miércoles, 19 de agosto de 2015

JORGE ISAACS “Después de la victoria”

JORGE ISAACS
Después de la victoria”


I

Con albas ropas, lívida, impalpable,
En alta noche se acercó a mi lecho:
Estremecido, la esperé en los brazos;
Inmóvil, sorda, me miró en silencio.

Hirióme su mirada negra y fría...
Sentí en la frente como helado aliento;
Y las manos de mármol en mis sienes,
A los míos juntó sus labios yertos.

II

La hoguera del vivac agonizante:
Olor de sangre... Fatigados duermen:
Infla las lonas de la tienda el viento:
De centinelas, voces a los lejos...

¡Largo vivir!... ¡La gloria!... ¿Quién laureles
Y caricias tendrá para mí en premio?
¿Gloria sin ti?... ¡Dichosos los que yacen
En la llanura ensangrentada muertos!

martes, 18 de agosto de 2015

JUANA DE IBARBOUROU Despecho

JUANA DE IBARBOUROU
Despecho


¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,
Tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
Tanto, que este rictus que contrae mi boca
Es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(Como en los retratos de viejo abolengo)
Es por la fatiga de la loca risa
Que en todo mi cuerpo su sopor desliza.

¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma;
Pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo más alegre que ahora me viste?


¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
Ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos,
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
Es por el esfuerzo de reírme tanto...

JUANA DE IBARBOUROU Como la primavera

JUANA DE IBARBOUROU
Como la primavera


Como una ala negra tendí mis cabellos
Sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste,
Diciéndome luego:
-¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
Porque acaso en ella exprimiste un zumo
Retinto y espeso de moras silvestres?
¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Que perfume usas? Y riendo te dije:
-¡Ninguno, ninguno!
Te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
De mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
Las mismas fragancias de la primavera!

lunes, 17 de agosto de 2015

VICENTE HUIDOBRO "Aquí estamos"

VICENTE HUIDOBRO
"Aquí estamos"


Nada está sujeto a los ojos para siempre
Nada tiene lazos de leyenda a través del murmullo
Sólo tu sombra da el destino y despierta la caverna
Tu lumbre que suspira a modo de subir
Entregándose entera en su esperanza
Como chispa confiada y como signo de su hondura.

Volvamos al principio sin conclusión alguna
En virginal salida de la piel vidente
Sin suceso del día ni del año sino largo memorial
De la raíz a la más alta punta
Con los dedos crecidos por el viento
Y el terror de los anuncios obscuros regalados
Humildemente regalados como semillas a la madre
Así el barco buscado por sus aguas
Ha de reconocer los fluidos de su acento
Y será reconocido por las puertas hermanas.


La idea es nacimiento y sepulcro de grandes alas
Es vuelo general, es huñida de células y huesos
En árbol repentino sin recuerdo aparente
Es un río asomado a su balcón
En el ir y venir de rincones incógnitos
Entre cabezas y corazones asustados por su modo de ser
Infinito alarido por el tiempo enseñado
Con tanta muerte adentro que es cúspide de vida
Interminable océano sacrificado a la noche
Y noche sacrificada al sol que no la espera.

VICENTE HUIDOBRO "Alerta"

VICENTE HUIDOBRO
"Alerta"


Media noche
En el jardín
Cada sombra es un arroyo
Aquel ruido que se acerca no es un coche.

Sobre el cielo de París
Otto Von Zeppelín
Las sirenas cantan
Entre las olas negras
Y este clarín que llama ahora
No es un clarín de la Victoria
Cien aeroplanos
Vuelan en torno de la luna
Paga tu pipa.


Los obuses estallan como rosas maduras
Y las bombas agujerean los días
Canciones cortadas
Tiemblan entre las ramas
El viento cortisona las calles
Como apagar la estrella del estanque.

JOSÉ HIERRO "Acelerando"

JOSÉ HIERRO
"Acelerando"


Aquí, en este momento, termina todo,
Se detiene la vida. Han florecido luces amarillas
A nuestros pies, no sé si estrellas. Silenciosa
Cae la lluvia sobre el amor, sobre el remordimiento.
Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia
En la noche, jadeando en la hierba,
Trayendo en hilos aroma de las nubes,
Poniendo en nuestra carne su dentadura fresca.
Y el mar sonaba. Tal vez fuera su espectro.
Porque eran miles de kilómetros
Los que nos separaban de las olas.
Y lo peor: miles de días pasados y futuros nos separaban.
Descendían en la sombra las escaleras.
Dios sabe a dónde conducían. Qué más daba. "Ya es hora
-Dije yo-, ya es hora de volver a tu casa".
Ya es hora. En el portal, "Espera", me dijo. Regresó
Vestida de otro modo, con flores en el pelo.
Nos esperaban en la iglesia. "Mujer te doy". Bajamos
Las gradas del altar. El armonio sonaba.
Y un violín que rizaba su melodía empalagosa.
Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido
Tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso.
Y ella y yo solos, con harapos de sol y de humedad.
"¿Dónde, dónde la noche aquella, la de ayer?", preguntábamos
Al subir a la casa, abrir la puerta, oír al niño que salía
Con su poco de sombra con estrellas,
Su agua de luces navegantes,
Sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios
Una vez más en la mejilla de ella. Besé hondamente.
Los gusanos labraron tercamente su piel. Al retirarme
Lo vi. Qué importa, corazón. La música encendida,
Y nosotros girando. No: inmóviles. El cáliz de una flor
Gris que giraba en torno vertiginosa.
Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas de la lluvia.
Los niños -quiénes son, que hace un instante
No estaban-, los niños aplaudieron, muertos de risa:
"Qué ridículos, papá, mamá". "A la cama", les dije
Con ira y pena. Silencio. Yo besé
La frente de ella, los ojos con arrugas
Cada vez más profundas. ¿Dónde la noche aquella,
En qué lugar del universo se halla? "Has sido duro
Con los niños". Abrí la habitación de los pequeños,
Volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban afeitándose.
Ellas salían con sus trajes de novia. Se marcharon
Los niños -¿por qué digo los niños?- con su amor,
Con sus noches de estrellas, con sus mares azules,
Con sus remordimientos, con sus cuchillos de buscar
Bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella,
Dónde el mar... Qué ridículo todo: este momento detenido,
Este disco que gira y gira en el silencio,
Consumida su música.

JOSÉ HIERRO "A orillas del East River"

JOSÉ HIERRO 
"A orillas del East River"


I

En esta encrucijada,
Flagelada por vientos de dos ríos
Que despeinan la calle y la avenida,
Pisoteada su negrura por gaviotas de luz,
Descienden las palabras a mi mano,
Picotean los granos de rocío,
Buscan entre mis dedos las migajas de lágrimas.
Siempre aspiré a que mis palabras,
Las que llevo al papel,
Continuasen llorando
-De pena, de felicidad, de desesperanza,
Al fin, todo es lo mismo-,
Porque yo las había llorado antes;
Antes de que desembocasen en el papel blanquísimo,
En el papel deshabitado, que es el morir.
Dejarían en él los ecos asordados, empañados,
De lo que tuvo vida.
Alguien advertiría la humedad de las lágrimas,
Lloraría por seres que jamás conoció,
Que acaso no es posible que existieran
Aunque estuvieron vivos
En el recuerdo o en la imaginación.
Lloraríamos todos por los desconocidos,
Los -para mí- difuminados
En la magia del tiempo.
Contra las estructuras
De metal y de vidrio nocturno
Rebotan las palabras aún sin forma,
Consagradas en el torbellino helado,
Y no me hacen llorar.
Yo ya no sé llorar. ¡Y mira que he llorado!

II

Yo ya no lloro,
Excepto por aquello que algún día
Me hizo llorar:
Los aviones que proclamaban
Que todo había terminado;
La estación amarilla diluida en la noche
En la que coincidían, tan solo unos instantes,
El tren que partía hacia el norte
Y el que partía hacia el oeste
Y jamás volverían a encontrarse;
Y la voz de Juan Rulfo: "diles que no me maten";
Y la malagueña canaria;
Y la niña mendiga de Lisboa
Que me pidió un "besiño".


Yo ya no lloro.
Ni siquiera cuando recuerdo
Lo que aún me queda por llorar.