viernes, 22 de mayo de 2015

NICANOR PARRA COPLAS DEL VINO

NICANOR PARRA 

COPLAS DEL VINO



Nervioso, pero sin duelo
A toda la concurrencia
Por la mala voz suplico
Perdón y condescendencia.
Con mi cara de ataúd
Y mis mariposas viejas
Yo también me hago presente
En esta solemne fiesta.
¿Hay algo, pregunto yo,
Más noble que una botella
De vino bien conversado
Entre dos almas gemelas?
El vino tiene un poder
Que admira y que desconcierta
Transmuta la nieve en fuego
Y al fuego lo vuelve piedra.
El vino es todo, es el mar
Las botas de veinte leguas
La alfombra mágica, el sol
El loro de siete lenguas.
Algunos toman por sed
Otros por olvidar deudas.
Y yo por ver lagartijas
Y sapos en las estrellas.
El hombre que no se bebe
Su copa sanguinolenta
No puede ser, creo yo
Cristiano de buena cepa.
El vino puede tomarse
En lata, cristal o greda
Pero es mejor en copihue
En fucsia o en azucena.
El pobre toma su trago
Para compensar las deudas
Que no se pueden pagar
Con lágrimas ni con huelgas.
Si me dieran a elegir
Entre diamantes y perlas
Yo elegiría un racimo
De uvas blancas y negras.
El ciego con una copa
Ve chispas y ve centellas
Y el cojo de nacimiento
Se pone a bailar la cueca.
El vino cuando se bebe
Con inspiración sincera
Sólo puede compararse
Al beso de una doncella.
Por todo lo cual levanto
Mi copa al sol de la noche
Y bebo el vino sagrado
Que hermana los corazones.

 

VICENTE HUIDOBRO "BALADA DE LO QUE NO VUELVE"

VICENTE HUIDOBRO 

"BALADA DE LO QUE NO VUELVE"


Venía hacia mí por la sonrisa
Por el camino de su gracia
Y cambiaba las horas del día
El cielo de la noche se convertía en el cielo del amanecer
El mar era un árbol frondoso lleno de pájaros
Las flores daban campanadas de alegría
Y mi corazón se ponía a perfumar enloquecido.
Van andando los días a lo largo del año
¿En dónde estás?
Me crece la mirada
Se me alargan las manos
En vano la soledad abre sus puertas
Y el silencio se llena de tus pasos de antaño
Me crece el corazón
Se me alargan los ojos
Y quisiera pedir otros ojos
Para ponerlos allí donde terminan los míos
¿En dónde estás ahora?
¿Qué sitio del mundo se está haciendo tibio con tu presencia?
Me crece el corazón como una esponja
O como esos corales que van a formar islas
Es inútil mirar los astros
O interrogar las piedras encanecidas
Es inútil mirar ese árbol que te dijo adiós el último
Y te saludará el primero a tu regreso
Eres sustancia de lejanía
Y no hay remedio
Andan los días en tu busca
A qué seguir por todas partes la huella de sus pasos
El tiempo canta dulcemente
Y si mis ojos os dicen
Cuánta vida he vivido y cuánta muerte he muerto
Ellos podrían también deciros
Cuánta vida he muerto y cuánta muerte he vivido.
¡Oh mis fantasmas! ¡Oh mis queridos espectros!
La noche ha dejado noche en mis cabellos
¿En dónde estuve? ¿Por dónde he andado?
¿Pero era ausencia aquella o era mayor presencia?
Cuando las piedras oyen mi paso
Sienten una ternura que les ensancha el alma
Se hacen señas furtivas y hablan bajo:
Allí se acerca el buen amigo
El hombre de las distancias
Que viene fatigado de tanta muerte al hombro
De tanta vida en el pecho
Y busca dónde pasar la noche.
Heme aquí ante vuestros limpios ojos
Heme aquí vestido de lejanías
Atrás quedaron los negros nubarrones
Los años de tinieblas en el antro olvidado
Traigo un alma lavada por el fuego
Vosotros me llamáis sin saber a quién llamáis
Traigo un cristal sin sombra, un corazón que no decae
La imagen de la nada y un rostro que sonríe
Traigo un amor muy parecido al universo
La poesía me despejó el camino
Ya no hay banalidades en mi vida
¿Quién guió mis pasos de modo tan certero?
Mis ojos dicen a aquellos que cayeron
Disparad contra mí vuestros dardos
Vengad en mí vuestras angustias
Vengad en mí vuestros fracasos
Yo soy invulnerable
He tomado mi sitio en el cielo como el silencio.
Los siglos de la tierra me caen en los brazos
Yo soy amigos el viajero sin fin
Las alas de la enorme aventura
Batían entre inviernos y veranos
Mirad cómo suben estrellas en mi alma
Desde que he expulsado las serpientes del tiempo oscurecido.
¿Cómo podremos entendernos?
Heme aquí de regreso de donde no se vuelve
Compasión de las olas y piedad de los astros
¡Cuánto tiempo perdido! Este es el hombre de las lejanías
El que daba vuelta las páginas de los muertos
Sin tiempo, sin espacio, sin corazón, sin sangre
El que andaba de un lado para otro
Desesperado y solo en las tinieblas
Solo en el vacío
Como un perro que ladra hacia el fondo de un abismo.
¡Oh vosotros! ¡Oh mis buenos amigos!
Los que habéis tocado mis manos
¿Qué habéis tocado?
Y vosotros que habéis escuchado mi voz
¿Qué habéis escuchado?
Y los que habéis contemplado mis ojos
¿Qué habéis contemplado?
Lo he perdido todo y todo lo he ganado
Y ni siquiera pido
La parte de la vida que me corresponde
Ni montañas de fuego ni mares cultivados
Es tanto más lo que he ganado que lo que he perdido
Así es el viaje al fin del mundo
Y esta es la corona de sangre de la gran experiencia
La corona regalo de mi estrella
¿En dónde estuve, en dónde estoy?
Los árboles lloran, un pájaro canta inconsolable
Decid, ¿quién es el muerto?
El viento me solloza
¡Qué inquietudes me has dado!
Algunas flores exclaman
¿Estás vivo aún?
¿Quién es el muerto entonces?
Las aguas gimen tristemente
¿Quién ha muerto en estas tierras?
Ahora sé lo que soy y lo que era
Conozco la distancia que va del hombre a la verdad
Conozco la palabra que aman los muertos
Este es el que ha llorado el mundo el que ha llorado resplandores.
Las lágrimas se hinchan, se dilatan
Y empiezan a girar sobre su eje
Heme aquí ante vosotros
Cómo podremos entendernos
Cómo saber lo que decimos
Hay tantos muertos que me llaman
Allí donde la tierra pierde su ruido
Allí donde me esperan mis queridos fantasmas
Mis queridos espectros
Miradme, os amo tanto pero soy extranjero
¿Quién salió de su tierra
Sin saber el hondor de su aventura?
Al desplegar las alas
El mismo no sabía qué vuelo era su vuelo.
Vuestro tiempo y vuestro espacio
No son mi espacio ni mi tiempo
¿Quién es el extranjero? ¿Reconocéis su andar?
Es el que vuelve con un sabor de eternidad en la garganta
Con un olor de olvido en los cabellos
Con un sonar de venas misteriosas
Es este que está llorando el universo
Que sobrepasó la muerte y el rumor de la selva secreta
Soy impalpable ahora como ciertas semillas
Que el viento mismo que las lleva no las siente
Oh poesía, nuestro reino empieza.
Este es aquel que durmió muchas veces
Allí donde hay que estar alerta
Donde las rocas prohíben la palabra
Allí donde se confunde la muerte con el canto del mar
Ahora vengo a saber que fui a buscar las llaves
He aquí las llaves
¿Quién las había perdido?
¿Cuánto tiempo ha que se perdieron?
Nadie encontró las llaves perdidas en el tiempo y en las brumas
¡Cuántos siglos perdidas!
Al fondo de las tumbas
Al fondo de los mares
Al fondo del murmullo de los vientos
Al fondo del silencio
He aquí los signos
¡Cuánto tiempo olvidados!
Pero entonces, amigo, ¿qué vas a decirnos?
¿Quién ha de comprenderte? ¿De dónde vienes?
¿En dónde estabas? ¿En qué alturas, en qué profundidades?
Andaba por la historia del brazo con la muerte
Oh hermano, nada voy a decirte
Cuando hayas tocado lo que nadie puede tocar
Más que el árbol te gustará callar.

 



EDGAR ALLAN POE "PAÍS DE HADAS"

EDGAR ALLAN POE 

"PAÍS DE HADAS"


Valles de sombra y aguas apagadas
Y bosques como nubes,
Que ocultan su contorno
En un fluir de lágrimas.
Allí crecen y menguan unas enormes lunas,
Una vez y otra vez, a cada instante,
En canto que la noche se desliza,
Y avanzan siempre, inquietas,
Y apagan el temblor de los luceros
Con el aliento de su rostro blanco.
Cuando el reloj lunar señala medianoche,
Una luna más fina y transparente
Desciende, poco a poco,
Con el centro en la cumbre
De una sierra elevada,
Y de su vasto disco
Se deslizan los velos dulcemente
Sobre aldeas y estancias,
Por doquier; sobre extrañas
Florestas, sobre el mar
Y sobre los espíritus que vuelan
Y las cosas dormidas:
Y todo lo sepultan
En un gran laberinto luminoso.
¡Ah, entonces! ¡Qué profunda
Es la pasión que ponen en su sueño!
Despiertan con el día,
Y sus lienzos de luna
Se ciernen ya en el cielo,
Con inquietas borrascas,
Y a todo se parecen: más que nada
Semejan un albatros amarillo.
Y aquella luna no les sirve nunca
Para lo mismo: en tienda
Se trocará otra vez, extravagante.
Pero ya sus pedazos pequeñitos
Se tornan leve lluvia,
y aquellas mariposas de la Tierra
Que vuelan, afanosas del celaje,
Y bajan nuevamente,
Sin contentarse nunca,
Nos traen una muestra,
Prendida de sus alas temblorosas.



jueves, 21 de mayo de 2015

JULIO FLÓREZ EL CÓNDOR VIEJO

JULIO FLÓREZ 

EL CÓNDOR VIEJO




A Rafael Pombo.

I

En una roca de la sierra umbría
Vive un cóndor ya viejo y desplumado,
Que contempla la bóveda vacía
Con tan honda y tenaz melancolía,
Cual si estuviese allí petrificado.
Ya no puede volar y cuando empieza
La blanca nube a coronar la altura,
Envidioso la mira y con tristeza
Inclina taciturno la cabeza
Sobre su roca inconmovible y dura.
II

Sirve de escarnio a los demás cóndores
Que anidan en las cumbres de granito,
Y que, del hondo espacio triunfadores,
Bañan su cuello en mares de colores
Al desgarrar la aurora el infinito.
En la noche, en los hondos agujeros
De su peñón, donde las brisas suaves
Se refugian, él sueña cosas graves:
Ya, que eleva en el aire los corderos,
Ya, que agarra en las nubes a las aves.
III

Mas se mira las alas compungido
Y no halla en ellas ni siquiera rastro
De aquel tiempo en que hubiera hasta podido
Colgar su enorme y silencioso nido
De las rubias pestañas de los astros;
Cuando, al lanzarse en inauditos vuelos
Rozaba con el arco de sus plumas
Los bruñidos cristales de los hielos,
Al hundirse en el polvo de las brumas
Bajo el zafiro inmenso de los cielos;
IV

Cuando, el rugir del rey de los titanes,
El hondo mar que eterna rabia alienta,
Llegaba a los ignívomos volcanes
Por sentir estertores de tormenta
Y escuchar aleteos de huracanes,
Cuando, ávido de luz, a ambientes puros,
Del Sol siguiendo el luminoso paso,
Desde los altos peñascales duros
Iba a alumbrar sus ojos verdioscuros
En los rojos incendios del ocaso.
V

Yo conozco un poeta desplumado
Como el cóndor aquel, cuya presencia
Es un mísero escombro del pasado
¡Ya no puede volar! Hoy vive atado
A la roca fatal de la impotencia.
Eso pensé de ti; mas hoy que he visto
Que tú, viejo cóndor, con rudo aliento,
Subes aún rasgando el firmamento,
Presa del más atroz remordimiento.
VI

El mismo eres de ayer. La artera bala
Que cierto cazador disparó un día
Contra ti, no logró romperte el ala;
No eres momia ambulante todavía;
¡Tu espíritu inmortal vigor exhala!
Perdóname poeta, si atrevido
Quise herirte también; fúlgidos rastros
Nos dejas al volar; ¡no estás vencido!
¡Puedes aún colgar tu enorme nido
De las rubias pestañas de los astros!


MANUEL ACUÑA “MENTIRAS DE LA EXISTENCIA”

MANUEL ACUÑA 


MENTIRAS DE LA EXISTENCIA



    Dolora.

    ¡Qué triste es vivir soñando
    En un mundo que no existe!
    Y qué triste
    Ir viviendo y caminando,
    Sin fe en nuestros delirios,
    De la razón con los ojos,
    Que si hay en la vida lirios,
    Son muchos más los abrojos.

    Nace el hombre, y al momento
    Se lanza tras la esperanza,
    Que no alcanza
    Porque no se alcanza el viento;
    Y corre, corre, y no mira
    Al ir en pos de la gloria
    Que es la gloria una mentira
    Tan bella como ilusoria.

    ¡No ve al correr como loco
    Tras la dicha y los amores,
    Que son flores
    Que duran poco, muy poco!
    ¡No ve cuando se entusiasma
    Con la fortuna que anhela,
    Que es la fortuna un fantasma
    Que cuando se toca vuela!

    Y que la vida es un sueño
    Del que, si al fin despertamos,
    Encontramos
    El mayor placer pequeño;
    Pues son tan fuertes los males
    De la existencia en la senda,
    Que corren allí a raudales
    Las lágrimas en ofrenda.

    Los goces nacen y mueren
    Como puras azucenas,
    Mas las penas
    Viven siempre y siempre hieren;
    Y cuando vuelve la calma
    Con las ilusiones bellas,
    Su lugar dentro del alma
    Queda ocupado por ellas.

    Porque al volar los amores
    Dejan una herida abierta
    Que es la puerta
    Por donde entran los dolores;
    Sucediendo en la jornada
    De nuestra azarosa vida
    Que es para el pesar "entrada"
    Lo que para el bien "salida".

    Y todos sufren y lloran
    Sin que una queja profieran,
    Porque esperan
    ¡Hallar la ilusión que adoran!
    Y no mira el hombre triste
    Cuando tras la dicha corre,
    Que sólo el dolor existe
    Sin que haya bien que lo borre.

    No ve que es un fatuo fuego
    La pasión en que se abrasa,
    Luz que pasa
    Como relámpago, luego:
    Y no ve que los deseos
    De su mente acalorada
    No son sino devaneos,
    No son más que sombra, nada.

    Que es el amor tan ligero
    Cual la amistad que mancilla
    Porque brilla
    Sólo a la luz del dinero;
    Y no ve cuando se lanza
    Loco tras de su creencia,
    Que son la fe y la esperanza,
    Mentiras de la existencia.

JAIME SABINES “NO ES QUE MUERA DE AMOR, MUERO DE TI”

JAIME SABINES “NO ES QUE MUERA DE AMOR, MUERO DE TI”


Muero de ti, amor, de amor de ti,
De urgencia mía de mi piel de ti,
De mi alma de ti y de mi boca
Y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos,
De nosotros, de ese,
Desgarrado, partido,
Me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
En mi cama en que faltas,
En la calle donde mi brazo va vacío,
En el cine y los parques, los tranvías,
Los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
Y mi mano tu mano
Y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
Para que estés fuera de mí,
Y en el lugar en que el aire se acaba
Cuando te echo mi piel encima
Y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
Dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
Entre los dos, ahora, separados,
Del uno al otro, diariamente,
Cayéndonos en múltiples estatuas,
En gestos que no vemos,
En nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
Que no muerdo ni beso,
En tus muslos dulcísimos y vivos,
En tu carne sin fin, muero de máscaras,
De triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
De nuestra muerte, amor, muero, morimos.

En el pozo de amor a todas horas,
Inconsolable, a gritos,
Dentro de mí, quiero decir, te llamo,
Te llaman los que nacen, los que vienen
De atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
Sino morirnos más, hora tras hora,

Y escribirnos y hablarnos y morirnos.

miércoles, 20 de mayo de 2015

ROSARIO CASTELLANOS PARÁBOLA DE LA INCONSTANTE

ROSARIO CASTELLANOS 

PARÁBOLA DE LA INCONSTANTE


ANTES CUANDO ME HABLABA DE MÍ MISMA, DECÍA:
SI YO SOY LO QUE SOY
Y DEJO QUE EN MI CUERPO, QUE EN MIS AÑOS
SUCEDA ESE PROCESO
QUE LA SEMILLA LE PERMITE AL ÁRBOL
Y LA PIEDRA A LA ESTATUA, SERÉ LA PLENITUD.

Y ACASO ERA VERDAD. UNA VERDAD.

PERO AY, AMANECÍA DÓCIL COMO LA HIEDRA
A ASIRME A UNA PARED COMO EL ENAMORADO
SE ASE DEL OTRO CON SUS JURAMENTOS.

Y LUEGO YO ESPARCÍA A MI ALREDEDOR, ERGUIDA
EN SOLIDEZ DE ROBLE,
LA RUMOROSA SOLEDAD, LA SOMBRA
HOSPITALARIA Y DABA AL CAMINANTE
-A SU CUCHILLO AGUDO DE MEMORIA-
EL TESTIMONIO FIEL DE MI CORTEZA.

MI ACTITUD ERA A VECES EL REPOSO
Y OTRAS EL ARREBATO,
LA GRACIA O EL FUROR, SIEMPRE LOS DOS CONTRARIOS
PRONTOS A ANIQUILARSE
Y A EMERGER DE LAS RUINAS DEL VENCIDO.

CADA HORA SUPLANTABA A ALGUNO; CADA HORA
ME IBA DE ALGÚN MESÓN DESMANTELADO
EN EL QUE NO ENCONTRÉ NI UNA MALA BUJÍA
Y EN EL QUE NO ME FUE POSIBLE DEJAR NADA.

USURPABA LOS NOMBRES, ME CORONABA DE ELLOS
PARA ARROJAR DESPUÉS, LEJOS DE MI, EL DESPOJO.

HEME AQUÍ, YA AL FINAL, Y TODAVÍA
NO SÉ QUÉ CARA LE DARÉ A LA MUERTE.