JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN
.Fragmentos de "Tabaré":
Fragmento II
Vosotros, los que amáis los
imposibles;
Los que vivís la vida de la idea;
Los que sabéis de ignotas muchedumbres,
Que los espacios infinitos pueblan,
Los que vivís la vida de la idea;
Los que sabéis de ignotas muchedumbres,
Que los espacios infinitos pueblan,
Y de esos seres que entran en las
almas,
Y mensajes oscuros les revelan,
Desabrochan las flores en el campo,
Y encienden en el cielo las estrellas;
Y mensajes oscuros les revelan,
Desabrochan las flores en el campo,
Y encienden en el cielo las estrellas;
Los que escucháis quejidos y palabras
En el triste rumor de la hoja seca,
Y algo más que la idea del invierno,
Próximo y frío, a vuestra mente llega,
En el triste rumor de la hoja seca,
Y algo más que la idea del invierno,
Próximo y frío, a vuestra mente llega,
Al mirar que los vientos otoñales
Los árboles desnudan, y los dejan
Ateridos, inmóviles, deformes,
Como esqueletos de hermosuras muertas;
Los árboles desnudan, y los dejan
Ateridos, inmóviles, deformes,
Como esqueletos de hermosuras muertas;
Seguidme, hasta saber de esas
historias
Que el mar, y el cielo, y el dolor nos cuentan;
Que narran el ombú de nuestras lomas,
El verde canelón de las riberas,
Que el mar, y el cielo, y el dolor nos cuentan;
Que narran el ombú de nuestras lomas,
El verde canelón de las riberas,
La palina centenaria, el camalote,
El ñandubay, los talas y las ceibas:
La historia de la sangre de un desierto,
La triste historia de una raza muerta.
El ñandubay, los talas y las ceibas:
La historia de la sangre de un desierto,
La triste historia de una raza muerta.
Y vosotros aún más, bardos amigos,
Trovadores galanos de mi tierra,
Vírgenes de mi patria y de mi raza,
Que templáis el laúd de los poetas;
Trovadores galanos de mi tierra,
Vírgenes de mi patria y de mi raza,
Que templáis el laúd de los poetas;
Seguidme juntos, a escuchar las notas
De una elegía, que, en la patria nuestra,
El bosque entona, cuando queda solo,
Y todo duerme entre sus ramas quietas;
De una elegía, que, en la patria nuestra,
El bosque entona, cuando queda solo,
Y todo duerme entre sus ramas quietas;
Crecen laureles, hijos de la noche,
Que esperan liras, para asirse a ellas,
Allá en la oscuridad, en que aún palpita
El grito del desierto y de la selva.
Que esperan liras, para asirse a ellas,
Allá en la oscuridad, en que aún palpita
El grito del desierto y de la selva.
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