miércoles, 17 de febrero de 2016

ROBERT BROWNING “El flautista de Hamelin”

ROBERT BROWNING
“El flautista de Hamelin”

ROBERT BROWNING “El flautista de Hamelin”


I

El poblado de Hamelin está en Brunswick
Cerca de la famosa ciudad de Hanover
El río Weser, ancho y profundo
Moja sus paredes en el lado sur;
Un hermoso cuadro nunca visto;
Pero, cuando empezó mi canción,
Hace casi quinientos años,
¡Que lástima!, ver sufrir a la gente
Por culpa de esos bichos.

II

¡Ratas!
Se peleaban con los perros y mataban a los gatos,
Y mordían a los bebes en sus cunas,
Comían los quesos de los moldes,
Y chupaban la sopa directamente de los cucharones de los cocineros,
Partían los barriles de sardinas saladas,
Anidaban en los sombreros domingueros de los hombres,
Y arruinaban las charlas de las mujeres
Ahogando sus voces
Con gritos y chillidos
En cincuenta diferentes sostenidos y bemoles.

III

Al fin el pueblo en bloque
Se congregó en la municipalidad:
"¡Que quede claro!", gritaron, "¡nuestro intendente es un inútil;
Y nuestro consejo un escándalo!
¡Pensar que nosotros compramos ropas elegantes
Para imbéciles que no pueden determinar
Lo mejor para librarnos de esta plaga!
¿Ustedes creen que porque son gordos y viejos,
Van a encontrar sus funciones más fáciles?
¡Arriba señores! ¡Den a sus cerebros una sacudida
Y encuentren el remedio que nos está faltando,
O tengan por seguro que los mandaremos a empacar!"
Con esto el intendente y el consejo
Quedaron bajo una terrible consternación.

IV

Una hora se reunieron en consulta
Y al final el intendente rompió el silencio:
"Por una moneda he de vender mi traje;
¡Cómo desearía estar lejos de aquí!
Es fácil ordenarle a uno que se sacuda el cerebro—
Estoy seguro que mi pobre cabeza volverá a dolerme,
Ya la he estrujado, y todo en vano.
¡Ah, que daría por una trampa, trampa, trampa!"
Justo cuando decía esto, ¿qué pudo pasar?
Un suave golpe en la puerta de la cámara.
"¡Por Dios!", gritó el intendente, "¿qué sucede?"
(Sentado entre los miembros del consejo,
Se le veía pequeño, aunque terriblemente gordo;
Sin brillo en sus ojos, no más húmedos
Que una ostra demasiado larga y abierta,
Salvo cuando su panza sufría turbulencias
Frente a un plato de tortuga verde y gelatinosa)
"¿Son sólo unos pies que se arrastran en la alfombra?
¡Cualquier cosa que suene como una rata
Hace que mi corazón lata violentamente!"

V

"¡Entre!"— Gritó el intendente, incorporándose:
¡Y así entró la figura más extraña!
Su saco largo, tan raro, que iba de los pies a la cabeza
Era mitad amarillo y mitad rojo,
Y él mismo era alto y flaco,
Con ojos azules, penetrantes, cada uno como un botón,
Su pelo claro y suelto, su piel oscura,
Sin patilla en las mejillas, y sin barba en el mentón,
Y labios donde las sonrisas iban y venían;
Sobre sus amigos y parientes, nadie pudo conjeturar:
Ni nadie pudo tampoco admirar lo suficiente
Al hombre alto y su antigua vestimenta.
Uno dijo: "¡Es como si mi tatarabuelo,
Marchando al compás de las trompetas del Día del Juicio Final,
Hubiera hecho este camino desde su colorida tumba!"

VI

Él se aproximo a la mesa del Consejo:
Y, "Con permiso, Su Señoría", dijo, "yo estoy capacitado,
A través de un hechizo secreto, para atraer
A todas las criaturas que viven bajo el sol,
Que se arrastran, o nadan, o vuelan, o corren,
Atraerlas detrás de mí, en una forma que nunca se ha visto.
Y yo principalmente uso mi hechizo
En criaturas que dañan a la gente,
En el topo, el sapo, el tritón y en la víbora;
Y todo el mundo me conoce por el flautista."
(Y en este punto ellos notaron alrededor de su cuello
Una bufanda a rayas rojas y amarillas,
Que armonizaba con su saco hecho del mismo paño,
Y en una punta de la bufanda colgaba una flauta;
Y notaron también, sus dedos, que se movían sin pausa
Como impacientes por tocar
En la flauta, que colgaba a baja altura
Sobre su vestidura anticuada)
"Y aunque," dijo, "parezco un pobre flautista,
El pasado junio, liberé al Reino de Tartaria,
De un enorme enjambre de jejenes;
Alivié en Asia al Nizam
De una monstruosa camada de murciélagos:
Y en cuanto a lo que atormenta sus mentes,
¿Si logro eliminar las ratas de la ciudad,
Me darán ustedes mil monedas?"
"¿Mil? ¡Cincuenta mil!" -fue la exclamación
Que dieron asombrados, el Intendente y su Consejo.

VII

El flautista se paró en la calle,
Sonriendo primero con una pequeña sonrisa,
Como sabiendo la magia que duerme
En su modesta flauta;
Y entonces como un músico experto,
Frunció sus labios para soplar la flauta,
Y sus agudos ojos verde-azules parpadearon,
Como una llama de vela rociada con sal;
Y antes de que la flauta diera tres notas,
Se escuchó como si un ejército murmurase;
Y el murmullo se fue haciendo un estruendo;
Y el estruendo se convirtió en un fuerte retumbo;
Y hacia afuera de las casas las ratas se revolcaban.
Ratas grandes, ratas pequeñas, ratas flacas, ratas fornidas,
Ratas marrones, ratas negras, ratas grises, ratas tostadas,
Serias viejas aplicadas, alegres jóvenes juguetonas,
Padres, madres, tíos, primos,
Con sus colas paradas y sus bigotes erizados.
Familias por decenas y docenas,
Hermanos, hermanas, maridos, esposas-
Siguieron al flautista con gran entusiasmo.
Calle tras calle él sopló avanzando,
Y paso a paso ellas lo siguieron bailando.
Hasta que llegaron al río Weser,
¡Donde todas se zambulleron y murieron!
—Salvo una quién, valiente como Julio Cesar,
Cruzo a nado y sobrevivió para llevar
(Como el conquistador Romano con su manuscrito)
A 'Ratalandia', su hogar, el siguiente comentario:
Que decía así, "A la primera nota de la flauta
Escuché un sonido como de tripas que se agitan,
Como de manzanas, maravillosamente maduras
Cayendo dentro de un lagar de cidra,
Y de un abrir de frascos de pickles,
Y de entornar de tapas de conservas,
Y de un descorchar de frascos de aceite,
Y de un romper las cubiertas de los barriles de manteca,
Y de parecer, en fin, como si una voz
(Más dulce que la voz del arpa)
Dijera, ¡Oh ratas, disfruten!
¡El mundo se ha convertido en una gran cocina!
¡Entonces coman, masquen, tomen sus viandas,
Desayuno, almuerzo, cena, refrigerio!
Formando todo un compacto jugo azucarado,
Y justo cuando estaba por alcanzar
Ese compacto barril de delicias,
Que, brillando como el sol,
Parecía decirme: '¡Ven, atraviésame!'
—Me vi arrastrada por el río Weser."

El Flautista salió una vez más a la calle y una vez más acercó a sus labios la larga flauta de caña lisa y recta. Y antes de que hubiese sonado la tercera de esas notas dulces y suaves como no había emitido hasta entonces ningún músico en el mundo, se oyó un murmullo de bullicio, de muchedumbres alegres que se empujaban y se atropellaban, piecitos que pataleaban y zuecos que golpeteaban, manitos que aplaudían y lengüitas que parloteaban y, como las aves del corral cuando les tiran el alpiste, salieron corriendo los chicos. Todos los chicos y las chicas de mejillas sonrosadas y rulos rubios, de ojos brillantes y dientes de perlas, tropezándose y brincando corrían en pos de la música maravillosa entre gritos y carcajadas.

El alcalde se quedó mudo y los consejeros se quedaron duros como estacas. Incapaces de dar un paso o de gritarles a los chicos que pasaban saltando alegremente, sólo podían seguir con los ojos a esa multitud gozosa que perseguía al Flautista. Pero ¡qué angustia sintió el alcalde y cómo palpitaron los corazones de los consejeros cuando el Flautista se desvió de la calle principal y se dirigió hacia el Weser, que les saldría al paso a sus hijos y sus hijas!

Sin embargo, el Flautista cambió de rumbo y, en lugar de dirigirse hacia el sur, se dirigió hacia el oeste y rumbeó hacia la colina de Koppelberg, con los chicos siempre pegados a la espalda. Todos se sintieron aliviados.

-Nunca podrá atravesar ese pico. Tendrá que dejar de tocar y nuestros hijos se detendrán.

Pero sucedió que, al llegar al pie de la montaña, se abrió de par en par un portal maravilloso, como si de pronto hubiese surgido una caverna. El Flautista avanzó y los niños lo siguieron. Y cuando habían entrado todos, hasta el último, la puerta se cerró de
golpe.

¿Dije todos? Me equivoco. Uno de ellos era rengo y no había podido bailotear como los otros. Cuando, muchos años después, le reprochaban su tristeza, solía decir: "Es muy sombrío el pueblo desde que se fueron mis compañeros. Y no puedo olvidar que estoy privado de contemplar todos esos maravillosos espectáculos que también a mí me prometió el Flautista. Decía que nos conducía a una tierra de gozo, que estaba muy cerquita del pueblo, allí nomás, donde brotaban fuentes y crecían árboles frutales y las flores desplegaban matices más hermosos y todo era extraño y nuevo, donde los gorriones eran más brillantes que los pavos reales y los perros más veloces que las corzas, y las abejas habían perdido sus aguijones y los caballos nacían con alas de águila. Y justo cuando me sentí seguro de que en ese lugar iba a curarme de mi renguera, la música se detuvo y yo me quedé allí parado, del lado de afuera de la montaña, abandonado muy a pesar mío y obligado a seguir rengueando en este mundo y a no volver a oír nunca más hablar del hermoso país".

¡Desdichado Hamelin! A muchos vecinos les vino a la mente eso de que es más fácil que un camello pase por el ojo de un aguja que un rico entre en el cielo.

El alcalde mandó mensajeros hacia los cuatro puntos cardinales para ofrecerle al Flautista, donde quiera que se lo hallase, todo el oro y toda la plata que pidiera si regresaba como se había ido y traía con él a los niños. Pero cuando vieron que todo era en vano y que el Flautista y los niños que bailoteaban a sus espaldas se habían ido para siempre, lanzaron un decreto por el cual los abogados debían fechar sus documentos según esta fórmula: "A tantos años, meses y días de lo que sucedió aquí el 27 de julio de 1366". Y para no olvidarse jamás de la calle por donde habían desaparecido los niños la
llamaron Calle del Flautista y cualquiera que pasase por ella tocando la flauta o el tamboril podía estar seguro de que no volvería a encontrar trabajo en Hamelin. Tampoco permitieron que ninguna hostería ni ninguna taberna perturbase con el bullicio una calle tan solemne. Y frente al lugar en que se había abierto la caverna levantaron una columna y en ella escribieron esta historia y también la pintaron en el gran vitral de la iglesia, para que el mundo se enterase de que les hablan robado sus hijos. Todavía hoy están allí esos recuerdos.

Me olvidaba de mencionar que en Transilvania hay una tribu de gente muy especial que asegura que las ropas tan extrañas que usa, y que tanto llaman la atención de sus vecinos, son una herencia de sus antepasados, surgidos de una prisión subterránea en la que se los había sepultado hacía largo tiempo después de haberlos arrebatado del pueblito de Hamelin, en el condado de Brunswick, sin que supieran decir cómo o por qué.


Así que, Guille, saldemos nuestras deudas con todos los hombres... ¡sobre todo con los flautistas! Y sí llegan a liberarnos con su música de ratas o de ratones cumplamos nuestra promesa y paguémosles lo que hayamos convenido.

ROBERT BROWNING “Pinturas antiguas en Florencia”

ROBERT BROWNING  “Pinturas antiguas en Florencia”

ROBERT BROWNING


I

La primera mañana de marzo en que truena
La anguila da un salto en el agua, eso dicen;
Cuando yo me asomé por el arco de aloe
De la entrada a la villa, en tibio día de marzo,
Rayo alguno brillaba, ni retumbaba el trueno
Allá abajo en el valle, en donde blanca y ancha,
Lavada por el oro acuoso matutino
Florencia se extendía por toda la ladera.

II

El puente y el río, las plazas y las calles
Ante mí se ofrecían; estaban a mi alcance
A través del translúcido baño de aire vivo
Cual si fueran visiones de bola de cristal.
Y de cuanto yo vi y de cuanto alabé,
Lo más digno de encomio y más bello a la vista
Fue ese asombroso campanario de Giotto.
Pero, ¿qué causó en mí más allá del asombro?

III

Dime Giotto, ¿cómo, con esa alma tuya
Has podido engañarme cuando tanto te amaba?
Si bien un corazón aguanta algún desprecio,
No deja de sentir, ¡sabedlo tú y los tuyos!
La verdad, yo no sé por qué habría de importarme
El romper un silencio que a ellos les conviene;
Mas la cosa resulta ya menos llevadera
Cuando veo que un Giotto se une a los demás.

IV

Rodeado de olivos que estampan todo el cielo
Marcando en el azul sus ramas y sus hojas
(Las hojas afiladas que nunca se les caen)
Por el arco de aloe solía yo asomarme
Y observaba, a lo largo de las tardes de invierno,
Gracias a un don que Dios a veces me concede,
En las suaves puestas de esos soles cual lunas,
Quién andaba en Florencia, además de sus gentes.

V

Podían regatear, cantar, ir y venir
Por placer o por lucro, los hombres de Florencia:
En verdad mi interés no se centraba en ellos
Sino en las celdas huecas de la colmena humana;
En la arcada del claustro, la sala de capítulo
El ábside, transepto o nave de la iglesia;
La cripta, vislumbrada palpando y con antorcha
Y la fachada alzada para que el sol la afeite.

VI

Dondequiera que un fresco se desprende y se cae,
Dondequiera que un contorno se debilita y mengua
Hasta que en la pintura la vida se detiene,
Hay Uno a quien le duele ese latir más débil,
Que desea que el yeso no abandone el ladrillo
Y que el color no escape del todo a la escayola.
Un león que sucumbe ante la coz de un asno:
La agraviada y gran alma de un Maestro antiguo.

VII

Ocurre que a este mundo y a todo el mal que causa
Le pueden dar la espalda, seguros en la gloria,
Miguel y Rafael, en torno a cuyas obras
Pululáis y zumbáis, ¡gentes de poco seso!
¿Se contraen sus ojos a la escala terrena
Ahora que les es dado ver a Dios cara a cara,
Y han llegado, además -espero- a ser poetas?
Días festivos disfrutan allí, en todo caso.

VIII

¡Mucho les importáis con vuestras alabanzas!
Pero, ¿podrán librarse las almas agraviadas
De un mundo en que su obra provoca gran bullicio,
Donde los apodáis, gentes de poco seso,
El Viejo Maestro Tal y el Primitivo Cual,
Sin caer en que Viejo da igual que Primitivo,
Que un hermano más joven sucede a otro mayor
Y que existió un Da Vinci porque antes hubo un Dello?

IX

Y aquí, donde podrían servir vuestros elogios
Y una palabra amable, o dos, ayudarían,
Según vuestra racial costumbre el mastín gruñe
Y ladra una camada de caniches cachorros.
¿No habrá ni una palabra para ese Stefano
De frente prominente, en tiempos, y brillante,
A quien se conoció, por su sin par pintura,
Como el Imitador de la Naturaleza?

X

Ahí tenéis al Maestro; ¡contemplad, pues, amigos,
En qué queda la obra de un hombre! La planea,
La hace y perfecciona, además se disculpa
Por todos sus esfuerzos, pero después, ¡sic transit!
¡Más felices trabajan los ciegos ahorrativos,
Vuelto hacia arriba el ojo, ocupada la mano,
Sin mirar de soslayo la moneda del otro!
Es mirar hacia abajo lo que produce vértigo.


lunes, 15 de febrero de 2016

ROBERT BRIDGES “He amado flores que se marchitaron”

ROBERT BRIDGES
“He amado flores que se marchitaron”


ROBERT BRIDGES “He amado flores que se marchitaron”

He amado flores que se marchitaron,
Dentro de cuyos mágicos pétalos
Ricos colores se mezclan
Con olores de dulces esencias:
El deleite de la luna de miel,
La alegría de un amor a primera vista,
Sensaciones que envejecen en una hora
¡Mi poema es como esa flor!

He amado aires que mueren
Antes de que su encanto haya sido escrito
A lo largo de un cielo líquido
Que tiembla para recibirles.
Notas que, con el pulso de fuego,
Proclaman el deseo del espíritu,
Y entonces mueren, y se van a ninguna parte

¡Mi poema es como ese aire!
Muere, poema, muere como una exhalación,
Y marchita como una flor;
No temas una muerte florida,
¡No temas una tumba de aire!
¡Vuela con deleite, vuela!
Es este el sentido de tu amor.
Para festejarlo, ahora en tu féretro
La Belleza verterá una lágrima.


ROBERT BRIDGES “Amo las cosas bellas”

ROBERT BRIDGES
Amo las cosas bellas

ROBERT BRIDGES “Amo las cosas bellas”

Amo las cosas bellas,
Las busco y las adoro;
Son la mejor alabanza para Dios,
Y para el hombre de estos apresurados días
Son el mayor honor.

También yo haré algo
Y disfrutaré de ellas mientras tanto,
Aunque mañana parezcan ser tan solo
Como palabras de un sueño
Débilmente recordado al despertar
.



sábado, 13 de febrero de 2016

ALAIN BOSQUET “Como un deseo”

ALAIN BOSQUET  “Como un deseo”

ALAIN BOSQUET  “Como un deseo”

Como un deseo,
Y nadie sabe si será de silencio
O de perfume.
Como un impulso,
Y nadie sabe si lo proporcionan las hormigas,
Las nubes de la noche, las yeguas locas.
Como un enigma,
Y nadie sabe si le corresponde a Dios,
Al hombre, al polvo,
Resolverlo.
Como un prólogo,
Y nadie sabe si le seguirán los frutos,
Las palabras, los reproches disimulados.
Como una ciencia
Y nadie sabe a quién corresponde,
Útil o caprichosa
O mil veces contradictoria.
Como un asombro,
Y nadie sabe si existe alguien
Para asombrarse, para ser feliz,
Para determinar las grandes desgracias.
Como una ley,
Y nadie sabe si hay que proferirla,
Callarla, escribirla de nuevo
O llevarle cada mañana máscaras nuevas.


ALAIN BOSQUET “Acuérdate de ti”

ALAIN BOSQUET 
Acuérdate de ti

ALAIN BOSQUET “Acuérdate de ti”

¡Oh, acuérdate de ti!
En un jardín cogías algunas fábulas.
Unas personas muy justas
Hablaban del mundo y de su caída.
Tú te decías: "¿Tiene usted un sobrenombre?",
Y te contestabas: "Me llamo
Joya ahogada, fruta que se niega a abrirse,
Infanta sin castillo".
Te cogías de tu mano para no estar sola
Entre las flores de aprendizaje.
La época era núbil.
Si esta tarde pasaras
Ante la adolescente que fuiste,
¿Te atreverías a reconocerte
Y a invitarte a tomar el suspiro?
No tienes que acordarte de ti.



viernes, 12 de febrero de 2016

WILLIAM BLAKE "El ángel"

WILLIAM BLAKE
"El ángel"

WILLIAM BLAKE "El ángel"


Sueño soñado, ¿significado?
Yo era una virgen con un reinado,
Un ángel bueno a mí me cuidaba,
(¡Maldito lloro a nadie encantaba!)

Lloraba noche, lloraba día
Él mis lágrimas recogía
Lloraba día, lloraba noche
Yo le ocultaba muy bien mi goce.

La mañana se sonrojó
Sacó él sus alas y voló.
Sequé mi cara, armé el temor:
Escudos, lanzas, diez mil o mayor.

Pronto mi Ángel ha regresado:
Yo estaba armada, él vino en vano;
Pues el tiempo joven ya voló
Y así mi cabello encaneció.