VIEJO CAFÉ TORTONIBALDOMERO FERNANDEZ MORENO |
A pesar de la lluvia yo he salido
a tomar un café. Estoy sentado bajo el toldo tirante y empapado de este viejo Tortoni conocido. ¡Cuántas veces, oh padre, habrás venido de tus graves negocios fatigado, a fumar un habano perfumado y a jugar al tresillo consabido! Melancólico, pobre, descubierto, tu hijo te repite, padre muerto. Suena la lluvia, núblanse mis ojos, vomita el subterráneo alguna gente, pregona diarios una voz doliente, ruedan los grandes autobuses rojos. |
En esta página haremos conocer aquellas poesías y/o los poetas que trascendieron a través de los tiempos y la historia
jueves, 14 de mayo de 2015
NICOLAS GUILLÉN NO SÉ POR QUÉ PIENSAS TÚ
NICOLAS GUILLÉN
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No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo, si somos la misma cosa yo, tú. Tú eres pobre, lo soy yo; soy de abajo, lo eres tú; ¿de dónde has sacado tú, soldado, que te odio yo? Me duele que a veces tú te olvides de quién soy yo; caramba, si yo soy tú, lo mismo que tú eres yo. Pero no por eso yo he de malquererte, tú; si somos la misma cosa, yo, tú, no sé por qué piensas tú, soldado, que te odio yo. Ya nos veremos yo y tú, juntos en la misma calle, hombro con hombro, tú y yo, sin odios ni yo ni tú, pero sabiendo tú y yo, a dónde vamos yo y tú... ¡ no sé por qué piensas tú, soldado, que te odio yo! |
LA POSIBILIDAD DE SER CIUDAD PAULA ILABACA NÚÑEZ
LA POSIBILIDAD DE SER CIUDAD PAULA ILABACA NÚÑEZ
la
posibilidad de ser ciudad ella dijo mi único deseo es ser ciudad es que se me
corra
es
que me corra la leche por las calles por estas construcciones lucía dice
amor
amor hay unas bullas cuando pegas amor
hay
unas figuras de carey que se demacran y gritan que me tome mi leche
ser
ciudad sí ser cuidad lucía se estira y dice
ser
ciudad para que se la corra en estos cimientos sí
ser
ciudad para que impacte para que llene de leche y el cemento se chupe solo
y
mi cemento se haga barro y me escupa sí mi amor sí mi niña sí mi pedacito
carmesí
mamá?
tengo
la cabeza llena de bullas y la garganta mamá
me
parece que no he sabido comprender
las
bullas no me dejan ni escribir mamá
como
cuando la boca repleta de leche no me deja hablar
sí
mamá lo mismo de esas veces de beber
traspaso
las maneras del dolor lucía dice
las
traspaso como si fueran como si yo lo quisiera
hay
noches en las que no puedo ni respirar mamá
hay
noches en las que su cuerpo se pega al mío y no hay cómo poder encontrarlo
mamá
si hay olor cómo puede ser que él no esté que se haya ido y tarde en querer
volver
son
las bullas mamá yo lo sé son las bullas
yo
podría haber tenido ese oro mamá esa luz o esa negación
yo
podría haber entrado en su llanto para poder
permanecer
lucía dijo
pero
el ángel se pudo tosco y no hubo manera mamá no hubo manera
el
ángel ocultó el oro en su respiración el ángel cambió los tonos para amarme
cambió
las
formas de entender
mamá
dime yo entiendo?
si
hay tantas bullas yo entiendo?
miércoles, 13 de mayo de 2015
SILVINA OCAMPO
Cuando perdida vago entre sombrías...
Cuando
perdida vago entre sombrías
piedras
sin luz y sin admiración
llego
arrepentida a tu mansión,
a
tus secretas y hondas galerías
donde
me espera lo que me ofrecías.
Allí
encuentro tu luz y tu pasión,
allí
comprendo sin superstición
que
me llenas de dicha y de agonías.
Quien
no me sigue allí me perderá...
Quien
no me busca allí no arrancará.
una
sola respuesta de mis labios.
En
tus rosales de oro, está el futuro,
lo
que veneraré, lo que es más puro
porque
tus pensamientos son los sabios.
NOTAS SALVAJES
DOLORES ETCHECOPAR
si
tu lengua apoya las cacerías del silencio
sobre
mi lengua
hablaré
montaña
oscura
madre
clavada en la nieve
madre
clavada en el ángelus de la caverna
en
la vidriera en la rueca de los cuentos
en
la tonada de mi tonada puesta del revés
que
no puedo sacarme sin muerte
palabras
lentas de mi cuerpo en otra parte
palabras
fuertes mis enemigas
raspan
la noche el sol que me embarazó
sumergida
campana que cruza
los
caminos y los huesos
me
pusieron por nombre una raya roja
en
la ingle
alegría
antes
que el otoño fusile a las mariposas
estaremos
en el fondo de las pudriciones
caballo
blanco
tubérculo
que brilla en el regazo
y
arroja el oro de los muertos
sobre
el recién nacido
el
sol su cadera móvil y simple
pasará
frente al lenguaje
y
hablaré
alguien
corta los hilos del bosque
y
deja los ojos de mi madre
en
el suelo oscuro
puestera
del silencio
yo
vi una luciérnaga
y
las llaves que sólo cierran
el
alba y los ojos
adiós
dije adiós a las palabras
voy
a dormir sobre el sexo de un color
el
agua que yo tuve en la infancia
está
dentro de tu boca
la
lentitud abre sus muslos de colores
y
me separo de la muerte
con
algo que la luna mece en mi cadera
muchacha
que saltas a la soga
sobre
la vereda caliente
o
la caída de las hojas
o
el miedo
feroces
mandíbulas te educan
puestera
del silencio
la
camisa planchada y doblada
los
ojos de mi madre en el suelo oscuro
adiós
dije adiós a las palabras
la
basura decora mi piel
como
un relámpago
OLEGARIO VÍCTOR ANDRADE AL GENERAL ÁNGEL VICENTE PEÑALOZA
OLEGARIO VÍCTOR ANDRADE
AL GENERAL ÁNGEL VICENTE PEÑALOZA
¡Mártir
del pueblo! tu gigante talla
Más
grande y majestuosa se levanta
Que
entre el solemne horror de la batalla,
Cuando
de fierro la sangrienta valla
Servía
de pedestal para tu planta.
¡Mártir
del pueblo! víctima expiatoria
Inmolada
en el ara de una idea,
te
has dormido en los brazos de la historia
Con
la inmortal diadema de la gloria
Que
del genio un relámpago clarea.
¡Mártir
del pueblo! apóstol del derecho,
Tu
sangre es lluvia de fecundo riego,
y
el postrimer aliento de tu pecho,
que
era a la fe de tu creencia estrecho,
será
más tarde un vendaval de fuego.
¡Mártir
del pueblo! tu cadáver yerto,
Como
el ombú que el huracán desgaja,
Tiene
su tumba digna en el desierto,
Sus
grandes armonías por concierto
Y
el cielo de la patria por mortaja.
¿Qué
importa que en las sombras de occidente,
Del
desencanto el doloroso emblema,
Como
una virgen, que morir se siente,
Incline
el sol la enardecida frente,
De
los mundos magnífica diadema?
¿Qué
importa que se melle en las gargantas
El
cuchillo del déspota porteño,
Y
ponga de escabel, bajo sus plantas,
Del
patriotismo las enseñas santas
Con
que iba un héroe a perturbar su sueño?
¿Qué
importa que sucumban los campeones
Y
caigan los aceros de sus manos,
Si
no muere la fe en sus corazones,
Y
del pendón del libre, los jirones
Sirven
para amarrar a los tiranos?
¿Qué
importa, si esa sangre que gotea
En
principio de vida se convierte,
Y
el humo funeral de la pelea
Lleva
sobre sus alas una idea
Que
triunfa de la saña de la muerte?
¿Qué
importa que la tierra dolorida
Solloce
con las fuentes y las brisas,
Si
no ha de ser eterna la partida,
Si
con nuevo vigor, con nueva vida,
Más
grande ha de brotar de sus cenizas?
¡Mártir!
Al borde de la tumba helada
La
gloria velará tu polvo inerte,
Y,
al resplandor rojizo de tu espada,
Caerá
de hinojos esa turba airada
Que
disputa sus presas a la muerte.
Y
cuando tiña el horizonte oscuro,
Del
porvenir la llamarada inmensa
Y
se desplome el carcomido muro,
Que
tiembla como el álamo inseguro
Ante
las nubes que el dolor condensa,
Entonces
los proscriptos, los hermanos,
Irán
ante tu fosa, reverentes,
A
orar a Dios, con suplicantes manos,
Para
saber domar a los tiranos,
O
morir como mueren los valientes.
lunes, 11 de mayo de 2015
EL ÁNGEL DE LAS CHARRÚAS JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN
EL ÁNGEL DE LAS CHARRÚASJUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN |
I
Era el ángel transparente que el indio libre adoró; rayo de un astro doliente, el último, ¡ay! inocente de una raza que murió. Fría cruzaba la brisa sobre un humeante chal, oreando sangre, de prisa, fría cruzaba la brisa como la hoja de un puñal. Llanto pidiendo a las hojas, lamentos al Uruguay, plañía tristes congojas, llanto pidiendo a las hojas del ombú y del ñandubay. Por la llanura esparcidos en sangrienta confusión, están los bravos caídos, por la llanura esparcidos sin fuego en el corazón. Las indiecitas huyendo solas y sin patria van; dejan sus toldos gimiendo, las indiecitas huyendo porque murió Zapicán. ¡Cayó una raza inocente! ¡Sin dar un paso hacia atrás dobló la bronceada frente! ¡Cayó una raza inocente para no alzarse jamás! II Oscura, como la sombra de una conciencia maldita, la noche los cuerpos muertos con su crespón envolvía; y palpitando en su seno como un alma que, perdida, llora buscando su forma, y al llorar canta y suspira, algo como una canción de triste cadencia rítmica casi al silencio y al llanto y a la muerte parecida, se dilataba vibrando en aureolas de armonía. Las siluetas, de las lomas, con iluminadas líneas, poco a poco comenzaron a dibujarse indecisas sobre ellas, formando copos de formas todas distintas, se encendió un hermoso grupo de plateadas nubecillas; de entre ellas salieron rayos perdidos entre ellas mismas, los átomos encendidos brillaron con luz tranquila, y de entre todos, besando a nubes, rayos y líneas, serena se alzó la luna con quieta melancolía, acariciando a la tierra con su luz diáfana y tibia. Entonces, como engendrada por la luz que la envolvía, sentada sobre una loma, se vio la forma de una india: intangible y transparente, casi sin forma distinta, era un ensueño de niño, un jirón de luz con vida; una alma, forma y substancia de una niebla que palpita; un espíritu sin nombre formado por la unión íntima de las furias del salvaje y de la calma divina. Era el ángel transparente que el indio libre adoró; rayo de un astro doliente, el último ¡ay! inocente de una raza que murió. Con la frente sobre el pecho y la mano en la mejilla, modulada la canción que entre las sombras latía; transparentaba la luz su tez pálida y cobriza; del fondo de dos abismos brotaba su ardiente vista; tres plumas sobre su frente el viento al pasar agita, y un tipoy blanco en jirones vela mal sus formas tímidas; en su frente chispeaba la noble altivez vencida; de una esperanza en sus ojos aun humeaban las cenizas, que un fulgor vago y siniestro prestaban a sus pupilas. Era el ángel transparente que el indio libre adoró, rayo de un astro doliente, el último ¡ay! inocente de una raza que murió. Era un misterio encarnado entre las selvas indígenas, por los amores del cielo con una tierra bendita; era un ser que condensaba toda una raza extinguida: las lágrimas de los niños, los suspiros de las indias, los ayes de los guerreros que, combatiendo, caían; los aullidos del combate, las ramas que el viento agita, el silbar de las saetas y bolas arrojadizas; el golpe de las macanas, el bote de lanzas indias, el chasquido de los lazos que arrebataban las filas, el caer de cuerpos muertos y alzar de almas redimidas. Era el ángel transparente que el indio libre adoró, rayo de un astro doliente, el último ¡ay! inocente de una raza que murió. III De la visión de la loma la transparente armonía, entre la luz que se apaga por grados casi se infiltra; se extienden y se dilatan de sus contornos las líneas, y en su lugar, en la loma, una leve nubecilla, quedó sólo iluminada por las últimas caricias del astro que adoró el indio y que ahora sólo se iba sin que un aullido charrúa culto salvaje le rinda. La última crencha de luz absorbió a la nubecilla, como a una niebla en verano una ráfaga disipa, se apagó la luz del mundo, se ahogó la dulce armonía, volvió la sombra a envolver los muertos en la campiña. Volvió el silencio a reinar entre las selvas indígenas, y, a lo lejos, en el río, en los buques de la orilla, se oyó el rodar de cadenas de una maniobra marina. ¡Cadenas! ¡Pobres charrúas! ¡Ay de la raza vencida! ¡Cayó una raza inocente! ¡Sin dar un paso hacia atrás dobló la bronceada frente! ¡Cayó una raza inocente para no alzarse jamás! |
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