jueves, 7 de mayo de 2015

JOHN KEATS ODA A LA MELANCOLÍA

JOHN KEATS

ODA A LA MELANCOLÍA



No vayas al Leteo ni exprimas el morado
Acónito buscando su vino embriagador;
No dejes que tu pálida frente sea besada
Por la noche, violácea uva de Proserpina.
No hagas tu rosario con los frutos del tejo
Ni dejes que polilla o escarabajo sean
Tu alma plañidera, ni que el búho nocturno
Contemple los misterios de tu honda tristeza.
Pues la sombra a la sombra regresa, somnolienta,
Y ahoga la vigilia angustiosa del espíritu.

Pero cuando el acceso de atroz melancolía
Se cierna repentino, cual nube desde el cielo
Que cuida de las flores combadas por el sol
Y que la verde colina desdibuja en su lluvia,
Enjuga tu tristeza en una rosa temprana
O en el salino arco iris de la ola marina
O en la hermosura esférica de las peonías;
O, si tu amada expresa el motivo de su enfado,
Toma firme su mano, deja que en tanto truene
Y contempla, constante, sus ojos sin igual.

Con la Belleza habita, Belleza que es mortal.
También con la alegría, cuya mano en sus labios
Siempre esboza un adiós; y con el placer doliente
Que en tanto la abeja liba se torna veneno.
Pues en el mismo templo del Placer, con su velo
Tiene su soberano numen Melancolía,
Aunque lo pueda ver sólo aquel cuya ansiosa
Boca muerde la uva fatal de la alegría.
Esa alma probará su tristísimo poder
Y entre sus neblinosos trofeos será expuesta.


Lord Byron, George Gordon EL CORSARIO

Lord Byron, George Gordon 

EL CORSARIO


Del negro abismo de la mar profunda
Sobre las pardas ondas turbulentas,
Son nuestros pensamientos como él, grandes;
Es nuestro corazón libre, cual ellas.
Do blanda brisa halagadora expire,
Do gruesas olas espumando inquietas
Su furor quiebren en inmóvil roca,
Hed nuestro hogar y nuestro imperio. En esa
No medida extensión, de playa a playa,
Todo se humilla a nuestra roja enseña.
Lo mismo que en la lucha en el reposo
Agitada y feliz nuestra existencia,
Hoy en el riesgo, en el festín mañana,
Brinda a nuestra ansiedad delicias nuevas.
¿Quién describir pudiera nuestros goces?
¡Oh!, no eres tú, que la molicie enerva,
Siervo de los deleites, que temblaras
De las montañas de olas en la incierta,
Móvil cumbre; ni tú, noble orgulloso,
Del hastío sumido en la indolencia,
A quien ya el sueño bienhechor no halaga,
A quien ya los placeres no deleitan.
Sólo el infatigable peregrino
De esos caminos líquidos sin huellas,
Cuyo audaz corazón, templado al riesgo,
Al sordo rebramar de la tormenta
Palpitando arrogante, hasta la fiebre
Del delirio frenético en sus venas
Sintiese hervir la sangre enardecida,
Nuestros rudos placeres comprendiera.
Do el cobarde ve el riesgo, él ve la gloria,
Y sólo por luchar la lucha anhela
El pirata feliz, rey de los mares.
Cuando ya el débil desmayado tiembla,
Se conmueve él, apenas... se conmueve
Al sentir que en su pecho se despierta
Osada la esperanza, que atrevida
Su corazón para el peligro templa.
¿Qué es a nosotros la temida muerte
Como el rival odioso también muera?
¡Qué es la muerte! La muerte es el reposo...
Cobarde, eterno, aborrecible... ¡Sea!
Serenos aguardémosla. Apuremos
La vida de la vida, y después venga
Fiebre traidora o descubierto acero
Implacable a romper su débil hebra.
Cobardes otros, de vejez avaros,
Revuélquense en el lecho que envenena
Dolencia inmunda, y el impuro ambiente
Con flaco pecho aspiren y fallezcan
Luchando con la muerte... ¡Oh, no a nosotros
Fúnebre lecho de agonía lenta;
¡Césped fresco es mejor...! Y mientras su alma
Sollozo tras sollozo tarda quiebra
Los nudos de la vida, de un impulso
Sus ligaduras rompe y se liberta
Osado nuestro espíritu. Sus restos
Del blanco mármol de su tumba estrecha,
Grabado por el mismo que su muerte
Hipócrita anhelaba, se envanezcan:
Cuando sepulte el mar nuestro cadáver
Le bastará una lágrima sincera,
¡Una lágrima sola! Henchido el vaso
Del alegre festín en la ancha mesa
Honra de nuestros bravos la memoria.
Corto epitafio su valor celebra
Cuando en el día augusto del peligro,
Al repartir el vencedor la presa,
Recuerdo de dolor su frente anubla
Y con voz ronca que insegura tiembla:
"¡Cuán felices, exclama, nuestra dicha
Los valientes que han muerto compartieran!"
Así grito salvaje en sordo acento
Repite el eco en las cortadas peñas
Del islote escarpado del Corsario,
Do del vivac se apagan las hogueras;
Y en alegre cantar sus agrias notas
De los piratas al oído suenan.
En pintorescos grupos esparcidos
De fresca playa en la dorada arena,
Aguzan unos sus puñales; otros
Alegres ríen, bulliciosos juegan,
O sus fieles alfanjes desnudando
Indiferentes, sin afán, contemplan
La sangre que los mancha. Precavidos
Otros, con mano previsora pliegan
Las anchas velas del bajel osado,
O el negro flanco recomponen; mientras
Pensativos algunos por la orilla,
De las olas al son, lentos pasean.
A quien aguija de inquietud oculta
El afán incesante, allá en las quiebras
De las ásperas rocas, lazos tiende
A las marinas aves, o al sol seca
La red humedecida; y en la mancha
Que del mar en los límites blanquea,
Con los ojos de la ávida esperanza
Del incauto bajel mira las velas.
De cien noches de horror y de combate
Los lances con placer todos recuerdan.
Y de luchar ansiosos se preguntan:
"¿En dónde buscaremos nuevas presas?"
¿Dónde? ¿Qué les importa? Ya lo sabe,
Y basta, el capitán. Fiel obediencia
Es su único deber: saben que nunca
Les faltará el botín, y más no anhelan.
¿Y quién es ese capitán? Su nombre
Pronuncian en voz baja y lo respetan
Cuantos habitan las hermosas playas
Que aquellas olas complacidas besan:
Y más no saben, ni saber más quieren
Les basta un gesto, una mirada. Apenas
Oyen su voz. De sus banquetes rudos
No anima el regocijo su presencia.
Mas, ¿cómo ante la gloria de sus triunfos
Acusar sus desdenes? Jamás llenan
Para él la roja copa: indiferente
La mira y a sus labios no la acerca;
Y es su sobrio manjar, que desdeñara
El más grosero de su banda, y fue
A ermitaño frugal ración escasa,
Secas raíces de silvestres yerbas,
Rústico pan y los jugosos frutos
Que brinda el árbol en sus ramas tiernas.
El impuro placer de los sentidos
Desdeñoso su espíritu desprecia,
¿Será que su energía no domada
De esa abstinencia misma se alimenta?
"Pronto a la mar". -Y el mar surcan sus naves.
"A aquella playa el rumbo". -Y allá vuelan.
"¡Sus!, ¡a las armas!". -¡Y el botín es suyo!
Así a su voz, que imperativa ordena,
Sigue la acción; y todos obedecen,
Y su oculta intención nadie penetra.
Si suena escrutadora una palabra,
Una mirada de desprecio muestra
De su temida indignación un rayo:

No sabe dar su orgullo otra respuesta (...)

Charles Baudelaire EL HOMBRE Y LA MAR

Charles Baudelaire 

EL HOMBRE Y LA MAR 



¡Para siempre, hombre libre, a la mar tú amarás!
Es tu espejo la mar; mira, contempla tu alma
En el vaivén sin fin de su oleada calma,
Y tan hondo tu espíritu y amargo sentirás.
Sumergirte en el fondo de tu imagen te dejas;
Con tus ojos y brazos la estrechas, y tu ardor
Se distrae por momentos de su propio rumor
Al salvaje e indomable resonar de sus quejas.
Oscuros a la vez ambos sois y discretos:
Hombre, nadie sondeó el fondo de tus simas,
Tus íntimas riquezas, oh mar, a nadie arrimas,
¡Con tan celoso afán calláis vuestros secretos!
Y en tanto van pasando los siglos incontables
Sin piedad ni aflicción vosotros os sitiáis,
De tal modo la muerte y la matanza amáis,

¡Oh eternos combatientes, oh hermanos implacables!

miércoles, 6 de mayo de 2015

Marqués de Santillana La mozuela de Bores

Marqués de Santillana


La mozuela de Bores




Mozuela de Bores,
allá do la Lama,
pusom’en amores.

Cuidé qu’ olvidado
amor me tenía,
como quien s’havía 
grand tiempo dexado
de tales dolores
que más que la llama
queman amadores.

Mas vi la fermosa
de buen continente,
la cara placiente,
fresca como rosa,
de tales colores
cual nunca vi dama,
nin otra, señores.

Por lo cual: "señora'
le dixe, "en verdad
la vuestra beldad
saldrá desd’agora
dentr, estos alcores,
pues meresce fama
de grandes loores'.

Dixo: "Cavallero,
tiradvos afuera:
dexad la vaquera
passar al otero;
ca dos labradores
me piden de Frama,
entrambos pastores'.

Manuel Vázquez Montalbán La modernidad adosó un squash...

Manuel Vázquez Montalbán

La modernidad adosó un squash...




La modernidad adosó un squash
al viejo panteón de Trotski
su matadero
es ahora un museo esquina Viena
Morelos
Coyoacán México Distrito Federal

de espaldas a la Historia
los jugadores de squash pelean
contra la edad y los excesos
de grasa en la sangre y en los ojos
ajenos

la pelota pájaro loco en su jaula
de paredes crueles no tiene escapatoria
furia de verdugos que pretenden
envejecer con dignidad
la dignidad de Trotski la puso el asesino
borrón y cuenta nueva de un hijo de sierva
contra el señorito hegeliano pintor
de ejércitos rojos por más señas

salta la pelota hasta reventar
entonces el músculo duerme la ambición descansa
los jugadores beben ambrosías de coca cola
y seven up

cerca
las cenizas de Trotski y Natalia Sedova
entre arrayanes mirtáceos y flores carnales
de su jardín de aroma insuficiente
se suman en el doble fracaso del amor
y la Historia

los jugadores de squash vuelven a su casa
hacen el amor mienten a sus espejos
la esperanza de un pantalón más estrecho
escaparates del Barrio Rosa
unisex y sin edad



Macedonio Fernández POEMA AL ASTRO DE LUZ MEMORIAL

Macedonio Fernández





POEMA AL ASTRO DE LUZ MEMORIAL





Poema a la memoria en lo astral

(Yo todo lo voy diciendo para matar la muerte en "Ella")

TESIS: Es más Cielo la Luna que el Cielo, si una Cordialidad de la Altura es lo que buscamos.

Astro terranalicio de la luz segunda
astro terranalicio de la luz dulce
que con aventura extraña visitas las noches de la tierra, unas sí y otras no, pero siempre de una noche para otra con diversa libertad de visita, siempre o más breve o más detenida
y cada serie de tus visitas comienzas tímidamente y mitad decreces noche a noche y mitad decreces noche a noche, haciéndote un visitante diferente de noche en noche, para en mínimo ser cual comenzaste partir a un no volver de algunos días.

Astro terranalicio de un día sí y otro no, de una vez más y otra menos, pero que no dejas nunca de serlo.

¿Para qué astro eres entonces visita de sus noches, pues no eres terrenal en tus ciertas ausencias, o es que los otros días piensas en ti sola como sólo en la tierra en las noches de tu plena luz?

Dile a un poeta que no lo sabe todo, si está hecha tu ausencia con un pensar en ti, o quizá con un lucir a otro. Porque poeta es saberlo todo.

Trechos de tu órbita la tierra no los sabe, y ella tan cierta está de algún imposible tuyo para tenerse en sus noches y este amor alternante no se enduda, en tanto en mí, hombre de continuidad en humano amor me puso incurablemente en sospecha.

Pero te amamos tanto, astro de la luz segunda, tu dulce luz tanto amamos memorizando a la tierra el sol no presente con tu luz recuerdo; yo al menos te amo tanto, que cuando vuelves ceso de creer en tu ausencia de ayer y de otros días. También como la tierra, yo creo que sólo por imposible ayer no estabas.

Astro memorioso que esmeras un día de cada dos en tocar de diurnidad la noche terrenal, cual si supieras que la memoria solar de la tierra solaricia es desfalleciente de un día a otro alternado día y si antes y después le has de hacer noches diurnales a la tierra y lo haces tú, tú que no tienes olvido por ausencia, tú que ausente por noches fías en la memoria de ti por la tierra, inquiétaste por la memoria solar de la tierra.

Tutora de la fidelidad terrenal al recuerdo del sol, en eso eres solaricia; pero eres terranalicia en tu fidelidad de compañía a la órbita de la tierra.

He comprendido un misterio tuyo pero éste no.

Terranalicia tú, solaricia la tierra ¿es que velas por toda la memoria en el mundo y amas más las memorias, por más reales, que los presentes? Aquí callo sin comprender.

¿O es que no nos vienes en tu amor sino en un menos amor y en principal cuida del amor solario de la tierra?

Cuando te veo recién arribada, alcanzado por ti nuestro borde, pareciendo vacilar allí y como a emprender un rodar a lo largo del horizonte por gustarlo, y luego te pliegas a un ascenso ¿qué nos quieres decir así?

Quedemos sin saberlo hoy también; mañana, más tarde —para qué son nuestros días sino para trabajar más y otra vez los misterios— más enérgicamente, en buena hora de mi espíritu contemplaré, escucharé el misterio de tu sentido en el misterio todo.

Cuando tú quieres ser el ojo del ciprés y con un mirar obseso aferras nuestra contemplación debemos comprenderte dolorida, tanto como cuando nosotros en un no poder ya resistir nos revolvemos como tú ahora
oh único astro que mira
(pues todos los otros saetan ásperos de chispas que nunca miraron).

Oh único astro de mirada,
nos revolvemos clamando hacia el no ser.

Y ya ahora te desprendiste del follaje y tiendes hacia el horizonte,
te serenas, vagas
y cuando la nubecilla en gran viento flota, te aguzas flecha disparada de ella vertiginosa
para detenerte, serenarte cunado huiste bastante de aquel pasajero copo al que le opusiste tu fuga, caprichosa triste
y complacida de tu juego y nuestro asombro, nos encaras con ligereza
y en fin vas cayendo con ladeado mirar distraído hacia el borde del mundo.

Y ya te fuiste, con tus pobres dichas y quejas.
En toda la andanza, sólo en el perfil de los cipreses lloraste, y tanto que pediste nuestra piedad.
Y ahora por faltar tuyo un cielo sin mirada en las noches,
ahora sólo habrá astros que agitan, no tú que acompañas.

Oh, sí, acompañas
con cuántas gracias saltas de copa en copa siguiéndonos entre los árboles con tus saltitos de luz a sombras.

El único mirar dulce que viene de lo alto es el tuyo
el chispear del viaje de indiferencia de las otras estrellas molesta y agita, y no nos mira.

Heridos de ellas, corremos a ti cuando apareces
y con dolor nuestro comienza la ausencia tuya.

Sí; porque pudiera que el móvil chispear de las estrellas sea dolor como hay dolor en nosotros
pero es que tú, luna, que también sufres, miras y acompañas.

Eres más sabia o afortunada en la mitigación participante.

Qué es la luna no lo sabemos hombres y aun artistas y poetas, qué sentido tiene su ser y sus modos, su adhesión a la tierra, su seguimiento al sol, su mediación mnemónica entre la tierra y el sol y por qué quiere hacer diurnales unas y no otras de las noches terrenas, y tantas cosas más neciamente explicadas, que de ella ignoramos pero que sólo puede explicarlas la doctrina del misterio.

Que el sol te atrae, que la tierra también, que recibes la luz del sol y sin amor, por fuerza la reflejas a la tierra, éstas no son explicaciones; no se nos dice por qué el sol brilla, por qué en torno suyo gira la luna en torno de la tierra, ya que pudo ser otramente; por qué hay una luz interceptable, por qué hay una luz que tiene sombras, por qué ceden a su paso unas cosas y otras no y hay lo opaco y lo traslúcido.

Mecánica dirá por qué, pero yo no pregunto sino para qué razón para el alma, pues conciencia se anula si admite un mundo rígido, y todo el porqué físico no es más que decirme el antes de algo, o sea una evasión no una respuesta.

Lo que anhelamos explicar es qué debemos sentir y adivinar ante estos hechos, ante el comportamiento lunar, qué nos quiere decir y de qué manera concierta con el misterio total único. La espontaneidad, el acontecer libre, no es una respuesta; es un renunciamiento explicativo.

Todavía no poeta, no soy poeta, no hay poeta, pues de eso no se sabe. Hasta ahora, pues, sólo vivimos.

Debió enseñarsenos y debimos entenderlo antes que nuestro saber ignorado innato y luego nuestro acto nos hicieran gustar por primera vez el pecho materno. ¿Pero cómo, se dirá, ha de esperar el niño a conocer el sentido de la luna para empezar a nutrirse, si en tanto morirá? ¿Pero por qué, digo yo, ha de precisar nutrirse antes de entender el sentido de la luna y se ha de morir si deja lo uno por lo otro? La ciencia nada explica, es evidente; pero el poeta no lo dijo nunca tampoco, aún.

Y yo miraré la próxima luna todavía sin entenderla.

Oh luna, que puede amarse, bien me pareces pobrecita del cielo.

martes, 5 de mayo de 2015

Leopoldo Marechal DE LA ADOLESCENTE

Leopoldo Marechal





DE LA ADOLESCENTE




Entre mujeres alta ya, la niña
quiere llamarse Viento.
Y el mundo es una rama que se dobla
casi junto a sus manos,
y la niña quisiera
tener filos de viento.

Pero no es hora, y ríe
ya entre mujeres alta:
sus dedos no soltaron todavía
el nudo de la guerra
ni su palabra inauguró en las vivas
regiones de dolor, campos de gozo.
Su boca está cerrada
junto a las grandes aguas.

Y dicen los varones:
«Elogios impacientes la maduran:
cuando se llame Viento
nos tocará su mano
repleta de castigos.»

Y las mujeres dicen:
«Nadie quebró su risa:
maneras de rayar le enseñaron los días.»

La niña entre alabanzas amanece:
cantado es su verdor,
increíble su muerte.