HILARIO ASCASUBI
PAULINO LUCERO O LOS GAUCHOS DEL RÍO DE LA PLATA...
Martín
¡Amigo! De aquella
loma
que atrás del monte
se ve,
apenas lo devisé,
dije: aquel mozo que
asoma
se me hace por la
presencia
ser el paisano
Lucero;
y felizmente,
aparcero,
me ha salido...
Lucero
A la evidencia:
porque como nunca
juyo
de esta causa en el
afán;
y como dice un
refrán,
en un pie a tu
tierra, grullo,
cuanto el general
Urquiza
¡a quien lo conserve
Dios!
pegó el grito:
"Vamonós
contra Rosas", a
la prisa,
como es justa la
contienda,
por lo justo, al
grito yo,
decidido, del Cuaró
me vine a tirar la
rienda
frente de
Cualeguaychú
y al Uruguay me azoté
y lueguito me largué,
a saber de su salú.
¿Y mi aparcera?
Martín
Buenaza,
siempre mentándolo a
usté.
Vaya, aparcero,
apiesé;
ya sabe que está en
su casa,
y no precisa...
Lucero
Al momento:
velay refalo el recao
y me pongo a su
mandao.
Martín
Adelante: tome
asiento.
Lucero
Pues, mire, amigo
Sayago,
yo al venir me
presumía
que no me conocería
al volver por este
pago.
Pero si usté a la
fortuna
es igual en la
memoria,
ya puede hacer
vanagloria
de conocedor:
¡ahijuna!
Martín
Lo que yo estoy
conociendo
es que usté viene
templao
y, como siempre,
alentao.
Conque, váyame
diciendo:
¿Diadónde sale?
Lucero
¡Chancita!
De lejas tierras,
cuñao,
después de haberme
troteao
media América
enterita.
De suerte que de
mulita
ya nada tengo, ¡qué
Cristo!
pues con las cosas
que he visto
en tanto como he
andao,
de todo estoy enterao
y para todo estoy
listo.
Pero, paisano Martín,
yo creiba que su
amistá
con mi larga
ausiencia ya
hubiese aflojao al
fin.
Ya ve que ¡siete años
largos
sin vernos hemos
pasao!
¡Y cómo estoy de
arrugao
por tantos ratos amargos!...
Así, yo hubiera
apostao
a que me desconocía,
y que ni mentas haría
de mí.
Martín
Se había equivocao:
y lejos de eso,
aparcero,
tan presente lo he
tenido
que lo hubiera
distinguido
en el mayor
entrevero.
Digo esto, en la
persuasión
que usté en la otra
tremolina
habrá andao de
garabina,
por supuesto, y de
latón;
sobre el pingo noche
y día
peliando al divino
ñudo,
medio en pelota o
desnudo
y con la panza vacía.
Pero ya por estos
pagos,
lo mesmo que por su
tierra,
se anda por concluir la
guerra
y las matanzas y
estragos,
bajo la suposición
de que no corcoviará
Rosas, y se allanará
a organizar la nación
por el orden federal,
que Entre Ríos y
Corrientes
han proclamado
valientes,
y han de sostener...
¿qué tal?
Lucero
¡Muy lindo!...
pero... veremos;
porque ese Rosas,
amigo,
¡es tan diablo...
pucha, digo!
¡Cuántos males le
debemos!
Y aunque usté haiga
forcejeao
en otro tiempo por
él,
éste no es el tiempo
aquél,
y se habrá
desengañao...
Martín
¿Forcejeao, dijo? Se
engaña:
por un deber he
seguido,
siempre medio
persuadido
que Rosas es un
lagaña.
Lucero
¿Medio no más,
aparcero?
¿O se le hace rana el
sapo?
¿A que si se lo
destapo
se persuade por
entero?
¡Es un tigre hasta
morir,
con unas garras que
asusta!
Y a ese respeuto, si
gusta,
le explicaré mi
sentir.
Martín
¡Pues no!, amigo:
desde luego
prosiga, y déle por
ahi:
y arme un cigarro,
velay,
también voy a darle
fuego.
Lucero
No... deje estar...
¡Voto a bríos!
¡Maldito sea el
rosín!
¡Por Cristo! amigo
Martín,
he perdido los avios.
¡Ah, bruto! ¡si ha
corcoviao
hasta cortarme la
cincha,
y todavía relincha;
y mire, se ha
revolcao!
Martín
Tiene laya de buenazo
y bellaco...
Lucero
Sin piedá,
pero de conformidá,
que luego es
¡superiorazo!
Hoy cuasi me
descompuso,
porque en pelos me
dejó,
y ya también se
bolió,
pero salí, ¡como un
huso!
Martín
¡Ah, gaucho!... Vení,
Ramón;
velay, agarrá ese
overo,
y acollarálo ligero
al zaino viejo rabón.
¿No será algún
pescuecero
su redomón, ño
Paulino,
que saque por el
camino
a la rastra a mi
aguatero?
No le hace: andá y
del tirón
traite el mate y la
caldera;
vaya, hijito, y de
carrera
cebenós un cimarrón.
Lucero
Pues, yo crei que
usté viviera
siempre en la otra
población,
y hoy al darle el
madrugón
me encontré con la
tapera.
Luego me pude
informar
de su salú y
paradero,
y en la cruzada al
overo
se le antojó retozar.
Martín
¡Voto alante! En fin
ya ve,
después de tanto
rodar,
me he conseguido
afirmar
siempre en la costa
del Clé:
donde en otro tiempo,
amigo,
cuanto rancho he
levantao,
lueguito me lo han
quemao,
como si fuera
castigo;
hasta hoy que, como
la rosa,
vivo y puedo trabajar
con miras de
adelantar,
si Dios no manda otra
cosa.
Pues acá de varios
modos,
siendo los hombres honraos,
todos viven sosegaos
y ganan su vida
todos,
mediante la
protección
que el gobernador
Urquiza
al pobre que la
precisa
le presta de corazón.
Así, el hombre es
bendecido,
como bajado del
cielo,
después de tanto
desvelo
y atraso que hemos
sufrido.
Lucero
Que dure es lo
menester,
y pronto, amigo, verá
que esta provincia
será
feliz como debe ser,
porque la naturaleza
y Dios mesmo se ha
esmerao
en darle como le ha
dao
en su suelo su
riqueza.
Corriendo la agua a
raudales
por sus ríos
caudalosos,
y de ahi sus montes
frondosos,
sus campos y
pastizales.
Luego sus puertos y
haciendas
su trajín y
produciones...
¿No valen más estos
dones,
que ejércitos y
contiendas
sin término? ¿Y para
qué?
Para que al fin el
tirano
llegue a ser el
soberano
de estos pagos.
Martín
Riasé
del Supremo y de su
antojo,
pues, para tal
pretender,
Rosas no debía ser
tan ruin, tan malo, y
tan flojo;
ni debía ese asesino
apoyarse en el
terror,
ni ser tan manotiador
como tacaño y
mezquino.
Así condición ninguna
tiene, sino fantasía;
pero, ya se allega el
día
de que se le acabe,
¡ahijuna!...
¡Qué distinto
proceder
tiene acá el
gobernador,
a quien el
restaurador
le debe todo su ser!
Usté lo verá,
paisano;
por supuesto, lo
verá,
y si ha visto ¡me
dirá!
hombre más liso y más
llano.
Y verá con el empeño
que proteje al hombre
honrao,
sin fijarse en lo
pasao,
ni en si es de Uropa
o porteño.
Porque su único
sistema
es perseguir los
ladrones,
pero que por
opiniones
ya ningún hombre le
tema.
También verá el
adelanto
de nuestra provincia
entera,
y al cruzar por aonde
quiera
le parecerá un
encanto:
Ver la porción de
edificios
que se alzan en todas
partes
para proteger las
artes
y diferentes oficios.
Luego en los campos
verá
las escuelas que
sostiene
la Patria, en las cuales
tiene
a hombres de
capacidá:
Enseñando satisfechos
y con esmeros
prolijos
a que aprendan
nuestros hijos
a defender sus
derechos.
Y últimamente,
paisano,
si hay gobiernos
bienhechores,
quizá uno de los
mejores
es el gobierno
entrerriano.
Lucero
¡Qué primor! Así
debía
proceder todo
gobierno,
veríamos que al
infierno
iba a parar la
anarquía.
Pero,
desgraciadamente,
Rosas es tan
envidioso,
y tan diablo y
revoltoso,
que ya pretende al
presente
largarnos un buscapié
para hacernos
chamuscar,
porque no le ha de
agradar
esta quietú; creamé.
Pues la Libertá y la
paz
son dos cosas que
aborrece,
a punto que se
estremece
de oírlas nombrar
nada más.
A bien que le he
prometido
destapárselo
enterito,
y voy hacerlo
lueguito;
¿quiere atender?...
Martín
Decidido
le prometo mi
atención:
que un hombre de su
razón
merece ser atendido.
Lucero
Pues bien, amigo
Sayago,
debajo de una amistá
oirá con la claridá
y la franqueza que lo
hago.
No hablo como
lastimao;
menos como
correntino:
hablaré como
argentino,
patriota y acreditao,
que nunca ha
diferenciao
a porteños de
entrerrianos,
ni a Vallistas de
puntanos,
porque todos para mí,
desde este pago a
Jujuí,
son mis queridos
paisanos.
Y en el rancho de
Paulino
puede con toda
franqueza
disponer de la
pobreza
cualquier paisano
argentino,
pues nunca ha sido
mezquino,
y a gala tiene
Lucero,
el que cualquier
forastero
llegue a golpiarle la
puerta,
siguro de hallarla
abierta
con agrado verdadero.
Sólo aborrezco a un
audaz
que piensa que la
Nación
es él solo en
conclusión,
y su familia, a lo
más:
y ese malevo tenaz,
matador, morao y
ruin,
que ha promovido un
sinfín
de guerras
calamitosas,
no es una rana...
¡ése es Rosas!
mesmito, amigo
Martín,
Que grita
¡federación!
y degüello a la
unidá,
mientras que a su
voluntá
manotea a la Nación;
y en veinte años de
tesón
que mata y grita
audazmente
¡federación! que nos
cuente,
¿que provincia ha
prosperao
o al menos se ha
gobernao
de por sí
federalmente?
Ninguna, amigo: al
contrario,
hoy miran su destrución
v que en la
Federación
Rosas se ha alzao
unitario,
porque. a lo rey
albitrario,
desde San José de
Flores
fusila gobernadores,
niñas preñadas y
curas,
y comete en sus
locuras
otra máquina de
horrores.
¡Vea qué Federación
tan gaucha! Y yo le
respondo
que, aunque soy medio
redondo,
conozco su
explicación,
que consiste en mi
opinión,
en que los pueblos
unidos
vivan, y no sometidos
a tal provincia o
caudillo
que les atraque
cuchillo
y los tenga
envilecidos...
Martín
¡Ahijuna!...
Lucero
No se caliente:
deje estar que le
relate.
Martín
Siga, amigo: velay
mate;
velay también
aguardiente.
¡Barajo!... ¡Qué
relación!
¡Ah, Rosas, si en
este istante
te topara por
delante!
Si hasta me da
comezón...
Lucero
¡Viera, aparcero
Sayago,
por esos pueblos de
arriba,
como he visto yo
cuando iba,
redotao por esos
pagos!
¡Qué mortandades, qué
estragos!
¡Cuánta familia
inocente
hasta hoy llora
amargamente
la miseria y viudedá
que deben a la
crueldá
de Rosas únicamente!
Luego, el
encarnizamiento
con que a los hombres
persigue,
y los rastrea, y los
sigue
lo mesmo que tigre
hambriento.
Así es que he visto
un sin cuento
de infelices
desterraos,
y hombres que han
sido hacendaos
rodando en tierras
ajenas
y viviendo a duras penas
pobres y desesperaos.
¡Y así pretende el
tirano
que el país esté
sosegao,
habiéndolo desangrao
de un modo tan
inhumano!
Ahora, dígame,
paisano,
si a usté también lo
saquiara,
lo persiguiese y
rastriara
así con un odio
eterno,
usté, desde el quinto
infierno,
¿con Rosas no se
estrellara?
Martín
Siguro, hasta el fin
del mundo
como a pleito lo
seguía,
y hasta lo
perseguiría
de la mar en lo
profundo.
Y a la prueba me
remito
en la presente
patriarda,
yendo a darle una
sableada
allá en Palermo
mesmito.
Y siendo tan
revoltoso
el paisano Juan
Manuel,
preciso es librarnos
de él
lo mesmo que de un
rabioso;
y entre todos sin
reposo
dejándonos de pelear,
lo debemos corretear,
que dispare a lo
ñandú
y se vaya a la
gran-pu
y nos deje sosegar.
Lucero
Y que deje de
amolarnos
con tanta guerra al
botón
que arma allá ese
baladrón
con miras de
exterminarnos.
Que acá para
gobernarnos
federal y lindamente,
sin hacer matar la
gente,
pero haciendo
prosperar
la patria no han de
faltar
gobiernos como el
presente.
Martín
¡Ah, gaucho sabio y
ladino!
si es la cencia
consumada,
y patriota más que
nada;
eche un trago, ño
Paulino.
Lucero
Vaya, amigo, ¡a la
salú
de sus pagos y los
míos,
y el gobierno de
Entre Ríos
que nos ha de dar
quietú!
¡Y por la Federación!
Martín
¿La gaucha?...
Lucero
No: ¡la entrerriana!
la linda, la
veterana,
que hará feliz la
Nación,
hoy que su
proclamación
alza el general
Urquiza,
diciendo: "¡Aquí
finaliza
todo el poder de un
tirano,
que el ejército
entrerriano,
va a reducir a
ceniza!"
Martín
Amigo, ahi tengo un
changango
que pasa de rigular,
y ahora mesmo hemos
de armar
para esta noche un
fandango.
Aunque ya no me
acordaba
que ayer, cuando iba
al arroyo,
mi Juana Rosa en un
hoyo
medio se sacó una
taba;
Y hoy de mañana salió
con la Nicasia en las
ancas,
y en aquellas casas
blancas
debe estar, presumo
yo,
haciéndose acomodar
la pata que se le ha
hinchao:
pero así mesino,
cunao,
esta noche ha de
bailar.
Y usté templando el
changango
saquemelé hasta la
frisa,
a salú de don Urquiza
federal lindo y de
rango!
Lucero
Lo haré por él, lo
prometo;
pues, si antes fui su
enernigo,
ahora de veras le
digo,
me ha cautivao el
afeto.
viendo el empeño
completo
con que llama a los
paisanos
para que se den las
manos
y se dejen de matar;
así es que lo han de
apreciar
todos los americanos.
Y así, yo de corazón
rendiré la vida a
gusto
en las filas de don
Justo,
sosteniendo su
opinión
de organizar la
nación,
hoy que el caso se
presenta,
para ajustarle la
cuenta
a ese tirano
ambicioso,
causal de tanto
destrozo
que nuestra patria
lamenta.
Y a quien el mesmo
Entre Ríos
le debe tantos
atrasos,
por las trabas y
embarazos
que antes le puso a
estos ríos;
creyendo en sus
desvaríos
Juan Manuel que el
Paraná
era de su propiedá;
y cuando le daba gana
no entraba ni una
chalana.
¡Mire qué barbaridá!
Y a todo barco
atajaba,
sin más razón ni
derecho
que sacarle hasta el
afrecho
en tributos que
cobraba;
de otro modo no
largaba
a ningún barco jamás
y sólo a San Nicolás
cuando más podían
dir,
pues si quería subir
los hacía echar
atrás.
¡Qué diferencia hoy
en día
es recostarse a estos
puertos,
y verlos siempre
cubiertos
de purita barquería!
con tanta banderería
y tanta gente platuda
que al criollo que
Dios lo ayuda
se arma rico
redepente;
lo que antes cuasi la
gente
andaba medio desnuda.
Luego, en ganar
amistades,
¿acaso se pierde
nada?...
¿Y con gente bien
portada
que nos trae
comodidades,
cayendo de esas
ciudades
de Uropa tantos
naciones,
a levantar
poblaciones
en nuestros campos
disiertos,
que antes estaban
cubiertos
de tigres y
cimarrones?
¿O debemos ahuyentar
la gente que habla en
la lengua?
No, amigo, porque no
hay mengua
en que vengan a
poblar;
pues nos pueden
enseñar
muchas cosas que
inoramos
de toda laya: ¿a qué
andamos
con que naides
necesita,
si hay tanto y tanto
mulita
entre los que más
pintamos?
Dicen que "la
extranjerada
¡algunos no dicen
todos!
nos han de comer los
codos".
¿Qué nos han de
comer? -¡Nada!
Podrán comer carne
asada,
cuando apriendan a
enlazar;
y no se puede negar
que son muy
aficionaos
a echar un pial, y
alentaos
si se ofrece a
trabajar.
Allá en mi pago
tenemos
un nacioncito bozal,
muchacho muy liberal
con quien nos
entretenemos;
y al lazo le
conocemos
mucha afición de una
vez.
Y, ni sé qué nación
es,
pero cuando entre
otras cosas
le grito:
"Pialáme a Rosas".
Martín
¡Será el diablo! Pues
aquí
anda otro
carcamancito
que contesta a lo
chanchito,
y a todo dice:
"güi, güi",
y ayer peló un
bisturí
de dos cuartas,
afilao,
y yo que estaba a su
lao
le dije: "¿Para
qué es eso?"
y él señalando el
pescuezo
nombró a Rosas,
retobao
Lucero
¡Pero, si es temeridá
lo que el hombre es
mal querido
y putiao y maldecido
en todo pago y ciudá!
Ya le dije, yo he corrido
muchas tierras, y
embarcao
desde la mar del
Callao
hasta la Esquina he
venido,
y en Bolivia he
conocido
a hombres que no
morirán
de antojo, y le
pegarán
al Supremo una
sumida,
si Dios le presta la
vida,
al general Ballivián.
Éste anda por
Chuquisaca,
y allá en Lima anda
un Castilla,
general, que si lo
pilla
a Rosas le arrima
estaca;
porque es libertal de
a placa
ese general limeño;
y a todo gaucho
abajeño
que anda infeliz por
allá
en cualquier necesidá
lo proteje con
empeño.
Así, yo vine prendao
de otro general
Torrijo.
¡Ah, mozo! un día me
dijo,
viéndome medio
atrasao;
"¿Muchacho, sos
emigrao?"
"Sí,
señor", le respondí;
"Pues
tomá", -y le recebí;
y como quien no da
nada
ahi me largó una
gatiada
que luego la redetí.
Después en Chile,
paisano,
también me puse las
botas,
con muchos mozos
patriotas
que detestan al
tirano;
y el gobierno es tan
humano,
que a todos nos
compadece,
y dice que no merece
Buenos Aires esa
suerte,
en que hoy se mira, y
de muerte
a Juan Manuel lo
aborrece.
¿Y el general Virasoro?
¿Y el ejército que
manda?
¡Por Dios! Le asiguro
que anda
contra Rosas, como un
toro;
y antes en manos de
un Moro
caiga ese bruto
asesino,
que no en las de un
correntino.
Así, que ande Rosas
listo,
pues si lo pillan
¡ah, Cristo!
¡Infeliz de su
destino!
Luego, en colmo de
sus males,
al Presidente su
aliao,
ya lo tienen apretao
veintidós mil
imperiales,
todos mozos
ternejales
que lo han de sacar
muriendo,
y todos, estoy
creyendo
como una cosa sigura,
que por sacarle una
achura
a Rosas se andan
lambiendo.
Y en todo el género
humano,
no crea, ni le
parezca
que hay hombre que no
aborrezca
a Juan Manuel por
tirano.
¿Y en el Paraguay,
paisanos?
¡Viera a los
paraguayitos
todavía mamoncitos
que apenas andan
gatiando,
y ya se largan
gritando:
¡Ah hijitos!
Y además el
Presidente
es un quiebra, sigún
veo,
pues le ha pedido
rodeo
al Héroe del
Continente.
Lucero
Sí, amigo, muy
suavemente
al principio lo ha
palmeao,
y ya lo ha
redomoneao,
hasta el verano que
viene,
que puede ser que lo
enfrene
y lo haga de su
recao.
Martín
¡Ah, cosa! Dios lo
bendiga,
y le dé su santa
gracia.
¡Che! mire: ahi viene
Nicasia
con mi china. Pero,
diga:
¿se acuerda de
Sandoval
el payador?
Lucero
¡Cómo no!
Martín
Un chumbo lo desnucó.
Lucero
¿Dónde?...
Martín
En la Banda Oriental:
donde también por mi
mal
andando por esa
tierra,
cuando la maldita
guerra
en que Rosas nos
metió,
cuasi, cuasi, quedé
yo
estirao en una
sierra.
Lucero
Velay otra guerra,
amigo,
que hace Rosas al
botón,
de cuya desolación
usté habrá sido
testigo.
Y ¿qué oriental
enemigo
tiene Entre Ríos?
pregunto.
¿A qué cargas, a qué
asunto
mandó allá a la
paisanada?
¿Sabe a qué,
aparcero? A nada;
a peliar por él, por
junto.
Cierto es que Frutos
Rivero
vino acá la vez
pasada,
porque allá la
entrerrianada
a él lo atropelló
primero
con don Pascual, que
altanero
se guasquió a Santa
Lucía,
pues de terne
presumía,
hasta que en una
mañana
y que vuelva, ¡y qué
volvía!
Y de ahi, Rosas se ha
propuesto
destruir la Banda
Oriental
que no le ha hecho
ningún mal,
¡mire si es hombre
funesto!
Y no alega otro
pretexto
que mudarle
presidente.
¿Qué le importa que
Vicente,
o Pedro, o Juan o
Tadeo
gobierne en
Montevideo?
¿No digo bien?
Martín
Mesmamente.
Lucero
Pues ya ve a los
orientales
matándose con horror,
lo que es, amigo, un
dolor,
¡porque son tan
liberales!
Y hay mozos tan
racionales
entre uno y otro
partido,
que si ya no se han
unido
no es por rencor,
creamé,
es solamente porqué
ahi anda Rosas
metido.
Lo que antes, los
orientales
se daban cuatro
sabliadas,
y al tiro de
camaradas
quedaban todos
iguales;
mas hoy, con los
federales
que Rosas les ha
injertao
tan fiero los ha
trenzao,
que algunos ya lo
coligen,
y Dios permita y la
Virgen
que le hagan el
cuerpo a un lao.
Dios lo permita,
repito,
que se abracen como
hermanos;
porque, sin ser mis
paisanos
los apreceo infinito;
pues ya sabe,
aparcerito,
que yo me crie por
allá,
y así es con temeridá
lo que esa gente me
agrada,
y esas hembras más
que nada,
porque son una deidá.
Martín
¡Oiganle al cantor
Lucero
cómo se explica y se
amaña!
Pues bien, una media
caña
conciérteme,
compañero.
Toda de amor
enterita,
que se alborote el
hembraje
con las coplas, y le
faje
hasta la madrugadita.
Lucero
Media caña y cielo
junto,
será más lindo,
aparcero,
y que yo duerma
primero,
porque... ya me
siento en punto...
Martín
Echesé, aunque Juana
Rosa
venía y se ha
entretenido,
y si lo pilla dormido
quizá se muestre
quejosa.
Pero ya que está
templao,
no hay que hacer
caso, echesé,
que yo lo dispertaré
con un buen cordero
asao...
Aunque, amigo, la
patrona
lo ha querer agradar:
dejemé, voy a carniar
con cuero una
vaquillona.
. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . .
Y ya enderezó Martín
rumbiando para el
rodeo
y Paulino a su deseo,
hizo estas coplas por
fin.