño,
Y al corcel que debía dejarme solo
Piafar oía ante el paterno albergue.

Y yo, tímido, quieto e inexperto,
En el balcón oscuro, inútilmente
Aguzaba la vista y el oído

Esperando escuchar la voz que de unos
Labios debía salir por vez postrera;
Aquella voz que el cielo ¡ay!, me vedaba.

¡Cuántas veces el vacilante oído
Plebeya voz hirió, y heló mis venas
E hizo latir el corazón con fuerza!

Y cuando al corazón bajó el acento
De aquella voz amada, y se escucharon
De carros y caballos los rumores,

Me quedé ciego, me encogí en el lecho
Palpitando, y, cerrados ya los ojos,
Oprimí el corazón entre mi mano.

Luego, arrastrando las rodillas trémulas
Por la callada estancia, tontamente,
Decía: "¿Qué dolor puede ya herirme?"

Amarguísimo entonces, el recuerdo
Se me emplazó en el pecho, y se oprimía
A toda voz, ante cualquier semblante.

Largo dolor mi mente iba minando,
Cual lluvia que al caer del vasto Olimpo
Melancólicamente, el campo baña.

No sabía de ti, garzón de nueve
Y nueve soles, a llorar nacido,
Cuando en mí hiciste la primera prueba.

Y el placer desdeñando, no me era
Grato el reír de un astro, ni el silencio
De la aurora, ni el verdecer del prado.

También faltaba el ansia de la gloria
Del pecho, al que inflamar tanto solía,
Pues la borró el amor por la belleza.

Desatendí el estudio acostumbrado
Y lo creía vano, porque vano
Cualquier otro deseo imaginaba.

¿Cómo pude cambiar de tal manera
Y que un amor borrara otros amores?
En verdad, ¡ay de mí!, cuán vanos somos.

Mi corazón tan solo me placía,
Y de un perenne razonar esclavo
Espiaba el dolor que lo embargaba.

La vista fija en tierra o abstraída,
Insoportable me era ver un rostro
Fugitivo, ya fuese hermoso o feo,

Pues temía turbar la inmaculada,
Cándida imagen en mi mente fija,
Cual la onda del lago turba el aire.

Y aquel no haber gozado plenamente
-Que de arrepentimiento llena mi alma
Y el placer que pasó cambia en veneno-

En los huidos días, a mi mente
Estimula; que de vergüenza el duro
Freno mi corazón ya no sujeta.

Juro a los cielos y a las nobles almas
Que nunca un bajo anhelo entró en mi pecho,
Que ardí en un fuego inmaculado y puro.

Vive aquel fuego aún, vive el afecto,
Alienta en mi pensar la bella imagen
De quien, si no celestes, otros goces

Jamás tuve, y sólo ella satisface.

sábado, 16 de mayo de 2015

WILLIAM BUTLER YEATS ¿Quién soñó que la belleza pasa como un sueño?

WILLIAM BUTLER YEATS 

¿Quién soñó que la belleza pasa como un sueño?




¿Quién soñó que la belleza pasa como un sueño
Por estos labios rojos, con todo su triste orgullo,
Tan tristes ya que ninguna maravilla pueden presagiar?
Troya se nos fue con destello fúnebre y violento
Y murieron los hijos de Utsna.

Desfilamos, y desfila con nosotros el mundo atareado
Entre las almas de los hombres, que se despiden y ceden su puesto
Como las pálidas aguas en su glacial carrera;
Bajo estrellas que pasan, espuma de los cielos,
Sigue viviendo este rostro solitario.

Inclináos, arcángeles, en vuestra sombría morada:
Antes de que existierais y antes de que ningún corazón latiera,
Rendida y amable permanecía junto a su trono;
La Belleza hizo que el mundo fuera una senda de hierba
Para que ella posara sus pies errantes.



JAMES JOYCE "Gas de un mechero"

JAMES JOYCE 

"Gas de un mechero"




Damas y caballeros, estáis aquí reunidos
Para oír por qué cielo y tierra se conmovieron
Por culpa de las siniestras, negras artes
De un escritor irlandés en el extranjero.
Hace diez años que su libro me envió.
Más o menos lo leí unas cien veces,
De delante hacia atrás, de abajo a arriba,
A través de los dos extremos del telescopio.
Completo lo imprimí, hasta la mismísima última palabra.
Pero gracias a la merced del Señor,
Las tinieblas de mi mente se rasgaron,
Y vi el intento repugnante del autor.
Pues un deber tengo hacia Irlanda:
Su honor con mi mano guardo.
Esta hermosa tierra que siempre envió
Sus escritores y artistas el destierro,
Y con espíritu típico de chanza irlandesa
A sus adalides traicionó uno a uno.
Fue el seco, mojado humor de Irlanda
El que cal viva arrojó a los ojos de Parnell;
Son los cerebros irlandeses quienes de su destino
Salvan el resquebrajedo barco del Obispo de Roma,
Porque todo el mundo sabe que el Papa no puede
Eructar sin el consentimiento de Billy Walsh.
Oh Irlanda, primera y sola querencia mía,
Donde Cristo y César mano y guante son.
Oh hermosa tierra donde el trébol crece.
(Permitidme, señoras, que me suene).
No me importa un bledo deciros, para que me censuréis,
Que publiqué los poemas de Mountainy Mutton,
Y una comedia que escribió (seguro estoy
De que la leísteis) donde se habla de "bastardo",
"Fornicador" y "ramera", y otra obra
Sobre La Palabra y el Santo Pablo y de algunas
Piernas femeninas que no puedo recordar,
Todo ello escrito por Moore, caballero genuino,
Que vive del diez por ciento de su heredad
He impreso libros místicos por docenas:
El libro de recetas de Coussins, aunque
(Y os ruego que me perdonéis) sobre el verso diré
Que envidia daría a vuestros traseros el no haberlos
Escrito: El folklore del Norte y del Sur
Por Gregory, La de la Boca Dorada publiqué:
Tristes, tontos, solemnes poetas imprimí:
Patrick, cómo-se-llama-Colm: al ilustre
John Milicent Synge, quien el espíritu eleva
Sobre angélica ala con la muda del trotamundos,
Quien como hato la robó de la bolsa de viaje
De un director de Maunsel. Pero la cruz
Y raya trazo sobre ese condenado sujeto
Que por aquí anduvo, vestido de amarillo austriaco,
Declamando italiano que O'Leary Curtis
Y John Wyse Power pagaban por horas,
Quien escribió sobre Dublín, sucia, amada, de tal
Forma que ningún impresor, por muy africano,
De tan negro que sea, podría tolerarlo.
¡Mierda y cebollas! ¿Pensasteis que imprimiría
El nombre del monumento a Wellington,
El de Sydney Parade, y el del tranvía de Sandymount,
El de la pastelería de Downes, el del jamón
De William? ¡Maldito sea si así lo hago! iQue al fuego
Me condene! ¡Hablar sobre los Irish Names of Places!.
Me maravilla pensar, y sobre mi alma lo juro
El que el autor olvidara mencionar el Curly's Hole.
No, señoras, mi imprenta no tomará parte
En un libelo tan basto sobre la Madrastra Erin.
Piedad tengo del pobre, por ello tomé
A un escocés pelirrojo para que vigile mi libro.
iEscocia, pobre hermana! Su destino es derrumbarse;
Más Estuardos que vender ya no encuentra
Delicada es mi conciencia como seda china:
Mi corazón tan suave como el requesón.
Colm puede deciros que hice una rebaja
De cien libras sobre el presupuesto
Que le di para imprimir su Irish Review.
Amo a mi pais, ¡por los arenques que lo amo!
Quisiera que ver pudierais las lágrimas
Que sollozo al pensar en el barco, en el tren
De los emigrantes. Por tal causa para todo el mundo
Publico esta guía de ferrocarriles tan ilegible.
A la puertas de mi imprenta la pobre,
Digna prostituta, juega cada noche a la lucha libre
Con su británico artillero de calzones ajustados, y el extranjero
El don de la locuacidad aprende
De la borracha, desaliñada, ramera Dublín.
¿Quién fue el que dijo, «No resistid al mal»?.
Ese libro quemaré, aunque el diablo me lleve.
Cantaré un salmo mientras veo cómo se incendia,
Y las cenizas guardaré en un ánfora.
Penitencia haré con vientos y gemidos,
De hinojos, sobre mis canillas. La próxima
Cuaresma me desnudaré las penitentes
Nalgas al aire, y gimoteando, junto a la imprenta
Confesaré mi espantoso pecado.
Mi capataz irlandés, de Bannockburn,
Hundirá la mano derecha en la urna,
Y firmará con pulgar reverente una equis,
Memento homo sobre mi culo.


“ODA A LA MELANCOLÍA” JOHN KEATS

“ODA A LA MELANCOLÍA” 

JOHN KEATS




No vayas al Leteo ni exprimas el morado
Acónito buscando su vino embriagador;
No dejes que tu pálida frente sea besada
Por la noche, violácea uva de Proserpina.
No hagas tu rosario con los frutos del tejo
Ni dejes que polilla o escarabajo sean
Tu alma plañidera, ni que el búho nocturno
Contemple los misterios de tu honda tristeza.
Pues la sombra a la sombra regresa, somnolienta,
Y ahoga la vigilia angustiosa del espíritu.

Pero cuando el acceso de atroz melancolía
Se cierna repentino, cual nube desde el cielo
Que cuida de las flores combadas por el sol
Y que la verde colina desdibuja en su lluvia,
Enjuga tu tristeza en una rosa temprana
O en el salino arco iris de la ola marina
O en la hermosura esférica de las peonías;
O, si tu amada expresa el motivo de su enfado,
Toma firme su mano, deja que en tanto truene
Y contempla, constante, sus ojos sin igual.

Con la Belleza habita, Belleza que es mortal.
También con la alegría, cuya mano en sus labios
Siempre esboza un adiós; y con el placer doliente
Que en tanto la abeja liba se torna veneno.
Pues en el mismo templo del Placer, con su velo
Tiene su soberano numen Melancolía,
Aunque lo pueda ver sólo aquel cuya ansiosa
Boca muerde la uva fatal de la alegría.
Esa alma probará su tristísimo poder
Y entre sus neblinosos trofeos será expuesta.