miércoles, 2 de marzo de 2016

KEITH DOUGLAS “Simplifíquenme cuando haya muerto”

KEITH DOUGLAS
“Simplifíquenme cuando haya muerto”


KEITH DOUGLAS “Simplifíquenme cuando haya muerto”


Recuérdenme cuando haya muerto
Y simplifíquenme cuando haya muerto.
Como los procesos de la tierra
Despojan del color y de la piel;
Se llevarán el pelo castaño y los ojos azules
Y me dejarán más simple que en la hora del nacimiento,
Cuando sin pelos llegué aullando
Mientras la Luna aparecía en el frío firmamento.
Acaso de mi esqueleto,
Ya tan despojado, un docto dirá:
"Era de tal tipo y de tal inteligencia", y nada más.
Así, cuando en un año se derrumben
Recuerdos específicos, podrán
Deducir, del largo dolor que soporté
Las opiniones que sustentaba, quién fue mi enemigo
Y lo que dejé, hasta mi apariencia
Pero los incidentes no servirán de guía.
El telescopio invertido del tiempo mostrará
Un hombre diminuto dentro de diez años
Y por la distancia simplificado.
A través de ese lente observen si parezco
Sustancia o nada: merecedor
De renombre en el mundo o de un piadoso olvido,
Sin dejarse arrastrar por momentáneo enojo
O por el amor a una decisión,
Llegando sin prisa a una opinión.
Recuérdenme cuando haya muerto
Y simplifíquenme cuando haya muerto.






KEITH DOUGLAS “El difunto”

KEITH DOUGLAS
“El difunto”


KEITH DOUGLAS “El difunto”

Era un maldito, lo admito,
Y siempre ebrio hasta que se quedó sin plata.
Su pelo le colgaba por un lazo de
Una Corona Veneris. Sus ojos, mudos
Como prisioneros en sus cavernosas hendiduras, estaban
Fijos en actitudes de desesperación.
Ustedes que, Dios los bendiga, jamás han caído tanto,
Lo censuran y oran por él, que sí había caído;
Y con sus flaquezas lamentan los versos
Que el tipo hacía, acaso entre maldiciones,
Acaso en el colmo de la ruina moral,
Pero los escribía con sinceridad;
Y al parecer sentía un dolor acrisolado
Al cual la virtud de ustedes no puede llegar.
Respétenlo. Para ello

Poseía una virtud que ustedes no ven.

sábado, 27 de febrero de 2016

JOHN DONNE “El corazón roto”

JOHN DONNE “El corazón roto”


JOHN DONNE “El corazón roto”


Loco de remate está quien dice
Haber estado una hora enamorado,
Mas no es que amor así de pronto mengüe, sino que
Puede a diez en menos plazo devorar.
¿Quién me creerá si juro
Haber sufrido un año de esta plaga?
¿Quién no se reiría de mí si yo dijera
Que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?
¡Ay, qué insignificante el corazón,
Si llega a caer en manos del amor!
Cualquier otro pesar deja sitio
A otros pesares, y para sí reclama sólo parte.
Vienen hasta nosotros, pero a nosotros el Amor arrastra,
Y, sin masticar, engulle.
Por él, como por bala encadenada, tropas enteras mueren.
El es el esturión tirano; nuestros corazones, la morralla.
Si así no fue, ¿qué le pasó
A mi corazón cuando te vi?
Al aposento traje un corazón,
Pero de él salí yo sin ninguno.
Si contigo hubiera ido, sé
Que a tu corazón el mío habría enseñado a mostrar
Por mí más compasión. Pero, ¡ay!, Amor,
De un fuerte golpe lo quebró cual vidrio.
Mas nada en nada puede convertirse,
Ni lugar alguno puede del todo vaciarse,
Así, pues, pienso que aún posee mi pecho todos
Esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
Cientos de rostros más menudos, así
Los añicos de mi corazón pueden sentir agrado,
Deseo, adoración,
Pero después de tal amor, de nuevo amar no pueden.


JOHN DONNE "Amor negativo"

JOHN DONNE
"Amor negativo"


John Donne

Nunca tanto me abatí como aquellos
Que en un ojo, mejilla, labio, hacen presa;
Rara vez hasta aquellos que más no se remontan
Que para admirar virtud o mente:
Pues sentido e inteligencia pueden
Conocer aquello que su fuego aviva.
Mi amor, aunque ignorante, es más audaz.
Fracase yo cuando suspire,
Si he de saber qué desearé.
Si es simplemente lo perfecto
Lo que expresarse no se puede
Sino con negativos, así es mi amor.
Al todo que todos aman digo no.
Si quien descifrar puede
Aquello que desconocemos, a nosotros, conocer puede,
Enséñeme él esa nada. Este, por ahora,
Mi alivio es y mi consuelo:
Aún cuando no progreso, fallar no puedo.



viernes, 26 de febrero de 2016

EMILY DICKINSON “Él era débil y yo era fuerte”

EMILY DICKINSON
“Él era débil y yo era fuerte”


EMILY DICKINSON

Él era débil y yo era fuerte,
Después él dejó que yo le hiciera pasar
Y entonces yo era débil y él era fuerte,
Y dejé que él me guiara a casa.

No era lejos, la puerta estaba cerca,
Tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
No había ruido, él no dijo nada,
Y eso era lo que yo más deseaba saber.

El día irrumpió, tuvimos que separarnos,
Ahora ninguno de los dos era más fuerte,
Él luchó, yo también luché,

¡Pero no luchamos a pesar de todo!

EMILY DICKINSON “Ningún cepo puede torturar mi alma en libertad”

EMILY DICKINSON
“Ningún cepo puede torturar mi alma en libertad”

EMILY DICKINSON


Ningún cepo puede torturar
Mi alma en libertad,
Pues detrás de este esqueleto mortal
Se teje uno de más valor.

No puedes horadar con un serrucho
Ni traspasar con una cimitarra
Dos cuerpos, por lo tanto perdura,
Amarra uno y el otro vuela libre.

El águila no se despoja
De su nido y, sin embargo,
Gana el cielo
Más fácilmente que tú.

Excepto tú mismo tal vez nadie pueda ser
Tu enemigo,
Cautividad es conciencia
Y también es libertad.



viernes, 19 de febrero de 2016

PABLO NERUDA “TANGO DEL VIUDO”

PABLO NERUDA
“TANGO DEL VIUDO”

PABLO NERUDA “TANGO DEL VIUDO”

OH Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome del trópico de los coolíes corringhis,
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.

Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro al suelo los pantalones y las camisas,
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde
el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares,
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón,
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.

Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración
oída en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.