sábado, 27 de junio de 2015

JOSÉ MARTÍ “A los espacios”

JOSÉ MARTÍ

“A los espacios”




A los espacios entregarme quiero
Donde se vive en paz y con un manto
De luz, en gozo embriagador henchido,
Sobre las nubes blancas se pasea,
Y donde Dante y las estrellas viven.
Yo sé, yo sé, porque lo tengo visto
En ciertas horas puras, cómo rompe
Su cáliz una flor, y no es diverso
Del modo, no, con que lo quiebra el alma.
Escuchad, y os diré: - Viene de pronto
Como una aurora inesperada, y como
A la primera luz de primavera
De flor se cubren las amables lilas...
¡Triste de mí! Contároslo quería,
Y en espera del verso, las grandiosas
Imágenes en fila ante mis ojos
Como águilas alegres vi sentadas.
Pero las voces de los hombres echan
De junto a mí las nobles aves de oro.
Ya se van, ya se van. Ved cómo rueda
La sangre de mi herida.
Si me pedís un símbolo del mundo
En estos tiempos, vedlo: un ala rota.
Se labra mucho el oro. ¡El alma apenas!
Ved cómo sufro. Vive el alma mía
Cual cierva en una cueva acorralada.
¡Oh, no está bien; me vengaré, llorando!

MARIO BENEDETTI “A ras del sueño”

MARIO BENEDETTI

“A ras del sueño”




Sólo una temporada provisoria,
Tatuaje de incontables tradiciones,
Oscuro mausoleo donde empieza
A existir el futuro, a hacerse piedra.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
Del mago lejanísimo y borroso.

Sin embargo, la infancia se empecina,
Comienza a levantar sus inventarios,
A echar sus amplias redes para luego.
Es una isla limpia y sobre todo
Fugaz, es un venero de primicias
Que se van lentamente resecando.

Queda atrás como un rápido paisaje
Del que persistirán sólo unas nubes,
Un biombo, dos juguetes, tres racimos,
O apenas un olor, una ceniza.
Con luces queda atrás, a la intemperie,
Yacente y aplazada para nunca,
Sola con su aptitud irresistible
Y un pudor incorpóreo, agazapado.
Para nunca aplazada, fabulosa
Infancia entre sus redes extinguida.

Por algo queda atrás. Esa entrañable
Cede paso al fervor, al pasmo, al fruto,
El azar hinca el diente en otra bruma,
Somos los moribundos que nacemos
A la carne, a la sangre, al entusiasmo,
Nos burlamos del sol, de la penumbra,
Manejamos la gloria como un lápiz
Y en las vírgenes tapias dibujamos
El amor y su viejo colmo, el odio,
El grito que nos pone la vergüenza
En las manos mucho antes que en la boca.

El celaje se enciende. Somos niebla
Bajo el cielo compacto, insolidario,
El asombro hace cuentas y no puede
Mantenernos serenos, apacibles,
Somos el invasor protagonista
Que hace trizas el tiempo, que hace ruido
Pueril, que hace palabras, que hace pactos,
Somos tan poderosos, tan eternos,
Que cerramos el puño y el verano
Comienza a sollozar entre los árboles.

Mejor dicho: creemos que solloza.
El verano es un.vaho, por lo tanto
No tiene ojos ni párpados ni lágrimas,
En sus tardes de atmósfera más tenue
Es calor, es calor, y en las mañanas
De aire pesado, corporal, viscoso,
Es calor, es calor. Con eso basta.

De todos modos cambia a las muchachas,
Las ilumina, las ondula, y luego
Las respira y suspira como acordes,
Las envuelve en amor, las hace carne,
Les pinta brazos con venitas tenues
En colores y luz complementarios,
Les abre escotes para que alguien vierta
Cualquier mirada, ese poderhabiente.

La vida, qué región esplendorosa.
¿Quién escruta la muerte, quién la tienta?
A la horca con él. ¿Quién piensa en esa
Imposible quietud cuando es la hora
Para cada uno de morder su fruta,
De usar su espejo, de gritar su grito,
De escupir a los cielos, de ir subiendo
De dos en dos todas las escaleras?

La muerte no se apura, sin embargo,
Ni se aplaca. Tampoco se impacienta.
Hay tantas muertes como negaciones.
La muerte que desgarra, la que expulsa,
La que embruja, la que arde, la que agota,
La que enluta el amor, la que excrementa,
La que siega, la que usa, la que ablanda,
La muerte de arenal, la de pantano,
La de abismo, la de agua, la de almohada.

Hay tantas muertes como teologías,
Pero todas se juntan en la espera.
Esa que acecha es una muerte sola.
Escarnecida, rencorosa, hueca,
Su insomnio enloquecido se desploma
Sobre todos los sueños, su delirio
Se parece bastante a la cordura.
Muerte esbelta y rompiente, qué increíble
Sirena para el Mar de los Suicidas.

No canta, pero indica, marca, alude,
Exhibe sus voraces argumentos,
Sus afiches turísticos, explica
Por qué es tan milagrosa su inminencia,
Por qué es tan atractivo su desastre,
Por qué tan confortable su vacío.

No canta, pero es como si cantara.
Su demagogia negra usa palomas,
Telegramas y rezos y suspiros,
Sonatas para piano, arpas de herrumbre,
Vitrinas del amor momificado,
Relojes de lujuria que amontonan
Segundos y segundos y otras prórrogas.

No canta, pero es como si cantara,
Su espanto vendaval silba en la espiga,
Su pregunta repica en el silencio,
Su loco desparpajo exuda un réquiem
Que es prado y es follaje y es almena.

Hay que volverse sordo y mudo y ciego,
Sordo de amor, de amor enmudecido,
Ciego de amor. Olfato, gusto y tacto
Quedan para alejar la muerte y para
Hundirse en la mujer, en esa ola
Que es tiempo y lengua y brazos y latido,
Esa mujer descanso, mujer césped,
Que es llanto y rostro y siembra y apetito,
Esa mujer cosecha, mujer signo,
Que es paz y aliento y cábala y jadeo.

Hay que amar con horror para salvarse,
Amanecer cuando los mansos dientes
Muerden, para salvarse, o por lo menos
Para creerse a salvo, que es bastante.
Hay que amar sentenciado y sin urgencia,
Para salvarse, para guarecerse
De esa muerte que llueve hielo o fuego.

Es el cielo común, el alba escándalo,
El goce atroz, el milagroso caos,
La piel abismo, la granada abierta,
La única unidad uniyugada,
La derrota de todas las cautelas.

Hay que amar con valor, para salvarse.
Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos,
Hay que despilfarrar en una noche
—Que puede ser mil y una— el universo,
Sin augurios, sin planes, sin temblores,
Sin convenios, sin votos, con olvido,
Desnudos cuerpo y alma, disponibles
Para ser otro y otra a ras de sueño.

Bendita noche cóncava, delicia
De encontrar un abrazo a la deriva
Y entrar en ese enigma, sin astucia,
Y volver por el aire al aire libre,
Hay que amar con amor, para salvarse.

Entonces vienen las contradicciones
O sea la razón. El mundo existe
Con manchas, sin arar, y no hay conjuro
Ni fe que lo desmienta o modifique.

El manantial se seca, el árbol cae,
La sangre fluye, el odio se hace muro,
¿Es mi hermano el verdugo? Ese asesino
Y dios padrastro todopoderoso,
Ese señor del vómito, ese artífice
De la hecatombe, ¿puede ser mi hermano?
Surtidor de napalm, profeta imbécil,
¿Ése, mi prójimo?, ¿ése, el semejante?
Sindico en todo caso de la muerte,
Argumento y proclama de la ruina,
Poder y brazo ejecutor. Estiércol.

Por esta vez no he de mirar mis pasos
Sino el contorno triste, calcinado.
Miro a mi sombra que está envejeciendo,
La sombra de los míos que envejecen.

El mundo existe. Con o sin sus manes,
Con o sin su señal. Existe. Punto.

El mundo existe con mis ex iguales,
Con mis amigos-enemigos, esos
Que ya olvidé por qué se traicionaron.

Tiendo mi mano a veces y está sola
Y está más sola cuando no la tiendo,
Pienso en los compradores emboscados
Y tengo duelo y tengo rabia y tengo
Un reproche que empieza en mis lealtades,
En mis confianzas sin mayor motivo,
En mi invención del prójimo-mi-aliado.
Ni aún ahora me resigno a creerlo.

No todos son así, no todos ceden.
Tendré que repetírmelo a escondidas
Y barajar de nuevo el almanaque.

Mi corazón acobardado sigue
Inventando valor, abriendo créditos,
Tirando cabos sólo a la siniestra,
Aprendiendo a aprender, pobre aleluya,
Y quién sabe, quién sabe si entre tanta
Mentira incandescente, no queda algo
De verdad a la sombra. Y no es metáfora.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
Del mago lejanísimo y borroso.

Pero, ¿por qué creerle a pie juntillas?
¿En qué galaxia está el certificado?

Algo aquí, nada allá. ¿Es tan distinto?
Lo propongo debajo de mis párpados
Y en mi boca cerrada.
¿Es tan distinto?
Ya sé, hay razones nítidas, famosas,
Hay cien teorías sobre la derrota,
Hay argumentos para suicidarse,

Pero, ¿y si hay un resquicio?
¿Es tan distinto,
Tan necio, tan ridículo, tan torpe,
Tener un espacioso sueño propio
Donde el hombre se muera pero actúe
Como inmortal?

MARIO BENEDETTI “A la izquierda del roble”

MARIO BENEDETTI

“A la izquierda del roble”



No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
Pero el Jardín Botánico es un parque dormido
En el que uno puede sentirse árbol o prójimo
Siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
Y oír a través del aire que admite ruidos muertos
Cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
Pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
Una agradable propensión a los sueños,
A que los insectos suban por las piernas
Y la melancolía baje por los brazos
Hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
Y ver cómo las nubes se disputan las copas
Y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
Ah pero las parejas que huyen al Botánico
Ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
Hablan por lo común de temas importantes
Y se miran fanáticamente a los ojos
Como si el amor fuera un brevísimo túnel
Y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(También podría llamarlo almendro o araucaria
Ggracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
Hablan y por lo visto las palabras
Se quedan conmovidas a mirarlos
Ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
Pero es lindísimo imaginar qué dicen
Sobre todo si él muerde una ramita
Y ella deja un zapato sobre el césped
Sobre todo si él tiene los huesos tristes
Y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
Lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.
Ayer llegó el otoño
El sol de otoño
Y me sentí feliz
Como hace mucho
Qué linda estás
Te quiero
En mi sueño
De noche
Se escuchan las bocinas
El viento sobre el mar
Y sin embargo aquello
También es el silencio
Mírame así
Te quiero
Yo trabajo con ganas
Hago números
Fichas
Discuto con cretinos
Me distraigo y blasfemo
Dame tu mano
Ahora
Ya lo sabés
Te quiero
Pienso a veces en Dios
Bueno no tantas veces
No me gusta robar
Su tiempo
Y además está lejos
Vos estás a mi lado
Ahora mismo estoy triste
Estoy triste y te quiero
Ya pasarán las horas
La calle como un río
Los árboles que ayudan
El cielo
Los amigos
Y qué suerte
Te quiero
Hace mucho era niño
Hace mucho y qué importa
El azar era simple
Como entrar en tus ojos
Dejame entrar
Te quiero
Menos mal que te quiero.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
Pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
Que en realidad se trata de algo más desolado
Uno de esos amores de tántalo y azar
Que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
Y ella se apoya contra la corteza
Fíjense que él va tildando recuerdos
Y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
Lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.
Vos lo dijiste
Nuestro amor
Fue desde siempre un niño muerto
Sólo de a ratos parecía
Que iba a vivir
Que iba a vencernos
Pero los dos fuimos tan fuertes
Que lo dejamos sin su sangre
Sin su futuro
Sin su cielo
Un niño muerto
Sólo eso
Maravilloso y condenado
Quizá tuviera una sonrisa
Como la tuya
Dulce y honda
Quizá tuviera un alma triste
Como mi alma
Poca cosa
Quizá aprendiera con el tiempo
A desplegarse
a usar el mundo
Pero los niños que así vienen
Muertos de amor
Muertos de miedo
Tienen tan grande el corazón
Que se destruyen sin saberlo
Vos lo dijiste
Nuestro amor
Fue desde siempre un niño muerto
Y qué verdad dura y sin sombra
Qué verdad fácil y qué pena
Yo imaginaba que era un niño
Y era tan sólo un niño muerto
Ahora qué queda
Sólo queda
Medir la fe y que recordemos
Lo que pudimos haber sido
Para él
Que no pudo ser nuestro
Qué más
Acaso cuando llegue
Un veintitrés de abril y abismo
Vos donde estés
Llevale flores
Que yo también iré contigo.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
Pero el Jardín Botánico es un parque dormido
Que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube ha resuelto quedarse
Y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
A fin de no matar ningún escarabajo
Y no pisar los hongos que aprovechan
Para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
Aquellos dos a la izquierda del roble
Eternos y escondidos en la lluvia
Diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
Pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
Aquí se quedan sólo los fantasmas.


Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

AMADO NERVO “A Sor Quimera”

AMADO NERVO

“A Sor Quimera”



Para Luis G. Urbina.

I
En nombre de tu rostro de lirio enfermo,
En nombre de tu seno, frágil abrigo
Donde en noches pobladas de espanto duermo,
¡Yo te bendigo!

En nombre de tus ojos de adormideras,
Doliente y solitario fanal que sigo;
En nombre de lo inmenso de tus ojeras,
¡Yo te bendigo!

II
Yo te dedico
El ímpetu orgulloso con que en las cimas
De todos los calvarios, me crucifico
Iluso, ¡pretendiendo que te redimas!

Yo te consagro
Un cuerpo que martirio sólo atesora
Y un alma siempre oscura, que por milagro,
Del cáliz de ese cuerpo no se evapora...

III
Mujer, tu sangre yela mi sangre cálida;
Mujer, tus besos fingen besos de estrella;
Mujer, todos me dicen que eres muy pálida,
Pero muy bella...

Te hizo el Dios tremendo mi desposada;
Ven, te aguardo en un lecho nupcial de espinas;
No puedes alejarte de mi jornada,
Porque une nuestras vidas ensangrentada
Cadena de cilicios y disciplinas.

AMADO NERVO “A Leonor”

AMADO NERVO

“A Leonor”



Tu cabellera es negra como el ala
Del misterio; tan negra como un lóbrego
Jamás, como un adiós, como un "¡quién sabe!"
Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!

Tus ojos son dos magos pensativos,
Dos esfinges que duermen en la sombra,
Dos enigmas muy bellos... Pero hay algo,
Pero hay algo más bello aún: tu boca.

Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente
Para el amor, para la cálida
Comunión del amor, tu boca joven;
Pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!

Tu alma recogida, silenciosa,
De piedades tan hondas como el piélago,
De ternuras tan hondas...
Pero hay algo,
Pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!

RUBÉN DARÍO “Abrojos”

RUBÉN DARÍO “Abrojos”




Lloraba en mis brazos vestida de negro,
Se oía el latido de su corazón,
Cubríanle el cuello los rizos castaños
Y toda temblaba de miedo y de amor.
¿Quién tuvo la culpa? La noche callada.
Ya iba a despedirme. Cuando dije "¡adiós!",
Ella, sollozando, se abrazó a mi pecho
Bajo aquel ramaje del almendro en flor.
Velaron las nubes la pida luna...
Después, tristemente lloramos los dos.


¿Que lloras? Lo comprendo.
Todo concluido está.
Pero no quiero verte,
Alma mía, llorar.
Nuestro amor, siempre, siempre...
Nuestras bodas... jamás.
¿Quién es ese bandido
Que se vino a robar
Tu corona florida
Y tu velo nupcial?
Mas no, no me lo digas,
No lo quiero escuchar.
Tu nombre es Inocencia
Y el de él es Satanás.
Un abismo a tus plantas,
Una mano procaz
Que te empuja; tú ruedas,
Y mientras tanto, va
El ángel de tu guarda
Triste y solo a llorar.
Pero ¿por qué derramas
Tantas lágrimas? ¡Ah!
Sí, todo lo comprendo...
No, no me digas más.

RUBÉN DARÍO “A Margarita Debayle”

RUBÉN DARÍO

“A Margarita Debayle”




Margarita, está linda la mar,
Y el viento
Lleva esencia sutil de azahar;

Yo siento
En el alma una alondra cantar:
Tu acento.
Margarita, te voy a contar

Un cuento.

Este era un rey que tenía
Un palacio de diamantes,
Una tienda hecha del día

Y un rebaño de elefantes,
Un kiosco de malaquita,
Un gran manto de tisú,
Y una gentil princesita,

Tan bonita
Margarita,
Tan bonita como tú.


Una tarde la princesa
Vio una estrella aparecer;
La princesa era traviesa
Y la quiso ir a coger.


La quería para hacerla
Decorar un prendedor,
Con un verso y una perla,
Y una pluma y una flor.


Las princesas primorosas
Se parecen mucho a ti:
Cortan lirios, cortan rosas,
Cortan astros. Son así.


Pues se fue la niña bella,
Bajo el cielo y sobre el mar,
A cortar la blanca estrella
Que la hacía suspirar.


Y siguió camino arriba,
Por la luna y más allá;
Mas lo malo es que ella iba
Sin permiso del papá.


Cuando estuvo ya de vuelta
De los parques del Señor,
Se miraba toda envuelta
En un dulce resplandor.


Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
¿Y qué tienes en el pecho,
Que encendido se te ve?"


La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
"Fui a cortar la estrella mía
A la azul inmensidad".


Y el rey clama: "¿No te he dicho
Que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar".


Y dice ella: "No hubo intento:
Yo me fui no sé por qué
Por las olas y en el viento
Fui a la estrella y la corté".


Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
Vuelve al cielo, y lo robado
Vas ahora a devolver".


La princesa se entristece
Por su dulce flor de luz,
Cuando entonces aparece
Sonriendo el buen Jesús.


Y así dice: "En mis campiñas
Esa rosa le ofrecí:
Son mis flores de las niñas
Que al soñar piensan en mí".


Viste el rey ropas brillantes,
Y luego hace desfilar
Cuatrocientos elefantes
A la orilla de la mar.


La princesita está bella,
Pues ya tiene el prendedor
En que lucen, con la estrella,
Verso, perla, pluma y flor.


Margarita, está linda la mar,
Y el viento
Lleva esencia sutil de azahar:
Tu aliento.


Ya que lejos de mí vas a estar,
Guarda, niña, un gentil pensamiento
Al que un día te quiso contar
Un cuento.