viernes, 5 de febrero de 2016

JORGE LUIS BORGES “LA PLAZA SAN MARTÍN”

JORGE LUIS BORGES LA PLAZA SAN MARTÍN”


JORGE LUIS BORGES “LA PLAZA SAN MARTÍN”

 

A Macedonio Fernández


En busca de la tarde
fui apurando en vano las calles.
Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.
Con fino bruñimiento de caoba
la tarde entera se había remansado en la plaza,
serena y sazonada,
bienhechora y sutil como una lámpara,
clara como una frente,
grave como ademán de hombre enlutado.
Todo sentir se aquieta
bajo la absolución de los árboles
–jacarandás, acacias–
cuyas piadosas curvas
atenúan la rigidez de la imposible estatua
y en cuya red se exalta
la gloria de las luces equidistantes
del leve azul y de la tierra rojiza.
¡Qué bien se ve la tarde
desde el fácil sosiego de los bancos!
Abajo
el puerto anhela latitudes lejanas
y la honda plaza igualadora de almas
se abre como la muerte, como el sueño.


JORGE LUIS BORGES “CALLE DESCONOCIDA”

JORGE LUIS BORGES
“CALLE DESCONOCIDA”

JORGE LUIS BORGES “CALLE DESCONOCIDA”

Penumbra de la paloma
llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde
cuando la sombra no entorpece los pasos
y la venida de la noche se advierte
como una música esperada y antigua,
como un grato declive.
En esa hora en que la luz
tiene una finura de arena,
di con una calle ignorada,
abierta en noble anchura de terraza,
cuyas cornisas y paredes mostraban
colores tenues como el mismo cielo
que conmovía el fondo.
Todo –la medianía de las casas,
las modestas balaustradas y llamadores,
tal vez una esperanza de niña en los balcones–
entró en mi vano corazón
con limpidez de lágrima.
Quizá esa hora de la tarde de plata
diera su ternura a la calle,
haciéndola tan real como un verso
olvidado y recuperado.
Sólo después reflexioné
que aquella calle de la tarde era ajena,
que toda casa es un candelabro
donde las vidas de los hombres arden
como velas aisladas,
que todo inmeditado paso nuestro

camina sobre Gólgotas.

JORGE LUIS BORGES “LA RECOLETA”

JORGE LUIS BORGES
“LA RECOLETA”

JORGE LUIS BORGES

Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de la historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son formas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa en otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.



jueves, 4 de febrero de 2016

RICHARD ALDINGTON “ Imágenes”

RICHARD ALDINGTON
Imágenes

RICHARD ALDINGTON “ Imágenes”

I

Como una góndola de verdes frutos perfumados
Deslizándose por los canales venecianos,
Tú, la exquisita,
Has entrado en mi ciudad desolada.

II

El humo azul brota
Como arremolinadas nubes de pájaros que desaparecen.
Así también mi amor brota hacia ti,
Desaparece y es renovado.

III

Una luna de amarillo sonrosado en un pálido firmamento
Cuando el crepúsculo es tenue bermellón
Sobre la bruma entre las ramas de los árboles
Eres para mí.





RICHARD ALDINGTON “Atardeceres”

RICHARD ALDINGTON

Atardeceres


RICHARD ALDINGTON


El cuerpo blanco del atardecer
Se desgarra y se vuelve escarlata,
Tajeado y drenado y desecado
Hasta volverse carmesí,
Y cuelga irónicamente
Con guirnaldas de niebla.



Y el viento
Soplando sobre Londres desde Flandes
Tiene un gusto agrio.

domingo, 17 de enero de 2016

JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN .Fragmentos de "Tabaré": Fragmento II

JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN

.Fragmentos de "Tabaré":

 Fragmento II


JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN

Vosotros, los que amáis los imposibles;
Los que vivís la vida de la idea;
Los que sabéis de ignotas muchedumbres,
Que los espacios infinitos pueblan,

Y de esos seres que entran en las almas,
Y mensajes oscuros les revelan,
Desabrochan las flores en el campo,
Y encienden en el cielo las estrellas;

Los que escucháis quejidos y palabras
En el triste rumor de la hoja seca,
Y algo más que la idea del invierno,
Próximo y frío, a vuestra mente llega,

Al mirar que los vientos otoñales
Los árboles desnudan, y los dejan
Ateridos, inmóviles, deformes,
Como esqueletos de hermosuras muertas;

Seguidme, hasta saber de esas historias
Que el mar, y el cielo, y el dolor nos cuentan;
Que narran el ombú de nuestras lomas,
El verde canelón de las riberas,

La palina centenaria, el camalote,
El ñandubay, los talas y las ceibas:
La historia de la sangre de un desierto,
La triste historia de una raza muerta.

Y vosotros aún más, bardos amigos,
Trovadores galanos de mi tierra,
Vírgenes de mi patria y de mi raza,
Que templáis el laúd de los poetas;

Seguidme juntos, a escuchar las notas
De una elegía, que, en la patria nuestra,
El bosque entona, cuando queda solo,
Y todo duerme entre sus ramas quietas;

Crecen laureles, hijos de la noche,
Que esperan liras, para asirse a ellas,
Allá en la oscuridad, en que aún palpita
El grito del desierto y de la selva.


JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN .Fragmentos de "Tabaré": Fragmento I

JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN

.Fragmentos de "Tabaré":

JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN

Levantaré la losa de una tumba;
E, internándome en ella,
Encenderé en el fondo el pensamiento,
Que alumbrará la sociedad inmensa.


Dadme una lira y vamos: la de hierro,
La más pesada y negra;
Esa, la de apoyarse en las rodillas,
Y sostenerse con la mano trémula,


Mientras la azota el viento temeroso
Que silba en las tormentas,
Y, al golpe del granizo restallando,
Sus acordes difunde en las tinieblas;


La de cantar, sentado entre las ruinas,
Como el ave agorera;
La que, arrojada al fondo del abismo,
Del fondo del abismo nos contesta.


Al desgranarse las potentes notas
De sus heridas cuerdas,
Despertarán los ecos que han dormido
Sueño de siglos en la oscura huesa;


Y formarán la estrofa que revele
Que la muerte, piensa:
Resurrección de voces extinguidas,
Extraño acorde que en mi mente suene.