viernes, 19 de junio de 2015

GABRIELA MISTRAL “Besos”

GABRIELA MISTRAL
“Besos”


Hay besos que pronuncian por sí solos
La sentencia de amor condenatoria,
Hay besos que se dan con la mirada
Hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
Hay besos enigmáticos, sinceros
Hay besos que se dan sólo las almas
Hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
Hay besos que arrebatan los sentidos,
Hay besos misteriosos que han dejado
Mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
Una clave que nadie ha descifrado,
Hay besos que engendran la tragedia
Cuántas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
Que palpitan en íntimos anhelos,
Hay besos que en los labios dejan huellas
Como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
Por sublimes, ingenuos y por puros,
Hay besos traicioneros y cobardes,
Hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
En su rostro de Dios la felonía,
Mientras la Magdalena con sus besos
Fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpitan
El amor, la traición y los dolores,
En las bodas humanas se parecen
A la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
De amorosa pasión ardiente y loca,
Tú los conoces bien, son besos míos
Inventados por mí para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
Llevan los surcos de un amor vedado,
Besos de tempestad, salvajes besos
Que sólo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
Cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
Y en los espasmos de emoción terrible,
Llenaronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
Te vi celoso imaginando agravios,
Te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
Y qué viste después? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
Son de impasible corazón de roca,
Yo te enseñé a besar con besos míos
Inventados por mí para tu boca.


MEIRA DELMAR “Elegía de Leyla Khaled”

MEIRA DELMAR

“Elegía de Leyla Khaled”


Te rompieron la infancia, Leyla Kháled.

Lo mismo que una espiga
O el tallo de una flor,
Te rompieron
Los años del asombro y la ternura,
Y asolaron la puerta de tu casa
Para que entrara el viento del exilio.

Y comenzaste a andar,
La patria a cuestas,
La patria convertida en el recuerdo
De un sitio que borraron de los mapas,
Y dolía más hondo cada hora,
Y volvía más triste del silencio,
Y gritaba más fuerte en el castigo.

Y un día, Leyla Kháled, noche pura,
Noche herida de estrellas, te encontraste
Los campos, las aldeas, los caminos,
Tatuados en la piel de la memoria,
Moviéndose en tu sangre roja y viva,
Llenándote los ojos de sed suya,
Las manos y los hombros de fusiles,
De fiera rebeldía los insomnios.
Y comenzaron a llamarte nombres
Amargos de ignominia,
Y te lanzaron voces como espinas
Desde los cuatro puntos cardinales,
Y marcaron tu paso con el hierro
Del oprobio.

Tú, sorda y ciega, en medio
De las ávidas zarpas enemigas,
Ardías en tu fuego, caminante
De frontera a frontera,
Escudando tu pecho contra el odio
Con la incierta certeza del regreso
A la tierra luctuosa de que fueras
Por mil manos extrañas despojada.

Te vieron los desiertos, las ciudades,
La prisa de los trenes, afiebrada,
Absorta en tu destino guerrillero,
Negándote al amor y los sollozos,
Perdiéndote por fin entre la sombra.

Nadie sabe, no sé cuál fue tu rumbo,
Si yaces bajo el polvo, si deambulas
Por los valles del mar, profunda y sola,
O te mueves aún con la pisada
Felina de la bestia que persiguen.

Nadie sabe. No sé. Pero te alzas
De repente en la niebla del desvelo,
Iracunda y terrible, Leyla Kháled,
Oveja en lobo convertida, rosa
De dulce tacto en muerte transformada.


jueves, 18 de junio de 2015

Alejandra Pizarnik "EXILIO "

Alejandra Pizarnik 

"EXILIO "



a Raúl Gustavo Aguirre 

Esta manía de saberme ángel, 
sin edad, 
sin muerte en qué vivirme, 
sin piedad por mi nombre 
ni por mis huesos que lloran vagando. 

¿Y quién no tiene un amor? 
¿Y quién no goza entre amapolas? 
¿Y quién no posee un fuego, una muerte, 
un miedo, algo horrible, 
aunque fuere con plumas 
aunque fuere con sonrisas? 

Siniestro delirio amar una sombra. 
La sombra no muere. 
Y mi amor 
sólo abraza a lo que fluye 
como lava del infierno: 
una logia callada, 
fantasmas en dulce erección, 
sacerdotes de espuma, 
y sobre todo ángeles, 
ámgeles bellos como cuchillos 
que se elevan en la noche 
y devastan la esperanza. 

Andrés Bello "EL CÓNDOR Y EL POETA"

Andrés Bello
"EL CÓNDOR Y EL POETA"


Diálogo

POETA
-Escucha, amigo Cóndor, mi exorcismo;
obedece a la voz del mago Mitre,
que ha convertido en trípode el pupitre;
apréstate a una espléndida misión.

CÓNDOR
-¡Poeta audaz, que de mi aéreo nido
en el silencio lóbrego derramas
cántico misterioso! ¿a qué me llamas?
Yo sostengo de Chile el paladión.

POETA
-No importa; es caso urgente, es una empresa
digna de ti, de tu encumbrado vuelo,
y de tus uñas; subirás al cielo,
escalarás la vasta esfera azul.

CÓNDOR
-¿Y qué será del paladión en tanto,
cuya custodia la nación me fía?

POETA
-Puedes encomendarlo por un día
a las fieles pezuñas del Huemul.

CÓNDOR
Pero el camino del Olimpo ignoro.

POETA
-Mientes; tú hurtaste al cielo, ave altanera,
en pro de nuestros padres, la primera
chispa de libertad que en Chile ardió.

CÓNDOR
-¡Falaz leyenda! ¡Apócrifa patraña!
Robaba entonces yo por valle y cumbre,
según mi antigua natural costumbre;
monarca de los buitres era yo.
Años después, llamáronme, y conmigo
vino esa pobre, tímida alimaña,
de los andinos valles ermitaña;
y, el paladión nos dieron a guardar.
Mal concertada yunta, que, algún día,
recordando los hábitos de marras,
estuve a punto de esgrimir las garras,
y atroz huemulicidio ejecutar.

POETA
-¡Oh mente de los hombres adivina!
¡Oh inspiración profética! No sabes,
alado monstruo, espanto de las aves,
el oculto misterio de esa unión.

¡Junto a la mansa paz, atroz instinto
de pillaje y de sangre! ¡Incauto el uno,
audaz el otro en tentador ayuno,
y de la Patria en medio el paladión!

Tremendo porvenir, yo te adivino,
pero no tiemblo. Es fuerza te abras paso
de la ilustrada Europa al rudo ocaso;
está en el libro del destino así.

Sus últimos destellos da la antorcha
que el hijo de Japeto trajo al mundo;
suceda al viejo faro moribundo
joven tizón, ardiente, baladí.

CÓNDOR
-No sé, poeta, interpretar enigmas;
no entiendo de tizones ni de faro.
Deja los circunloquios, y habla claro.
¿De qué se trata? Explícate una vez.

POETA
-De aquel fuego sagrado que trajiste
¿niégaslo en vano? a un ínclito caudillo,
apenas queda agonizante brillo;
nos viene encima infausta lobreguez.
Renovarlo es preciso.

CÓNDOR
-¿Cómo?

POETA
-Debes
seguir del sol la luminosa huella,
sorprenderle, robarle una centella,
metértela en los ojos, y escapar.

CÓNDOR
-Muy bien; me guardo el fuego en las pupilas,
cual si fueran volcánicas cavernas.
¿Y qué haré luego de mis dos linternas?

POETA
-Quiero a Chile con ellas incendiar.

CÓNDOR
-¿Incendiarlo? ¿Estás loco? ¿De eso tratas?

POETA
-Incendiarlo pretendo en patriotismo;
abrasarlo, molondro, no es lo mismo;
quiero hacer una inmensa fundición.
Quiero llamas que cundan pavorosas,
descomunales llamas, llamas grandes,
que derritan la nieve de los Andes
y la de tanto helado corazón.

¿Abrasar? ¡Linda flema! -¿Es tiempo ahora
de contentarse con mezquinas brasas
que den pálida luz, chispas escasas,
como para el abrigo de un desván?
No, señor; vasto incendio, llamas, llamas,
que unas sobre las otras se encaramen,
y levantando rojas crestas bramen,
y les sirva de fuelle un huracán.

Despacha, pues; arranca; desarrolla
el raudo vuelo; tiende el ala grave,
como la parda vela de la nave
cuando silba en la jarcia el vendaval.
Vuela, vuela, plumífero pirata;
recuerda tu nativa felonía;
asalta de improviso al rey del día
en su carroza de oro y de cristal.

CÓNDOR
-Ya te obedezco, y tiendo como mandas,
el ala; aunque eso de tenderla un ave
no ligera ni leve, sino grave,
para tanto volar no es lo mejor.
Y si de más a más tenderla debo,
como la parda vela el navegante
cuando oye la tormenta resonante
que amenazando silba, peor que peor.

Que no desplega entonces el velamen,
antes amaina el cauto marinero,
y aguanta a palo seco el choque fiero,
si salvar piensa al mísero bajel.
Así lo vi mil veces, revolando
entre las nubes negras, cuando hinchaba
la Mar del Sur sus ondas, y bregaba
contra la tempestad el timonel.

POETA
-No lo entiendes: la nave del Estado
es la que yo pintaba; y la maniobra
a que apelamos hoy, cuando zozobra,
no es amainar, estúpido ladrón.

CÓNDOR
-¿Pues qué ha de hacer entonces el piloto?

POETA
-Según doctrina de moderna escuela,
debe correr fortuna a toda vela,
sin bitácora, sonda, ni timón.
Si tú leyeras, avechucho idiota,
gacetas nacionales y extranjeras,
la ignorancia en que vives conocieras;
todo ha cambiado entre los hombres ya.

Altos descubrimientos reservados
tuvo el destino al siglo diecinueve;
hoy en cualquiera charco un niño bebe
más que en un hondo río su papá.
¡Oh siglo de los siglos! ¡Cual machacas
es tu almirez decrépitas ideas!

¡Qué de fantasmagorías coloreas
en el vapor del vino y del café!
¡No era lástima ver encandilarse
los hombres estudiándose a sí mismos;
y tras mil embrollados silogismos,
salir con sólo sé que nada sé!

¡Ea, pues! ¡A la empresa! Bate el ala,
y apercibe también las corvas uñas,
y guárdate de mí si refunfuñas,
lobo rapaz, injerto de avestruz.

CÓNDOR
¿volando? -Ama aún el buitre robador su nido;
Chile, a traerte voy, no la centella
que incendiando devora, sino aquella
que da calor vital y hermosa luz.

martes, 16 de junio de 2015

EMILY DICKINSON “Porque yo no podía detener la muerte”

EMILY DICKINSON

“Porque yo no podía detener la muerte”




Porque yo no podía detener la muerte,
Bondadosa se detuvo ante mí
En el carruaje cabíamos sólo nosotras
Y la inmortalidad.
Lentamente avanzamos, sin apuro,
Yo puse de lado
Mi labor y mi ocio
Por cortesía hacia ellas.
Pasamos por la escuela, donde jugaban
En el recreo del patio los niños.
Pasamos por los serenos pastos del campo,
Pasamos por la puesta de sol.
O, más bien, él nos pasó.
El rocío caía trémulo y frío,
Y sólo de gasa era mi vestido,
Mi esclavina sólo de tul.
Nos detuvimos ante una casa que parecía
Una protuberancia de la tierra,
El techo apenas visible,
La cornisa casi en el suelo.
Desde entonces siglos pasaron, y aún
Me parece más corto que aquel día
En que por vez primera intuí
Que las cabezas de los caballos
Apuntaban a la eternidad.


PAUL VERLAINE "Mujer y gata"

PAUL VERLAINE

"Mujer y gata"



La sorprendí jugando con su gata,
Y contemplar causóme maravilla
La mano blanca con la blanca pata,
De la tarde a la luz que apenas brilla.

¡Como supo esconder la mojigata,
Del mitón tras la negra redecilla,
La punta de marfil que juega y mata,
Con acerados tintes de cuchilla!

Melindrosa a la par por su compañera
Ocultaba también la garra fiera;
Y al rodar abrazadas por la alfombra,

Un sonoro reír cruzó el ambiente
Del salón... y brillaron de repente

¡Cuatro puntos de fósforo en la sombra

lunes, 15 de junio de 2015

FACUNDO CABRAL "CUANDO UN AMIGO SE VA"

FACUNDO CABRAL 

CUANDO UN AMIGO SE VA


Cuando un amigo se va
Queda un espacio vació
Que no lo puede llenar
La llegada de otro amigo

Cuando un amigo se va
Queda un tizón encendido
Que no se puede apagar
Ni con las aguas de un rio

Cuando un amigo se va
Una estrella se a perdido
La que ilumina el lugar
Donde hay un niño dormido

Cuando un amigo se va
Se detienen los caminos
Y se empieza a revelar
El duende manso del vino

Cuando un amigo se va
Galopando su destino
Empieza el alma a vibrar
Por que se llena de frio

Cuando un amigo se va
Queda un terreno baldío
Que quiere el tiempo llenar
Con las piedras del astillo

Cuando un amigo se va
Se queda un árbol caído
Que ya no vuelve a brotar
Por que el viento a vencido

Cuando un amigo se va
Queda un espacio vació
Que no lo puede llenar
La llegada de otro amigo