lunes, 17 de agosto de 2015

VICENTE HUIDOBRO "Alerta"

VICENTE HUIDOBRO
"Alerta"


Media noche
En el jardín
Cada sombra es un arroyo
Aquel ruido que se acerca no es un coche.

Sobre el cielo de París
Otto Von Zeppelín
Las sirenas cantan
Entre las olas negras
Y este clarín que llama ahora
No es un clarín de la Victoria
Cien aeroplanos
Vuelan en torno de la luna
Paga tu pipa.


Los obuses estallan como rosas maduras
Y las bombas agujerean los días
Canciones cortadas
Tiemblan entre las ramas
El viento cortisona las calles
Como apagar la estrella del estanque.

JOSÉ HIERRO "Acelerando"

JOSÉ HIERRO
"Acelerando"


Aquí, en este momento, termina todo,
Se detiene la vida. Han florecido luces amarillas
A nuestros pies, no sé si estrellas. Silenciosa
Cae la lluvia sobre el amor, sobre el remordimiento.
Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia
En la noche, jadeando en la hierba,
Trayendo en hilos aroma de las nubes,
Poniendo en nuestra carne su dentadura fresca.
Y el mar sonaba. Tal vez fuera su espectro.
Porque eran miles de kilómetros
Los que nos separaban de las olas.
Y lo peor: miles de días pasados y futuros nos separaban.
Descendían en la sombra las escaleras.
Dios sabe a dónde conducían. Qué más daba. "Ya es hora
-Dije yo-, ya es hora de volver a tu casa".
Ya es hora. En el portal, "Espera", me dijo. Regresó
Vestida de otro modo, con flores en el pelo.
Nos esperaban en la iglesia. "Mujer te doy". Bajamos
Las gradas del altar. El armonio sonaba.
Y un violín que rizaba su melodía empalagosa.
Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido
Tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso.
Y ella y yo solos, con harapos de sol y de humedad.
"¿Dónde, dónde la noche aquella, la de ayer?", preguntábamos
Al subir a la casa, abrir la puerta, oír al niño que salía
Con su poco de sombra con estrellas,
Su agua de luces navegantes,
Sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios
Una vez más en la mejilla de ella. Besé hondamente.
Los gusanos labraron tercamente su piel. Al retirarme
Lo vi. Qué importa, corazón. La música encendida,
Y nosotros girando. No: inmóviles. El cáliz de una flor
Gris que giraba en torno vertiginosa.
Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas de la lluvia.
Los niños -quiénes son, que hace un instante
No estaban-, los niños aplaudieron, muertos de risa:
"Qué ridículos, papá, mamá". "A la cama", les dije
Con ira y pena. Silencio. Yo besé
La frente de ella, los ojos con arrugas
Cada vez más profundas. ¿Dónde la noche aquella,
En qué lugar del universo se halla? "Has sido duro
Con los niños". Abrí la habitación de los pequeños,
Volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban afeitándose.
Ellas salían con sus trajes de novia. Se marcharon
Los niños -¿por qué digo los niños?- con su amor,
Con sus noches de estrellas, con sus mares azules,
Con sus remordimientos, con sus cuchillos de buscar
Bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella,
Dónde el mar... Qué ridículo todo: este momento detenido,
Este disco que gira y gira en el silencio,
Consumida su música.

JOSÉ HIERRO "A orillas del East River"

JOSÉ HIERRO 
"A orillas del East River"


I

En esta encrucijada,
Flagelada por vientos de dos ríos
Que despeinan la calle y la avenida,
Pisoteada su negrura por gaviotas de luz,
Descienden las palabras a mi mano,
Picotean los granos de rocío,
Buscan entre mis dedos las migajas de lágrimas.
Siempre aspiré a que mis palabras,
Las que llevo al papel,
Continuasen llorando
-De pena, de felicidad, de desesperanza,
Al fin, todo es lo mismo-,
Porque yo las había llorado antes;
Antes de que desembocasen en el papel blanquísimo,
En el papel deshabitado, que es el morir.
Dejarían en él los ecos asordados, empañados,
De lo que tuvo vida.
Alguien advertiría la humedad de las lágrimas,
Lloraría por seres que jamás conoció,
Que acaso no es posible que existieran
Aunque estuvieron vivos
En el recuerdo o en la imaginación.
Lloraríamos todos por los desconocidos,
Los -para mí- difuminados
En la magia del tiempo.
Contra las estructuras
De metal y de vidrio nocturno
Rebotan las palabras aún sin forma,
Consagradas en el torbellino helado,
Y no me hacen llorar.
Yo ya no sé llorar. ¡Y mira que he llorado!

II

Yo ya no lloro,
Excepto por aquello que algún día
Me hizo llorar:
Los aviones que proclamaban
Que todo había terminado;
La estación amarilla diluida en la noche
En la que coincidían, tan solo unos instantes,
El tren que partía hacia el norte
Y el que partía hacia el oeste
Y jamás volverían a encontrarse;
Y la voz de Juan Rulfo: "diles que no me maten";
Y la malagueña canaria;
Y la niña mendiga de Lisboa
Que me pidió un "besiño".


Yo ya no lloro.
Ni siquiera cuando recuerdo
Lo que aún me queda por llorar.

sábado, 15 de agosto de 2015

MIGUEL HERNÁNDEZ “Beso soy, sombra con sombra”

MIGUEL HERNÁNDEZ
“Beso soy, sombra con sombra”


Beso soy, sombra con sombra.
Beso, dolor con dolor,
Por haberme enamorado.
Corazón sin corazón,
De las cosas, del aliento
Sin sombra de la creación.
Sed con agua en la distancia,
Pero sed alrededor.

Corazón en una copa
Donde me la bebo yo
Y no se lo bebe nadie,
Nadie sabe su sabor.
Odio, vida: ¡cuánto odio
Sólo por amor!

No es posible acariciarte
Con las manos que me dio
El fuego de más deseo,
El ansia de más ardor.
Varias alas, varios vuelos
Abaten en ellas hoy
Hierros que cercan las venas
Y las muerden con rencor.

Por amor, vida, abatido,
Pájaro sin remisión.
Sólo por amor odiado,
Sólo por amor.

Amor, tu bóveda arriba
Y yo abajo siempre, amor,
Sin otra luz que estas ansias,
Sin otra iluminación.
Mírame aquí encadenado,
Escupido, sin calor
A los pies de la tiniebla
Más súbita, más feroz,
Comiendo pan y cuchillo
Como buen trabajador
Y a veces cuchillo solo,
Sólo por amor.

Todo lo que significa
Golondrinas, ascensión,
Claridad, anchura, aire,
Decidido espacio, sol,
Horizonte aleteante,
Sepultado en un rincón.
Espesura, mar, desierto,
Sangre, monte rodador,
Libertades de mi alma
Clamorosas de pasión,
Desfilando por mi cuerpo,
Donde no se quedan, no,
Pero donde se despliegan,
Sólo por amor.

Porque dentro de la triste
Guirnalda del eslabón,
Del sabor a carcelero
Constante y a paredón,
Y a precipicio en acecho,
Alto, alegre, libre soy.
Alto, alegre, libre, libre.
Sólo por amor.


No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme, no.
Este mundo de cadenas
Me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa?
¿Quién amuralla una voz?
A lo lejos tú, más sola
Que la muerte, la una y yo.
A lo lejos tú, sintiendo
En tus brazos mi prisión,
En tus brazos donde late
La libertad de los dos.
Libre soy, siénteme libre.
Sólo por amor.

MIGUEL HERNÁNDEZ "Besarse"

MIGUEL HERNÁNDEZ
"Besarse"


Besarse, mujer,
Al sol, es besarnos
En toda la vida.

Ascienden los labios
Eléctricamente
Vibrantes los rayos,
Con todo el fulgor
De un sol entre cuatro.

Besarse a la luna,
Mujer, es besarnos
En toda la muerte.


Descienden los labios
Con toda la luna
Pidiendo su ocaso,
Gastada y helada
Y en cuatro pedazos.

viernes, 14 de agosto de 2015

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA "A un triste"

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA
"A un triste"


¿Por qué de amor la barca voladora
Con ágil mano detener no quieres,
Y esquivo menosprecias los placeres
De Venus, la impasible vencedora?

A no volver los años juveniles
Huyen como saetas disparadas
Por mano de invisible Sagitario;
Triste vejez, como ladrón nocturno,
Sorpréndenos sin guarda ni defensa,
Y con la extremidad de su arma inmensa,
La copa del placer vuelca Saturno.

¡Aprovecha el minuto y el instante!
Hoy te ofrece rendida la hermosura
De sus hechizos el gentil tesoro,
Y llamándote ufana en la espesura,
Suelta Pomona sus cabellos de oro.

En la popa del barco empavesado
Que navega veloz rumbo a Citeres,
De los amigos del clamor te nombra
Mientras, tendidas en la egipcia alfombra,
Sus crótalos agitan las mujeres.

Deja, por fin, la solitaria playa,
Y coronado de fragantes flores
Descansa en la barquilla de las diosas.
¿Qué importa lo fugaz de los amores?
¡También expiran jóvenes las rosas!

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA "A la corregidora"

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA
"A la corregidora"


Al viejo primate, las nubes de incienso;
Al héroe, los himnos; a Dios, el inmenso
De bosques y mares solemne rumor;
Al púgil que vence, la copa murrina;
Al mártir, las palmas; y a ti —la heroína—
Las hojas de acanto y el trébol en flor.

Hay versos de oro y hay notas de plata;
Mas busco, señora, la estrofa escarlata
Que sea toda sangre, la estrofa oriental:
Y húmedas, vivas, calientes y rojas,
A mí se me tienden las trémulas hojas
Que en gráciles redes columpia el rosal.

¡Brotad, nuevas flores! ¡Surgid a la vida!
¡Despliega tus alas, gardenia entumida!
¡Botones, abríos! ¡Oh mirtos, arded!
¡Lucid, amapolas, los ricos briales!
¡Exhúberas rosas, los pérsicos chales
De sedas joyantes al aire tended!

¿Oís un murmullo que, débil, remeda
El frote friolento de cauda de seda
En mármoles tersos o limpio marfil?
¿Oís?... ¡Es la savia fecunda que asciende,
Que hincha los tallos y rompe y enciende
Los rojos capullos del príncipe Abril!

¡Oh noble señora! La tierra te canta
El salmo de vida, y a ti se levanta
El germen despierto y el núbil botón,
El lirio gallardo de cáliz erecto,
Y fúlgido, leve, vibrando, el insecto
Que rasga impaciente su blanda prisión.

La casta azucena, cual tímida monja,
Inciensa tus aras; la dalia se esponja
Como ave impaciente que quiere volar;
Y astuta, prendiendo su encaje a la piedra,
En corvos festones circunda la yedra,
Celosa y constante, señora, tu altar.

El chorro del agua con ímpetu rudo,
En alto su acero, brillante y desnudo,
Bruñido su casco, rizado el airón,
Y el iris por banda, buscándote salta
Cual joven amante que brinca a la alta
Velada cornisa de abierto balcón.

Venid a la fronda que os brinda hospedaje
¡Oh pájaros raudos de rico plumaje!
Los nidos aguardan: ¡venid y cantad!
Cantad a la alondra que dijo al guerrero
El alba anunciando: ¡Desnuda tu acero,
Despierta a los tuyos... es hora... marchad!