jueves, 17 de septiembre de 2015

GONZALO ROJAS "Algo de música"

GONZALO ROJAS
"Algo de música"


Del cuerpo; se ha dicho que el cuerpo
De tanto arder va haciéndose traslúcido
En su barniz, y eso de las células
Cerebrales es más bien farsa
De acuerdo con el éter del tres mil,
Puede
¿Por qué no? De poder puede
Siempre que no sobre la madre
En esto de la preñez y todo se convierta en botella,
En copa o en botella es lo mismo, y la resurrección
Sea un vidrio distinto, de nueve meses venenosos.

Con otro cielo, claro está, y otra distribución
De lo umbilical donde la fiesta sea de uranio
Con arcángeles de uranio y rosas de uranio,
Una fiesta larga con además desnudas bellísimas
De uranio, a la velocidad
De la mortandad del uranio.


Y algo de música, siempre algo de música,
¿Por qué no? Con trompetas.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

DUQUE DE RIVAS "Un castellano leal" Romance II

DUQUE DE RIVAS
"Un castellano leal"
Romance II



En una anchurosa cuadra
Del alcázar de Toledo,
Cuyas paredes adornan
Ricos tapices flamencos,

Al lado de una gran mesa
Que cubre de terciopelo
Napolitano tapete
Con borlones de oro y flecos;

Ante un sillón de respaldo
Que entre bordado arabesco
Los timbres de España ostenta
Y el águila del Imperio.

De pie estaba Carlos Quinto
Que en España era Primero,
Con gallardo y noble talle,
Con noble y tranquilo aspecto.

De brocado de oro y blanco
Viste tabardo tudesco,
De rubias martas orlado,
Y desabrochado y suelto;

Dejando ver un justillo
De raso jalde, cubierto
Con primorosos bordados
Y costosos sobrepuestos;

Y la excelsa y noble insignia
Del Toisón de Oro, pendiendo
De una preciosa cadena
En la mitad de su pecho.

Un birrete de velludo
Con un blanco airón, sujeto
Por un joyel de diamantes
Y un antiguo camafeo;

Descubre por ambos lados,
Tanta majestad cubriendo,
Rubio, cual barba y bigote
Bien atusado el cabello.

Apoyada en la cadera
La potente diestra ha puesto,
Que aprieta dos guantes de ámbar
Y un primoroso mosquero.

Y con la siniestra halaga,
De un mastín muy corpulento,
Blanco, y las orejas rubias,
El ancho y carnoso cuello.

Con el Condestable insigne,
Apaciguador del reino,
De los pasados disturbios
Acaso está discurriendo;

O del trato que dispone
Con el rey de Francia, preso,
O de asuntos de Alemania,
Agitada por Lutero.

Cuando un tropel de caballos
Oye venir, a lo lejos,
Y ante el alcázar pararse,
Quedando todo en silencio.

En la antecámara suena
Rumor impensado luego,
Ábrese al fin la mampara
Y entra el de Borbón soberbio;

Con el semblante de azufre,
Y con los ojos de fuego,
Bramando de ira y de rabia
Que enfrena mal el respeto.

Y con balbuciente lengua
Y con mal borrado ceño,
Acusa al de Benavente,
Un desagravio pidiendo.

Del español Condestable
Latió con orgullo el pecho,
Ufano de la entereza
De su esclarecido deudo.

Y, aunque advertido procura
Disimular cual discreto,
A su noble rostro asoman
La aprobación y el contento.

El Emperador un punto
Quedó indeciso y suspenso,
Sin saber qué responderle
Al francés, de enojo ciego.

Y aunque en su interior se goza
Con el proceder violento
Del conde de Benavente,
De altas esperanzas lleno;

Por tener tales vasallos,
De noble lealtad modelos,
Y con los que el ancho mundo
Será a sus glorias estrecho;

Mucho al de Borbón le debe
Y es fuerza satisfacerlo,
Le ofrece para calmarlo
Un desagravio completo;

Y llamando a un gentilhombre,
Con el semblante severo
Manda que el de Benavente
Venga a su presencia presto.

DUQUE DE RIVAS "Un castellano leal"Romance I

DUQUE DE RIVAS
"Un castellano leal"
Romance I



"Hola, hidalgos y escuderos
De mi alcurnia y mi blasón,
Mirad, como bien nacidos,
De mi sangre y casa en pro.

"Esas puertas se defiendan
Que no ha de entrar ¡vive Dios!
Por ellas, quien no estuviere
Más limpio que lo está el sol,

"No profane mi palacio
Un fementido traidor
Que contra su rey combate
Y que a su patria vendió.

Pues si él es de reyes primo,
Primo de reyes soy yo,
Y conde de Benavente
Si él es duque de Borbón.

"Llevándole de ventaja,
Que nunca jamás manchó
La traición mi noble sangre,
Y haber nacido español".

Así atronaba la calle
Una ya cascada voz,
Que de un palacio salía
Cuya puerta se cerró;

Y a la que estaba a caballo
Sobre un negro pisador,
Siendo en su escudo las lises
Más bien que timbre, baldón;

Y de pajes y escuderos
Llevando un tropel en pos
Cubiertos de ricas galas,
El gran duque de Borbón.

El que lidiando en Pavía
Más que valiente, feroz,
Gozóse en ver prisionero
A su natural señor;

Y que a Toledo ha venido
Ufano de su traición,
Para recibir mercedes,
Y ver al Emperador.

martes, 15 de septiembre de 2015

ALFONSO REYES OCHOA "A Enrique González Martínez"

ALFONSO REYES OCHOA
"A Enrique González Martínez"



Muchas sendas hollé, muchos caminos
Solicitaron el afán creciente,
De contrastar los usos de la gente
Y confundirme con los peregrinos.

Mezclaba los sabores de los vinos
En cada clima caprichosamente,
Y yo no sé si ello fue prudente
O si mis pasos fueron desatinos.

Había que buscar la ruta cierta
Y ceñir el desborde con el dique.
Volví cansado, procuré la puerta...

Y déjame, poeta, que lo explique
Como quien se despoja y se liberta:
Tú estabas a la puerta, claro Enrique

ALFONSO REYES OCHOA "¡A Cuernavaca!"


ALFONSO REYES OCHOA "¡A Cuernavaca!"



I

A Cuernavaca voy, dulce retiro,
Cuando, por veleidad o desaliento,
Cedo al afán de interrumpir el cuento
Y dar a mi relato algún respiro.

A Cuernavaca voy, que sólo aspiro
A disfrutar sus auras un momento:
Pausa de libertad y esparcimiento
A la breve distancia de un suspiro.
Ni campo ni ciudad, cima ni hondura;
Beata soledad, quietud que aplaca
O mansa compañía sin hartura.

Tibieza vegetal donde se hamaca
El ser en filosófica mesura...
¡A Cuernavaca voy, a Cuernavaca!

II

No sé si con mi ánimo lo inspiro
O si el reposo se me da de intento.
Sea realidad o fingimiento,
¿A qué me lo pregunto, a qué deliro?
Básteme ya saber, dulce retiro
Que solazas mis sienes con tu aliento:
Pausa de libertad y esparcimiento
A la breve distancia de un suspiro.

El sosiego y la luz el alma apura
Como vino cordial; trina la urraca
Y el laurel de los pájaros murmura;

Vuela una nube; un astro se destaca,
Y el tiempo mismo se suspende y dura...
¡A Cuernavaca voy, a Cuernavaca!

MARILINA RÉBORA "A mi hijo"


MARILINA RÉBORA
"A mi hijo"


Alguien dijo que recuerdas
Un niñito de Murillo,
Y en verdad que lo pareces
Por tu gracia y por tus rizos.
Tienes cabellos castaños,
Ensortijados y finos
Con algo de oro en las sienes,
Como si fuera rocío.
La tez pálida y morena,
Negros ojos expresivos
Que miran llenos de asombro,
Como miran los del niño.
Estabas con tus juguetes,
De pie sobre el ancho piso,
Cuando te vi de repente
Junto al blanco corderillo;
Y al mismo tiempo la imagen
Que tuviera en el olvido
Apareció viva y fuerte,
Tan clara como un prodigio.
Sin perder un solo instante,
Entré de un salto al recinto
Y trepando como pude
Saqué el Cristo de su sitio,
Colocándolo a tu lado
Según era mi designio.
Y después, en un arranque
De ternura y de cariño,
Orgullosa más que nunca
De mi hijo y de mi niño,
Exclamé dándote un beso
En ese rostro tan lindo:
"¡Eres el San Juan Bautista
Más delicioso que he visto!"

MARILINA RÉBORA "A la muerte"

MARILINA RÉBORA
"A la muerte"


I

Muerte,
Fatal término, ausencia por siempre.
Sólo el campo yermo que nos recibe,
De su tierra, nuevo abono.
Nunca más la fragancia de la brizna de hierba
Ni el arder de encendidos leños;
Tampoco la fina llovizna de la ola rompiente
En el rostro de frescura ávido.

II

"Era nuestra madre", dirán después los hijos
Con ternura en los ojos.
El dolor de la ausencia, olvidados objetos
Mañana joyas auténticas.
"Ella decía...", repetirán las frases
Antes molestas
A causa de desgano
O ansias de silencio
O sueños de libertad.
Sílabas musicales enhebrarán palabras en recuerdos imperiosos,
Desesperación de volver a vivir en el tiempo...
Tarda respuesta a un canto de amor.
"¿Recuerdas aquel gesto?
"¿Y su sonrisa triste?
"¿Y su pensamiento fijo en nosotros?
"¿Sus manos, suavidad de alas rozando nuestros rostros?
"¿El paso quedo junto a nuestro lecho en la alta noche
Y el murmullo de plegaria para encomendarnos a Dios?

III

Poco a poco el ausente
Más lejos cada vez en el recuerdo
-Que alguien siempre lo reemplaza-;
Sus cosas van perdiendo la fragancia que de él se desprendía,
Impregnándolas;
La manera de inclinarlas no es la misma
Y en el tiempo
Va cambiándoselas de sitio.
Cada día su nombre acude menos al labio.
Las lágrimas en manantial ya no brotan;
Tan sólo de a una
Que se enjuga furtiva.
Hasta que todas secan
Agotada la fuente de dolor.
Un velo cubre entonces la imagen en la retina,
La maleza oculta la antes nítida figura en todo paisaje,
Visten los ambientes colores de seres distintos
Que distraen,
Va el alma tras vivencias nuevas.
Y un día
Se llora el olvido.

Tú, muerte tan temida,
Sólo eres un pretexto:
El olvido es más cruel que tu guadaña.