martes, 9 de febrero de 2016

SAMUEL BECKETT “Cascando”

SAMUEL BECKETT 

beckett


1

Por qué no simplemente no esperar
A ser ocasión de
Un vertedero de palabras.

¿No es mejor abortar que ser estéril?

Después de tu partida las horas son tan tristes
Siempre empiezan a rastras demasiado pronto
Los garfios desgarrando con ceguedad el lecho de miseria
Rescatando los huesos los amores antiguos
Cuencas una vez llenas con ojos como tuyos
¿Es mejor siempre demasiado pronto que jamás?
Negra necesidad salpicando los rostros
Diciendo una vez más nunca flotó lo amado nueve días
Ni nueve meses
Ni nueve vidas.

2

Diciendo una vez más
Si no me enseñas tú no aprenderé
Diciendo una vez más existe un último
Atardecer de últimas veces
Últimas veces de mendigar
Últimas veces de amar
De saber no saber simular
Un último atardecer de últimas veces de decir
Sino me amas nunca seré amado
Si no te amo ya no amaré nunca.

Un batir de palabras gastadas una vez más en el corazón
Amor amor amor golpe de un émbolo antiquísimo
Moliendo el suero inalterable
De las palabras.

Una vez más aterrado
De no amar, de amar
Pero no a ti
De ser amado y no por ti
De saber no saber simular
Simular.

Yo y todos los otros que te amen
Si te aman.

3

A menos que te amen.

SAMUEL BECKETT “Vejez” Canción

SAMUEL BECKETT
“Vejez” Canción

SAMUEL BECKETT “Vejez” Canción

Vejez es estar de cuclillas
Agazapado en el hogar
Temblando porque la bruja
Ponga el perol en la cama
Y traiga el ponche
Ella llega en las cenizas
Quien amada no fue conquistada
O conquistada no fue amada
O algún otro pesar
Llega a las cenizas
Como en esa vieja luz
El rostro en las cenizas
Esa vieja luz de una estrella
Otra vez en la tierra.


lunes, 8 de febrero de 2016

CHARLES BAUDELAIRE “A la que es demasiado alegre”

CHARLES BAUDELAIRE
A la que es demasiado alegre”

CHARLES BAUDELAIRE “A la que es demasiado alegre”


Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El destelleante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi ironía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.


CHARLES BAUDELAIRE “A la muy querida, a la muy bella”

CHARLES BAUDELAIRE 
A la muy querida, a la muy bella



CHARLES BAUDELAIRE

A la muy querida, a la muy bella
Que llena mi corazón de claridad,
Al ángel, al ídolo inmortal,
¡Salud en la inmortalidad!

Ella se extiende en mi vida
Como un aire impregnado de sal,
Y en mi alma no saciada
Derrama el sabor de lo eterno.

Saquito siempre fresco que perfuma
La atmósfera de un reducto querido,
Incensario olvidado que echa humo
En secreto a través de la noche,

¿Cómo -amor incorruptible-
Definirte con acierto?
¡Grano de almizcle que yaces, invisible,
En el fondo de mi eternidad!

A la muy buena, a la muy bella,
Que constituye mi alegría y mi salud,
Al ángel, al ídolo inmortal,
¡Salud en la inmortalidad!

 


viernes, 5 de febrero de 2016

JORGE LUIS BORGES “LA PLAZA SAN MARTÍN”

JORGE LUIS BORGES LA PLAZA SAN MARTÍN”


JORGE LUIS BORGES “LA PLAZA SAN MARTÍN”

 

A Macedonio Fernández


En busca de la tarde
fui apurando en vano las calles.
Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.
Con fino bruñimiento de caoba
la tarde entera se había remansado en la plaza,
serena y sazonada,
bienhechora y sutil como una lámpara,
clara como una frente,
grave como ademán de hombre enlutado.
Todo sentir se aquieta
bajo la absolución de los árboles
–jacarandás, acacias–
cuyas piadosas curvas
atenúan la rigidez de la imposible estatua
y en cuya red se exalta
la gloria de las luces equidistantes
del leve azul y de la tierra rojiza.
¡Qué bien se ve la tarde
desde el fácil sosiego de los bancos!
Abajo
el puerto anhela latitudes lejanas
y la honda plaza igualadora de almas
se abre como la muerte, como el sueño.


JORGE LUIS BORGES “CALLE DESCONOCIDA”

JORGE LUIS BORGES
“CALLE DESCONOCIDA”

JORGE LUIS BORGES “CALLE DESCONOCIDA”

Penumbra de la paloma
llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde
cuando la sombra no entorpece los pasos
y la venida de la noche se advierte
como una música esperada y antigua,
como un grato declive.
En esa hora en que la luz
tiene una finura de arena,
di con una calle ignorada,
abierta en noble anchura de terraza,
cuyas cornisas y paredes mostraban
colores tenues como el mismo cielo
que conmovía el fondo.
Todo –la medianía de las casas,
las modestas balaustradas y llamadores,
tal vez una esperanza de niña en los balcones–
entró en mi vano corazón
con limpidez de lágrima.
Quizá esa hora de la tarde de plata
diera su ternura a la calle,
haciéndola tan real como un verso
olvidado y recuperado.
Sólo después reflexioné
que aquella calle de la tarde era ajena,
que toda casa es un candelabro
donde las vidas de los hombres arden
como velas aisladas,
que todo inmeditado paso nuestro

camina sobre Gólgotas.

JORGE LUIS BORGES “LA RECOLETA”

JORGE LUIS BORGES
“LA RECOLETA”

JORGE LUIS BORGES

Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de la historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son formas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa en otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.