sábado, 23 de mayo de 2015

ALEJANDRA PIZARNIK “LA ENAMORADA”

ALEJANDRA PIZARNIK 

“LA ENAMORADA”



Esta lúgubre manía de vivir
Esta recóndita humorada de vivir
Te arrastra, Alejandra, no lo niegues.
Hoy te miraste en el espejo
Y te fue triste, estabas sola
La luz rugía, el aire cantaba
Pero tu amado no volvió.
Enviarás mensajes, sonreirás
Tremolarás tus manos, así volverá
Tu amado tan amado.
Oyes la demente sirena que lo robó
El barco con barbas de espuma
Donde murieron las risas
Recuerdas el último abrazo
Oh nada de angustias
Ríe en el pañuelo, llora a carcajadas
Pero cierra las puertas de tu rostro
Para que no digan luego
Que aquella mujer enamorada fuiste tú.
Te remuerden los días,
Te culpan las noches,
Te duele la vida tanto tanto,
Desesperada, ¿a dónde vas?
Desesperada, ¡nada más!

 



ALFONSINA STORNI “CARTA LÍRICA A OTRA MUJER”

ALFONSINA STORNI 

“CARTA LÍRICA A OTRA MUJER”



Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
Conozco yo, y os imagino blanca,
Débil como los brotes iniciales,
Pequeña, dulce; ya ni sé, divina.
En vuestros ojos placidez de lago
Que se abandona al sol y dulcemente
Le absorbe su oro mientras todo calla.
Y vuestras manos, finas, como aqueste
Dolor, el mío, que se alarga, alarga,
Y luego se me muere y se concluye
Así, como lo veis; en algún verso.
Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca
Tenéis un rumoroso colmenero.
Si las orejas vuestras son a modo
De pétalos de rosas ahuecados
Decidme si lloráis, humildemente,
Mirando las estrellas tan lejanas.
Y si en las manos tibias se os aduermen
Palomas blancas y canarios de oro.
Porque todo eso y más, vos sois, sin duda:
Vos, que tenéis el hombre que adoraba
Entre las manos dulces, vos, la bella
Que habéis matado, sin saberlo acaso,
Toda esperanza en mí; vos, su criatura,
Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
Estáis gustando del amor secreto
Que guardé silencioso, Dios lo sabe
Por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
Tan cerca de mi brazo, que al extenderlo
Acaso mía aquella dicha vuestra
Me fuera ahora ¡sí!, acaso mía
Mas ved, estaba el alma tan gastada
Que el brazo mío no alcanzó a extenderse:
La sed divina, contenida entonces,
Me pulió el alma. ¡Y él ha sido vuestro!
¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
Él se adormece y le decís palabras
Pequeñas y menudas que semejan
Pétalos volanderos y muy blancos.
Acaso un niño rubio vendrá luego
A copiar en los ojos inocentes
Los ojos vuestros y los de él
Unidos en un espejo azul y cristalino.
¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
¡Arrancaban tan firmes los cabellos
A grandes ondas, que a tenerla cerca
No hiciera yo otra cosa que ceñirla!
Luego dejad que en vuestras manos vaguen
Los labios suyos; él me dijo un día
Que nada era tan dulce al alma suya
Como besar las femeninas manos
Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve
Vagando por afuera de la vida,
-Como aquellos filósofos mendigos
Que van a las ventanas señoriales
A mirar sin envidia toda fiesta-
Me allegue humildemente a vuestro lado
Y con palabras quedas, susurrantes,
Os pida vuestras manos un momento,
Para besarlas yo como él las besa
Y al recubrirlas, lenta, lentamente,
Vaya pensando: aquí se aposentaron
¿Cuánto tiempo?, sus labios, ¿cuánto tiempo
En las divinas manos que son suyas?
¡Oh, qué amargo deleite, este deleite
De buscar huellas suyas y seguirlas
Sobre las manos vuestras tan sedosas,
Tan finas, con sus venas tan azules!
Oh, que nada podría, ni ser suya,
Ni dominarle el alma, ni tenerlo
Rendido aquí a mis pies, recompensarme
Este horrible deleite de hacer mío
Un inefable, apasionado rastro.
Y allí en vos misma, sí, pues sois barrera,
Barrera ardiente, viva, que al tocarla
Ya me remueve este cansancio amargo,
Este silencio de alma en que me escudo,
Este dolor mortal en que me abismo,
Esta inmovilidad del sentimiento
¡Que sólo salta, bruscamente, cuando
Nada es posible!

MATILDE ALBA SWANN “CRÓNICA DE MÍ MISMA”

MATILDE ALBA SWANN 

“CRÓNICA DE MÍ MISMA”



Y querer merecerme; de veras merecerme.
Revisar mis dispersas escrituras,
Mi palabra, revisarme el sollozo,
La garganta,
Auscultarme el latido, desollarme,
Revisarme las venas, las arterias.
Todo el complejo existencial
Que asumo.
Revisar mi conducta, mis proyectos,
Lo soñado, ensoñado,
Lo vivido,
Conformarme de nuevo, aún no inscripta,
Sin visión, sin recuerdo, sin mentiras,
Sin verdades ocultas, temerosas,
Sin impulsos,
Sin deserción, sin este yo
Impreciso.

Revisarme hasta el fondo, descifrarme,
Prenderme, saberme, perdonarme,
Tanto pude y no hice,
Tanto hice febril
A manotazos,
En apremio suicida, lograr algo, dejar
Algo, quedarme allí incrustada,
En la trama inicial, impenetrable,
Indestructible, quedar, estar,
Ser siempre,
Y vencer de la muerte,
Y de la vida.

Permanecer y ser, por solo acto
De ingerencia en un sino
De criatura.

Despedacé mi carne, carne mía, fatigada
De esfuerzo y sinsabores, me derramé, me di,
Me hice guiñapo; al costado de holgura,
Fui miseria.
Quise tanto y a tantos, y la tierra,
Ese soplo de polvo que me aguarda,
Y mi aventura batalladora hecha
De timidez, de inermidad
Y miedo.
Estos árboles rudos que me vencen
La mirada, cada vez menos útil, y esta noche
Que circunda mis noches y me azuza y me manda
No dormir, y pensar, y sentir frío,
Y volver al dolor que hice a un costado.
Yo debo revisarme desde el antes,
Descubrir el motivo, causa, impulso, la razón,
El porqué, y el hacia adónde, y el porqué
Del porqué de la pregunta.
Ascender la montaña hacia la cima,
Y mirarme, un abismo,
En el abismo, y elevarme al azul
Por propio esfuerzo apoyándome en mí,
Envolviéndome en mí,
Desde mí misma,
Tirar de mí hacia arriba; tocar siquiera
Una sola estrella, una sola, o su fulgor
Siquiera, o siquiera seguirla
Desnudando
Mi vergüenza a su luz. Esta corteza,
Que resquebraja
Cada vez que pienso,
Y estas raíces que me petrifican
Bajo la inercia de un planeta
Muerto.
Quiero salir maleza a herir caminos,
Y punzarme de heridas, ser, de pronto,
Este mundo y un próximo intuido,
Y recordar, de pronto, un otro antiguo
Mundo en seres golpeados que lloraron
Mucho antes de mí, y que derramaron
En mi llanto de hoy, su sal y acíbar.

Ser el ánfora quieta de una ignota,
Milenaria mansión
Sin nada dentro,
Y esperando.

Un océano en peces y vitrales, y en suicidas
Y barcos milenarios; ser la orilla, el camino
Sobre el agua, ser la brújula, el sol rojo
De noche y el marinero que perdió la novia,
La llegada y el puerto, abigarradas
Multitudes ruidosas,
Y en mí, nadie.

Asomarme a la ardiente boca ígnea
De un volcán que despierta en el incendio,
Y saber que soy fuego y quemadura,
Que la lava soy yo,
Descascarando;
Desnudada, sentirme leña al rojo, derramado
Mineral,
Embistiendo la ladera, burbujeante y hervida.

Merecerme, de veras merecerme;
En cuclillas orar, sin darme cuenta,
Porque quiera la entraña de mi madre,
Exhalarme a la luz, y ser pequeña,
Respirar, prometer, ser la esperanza
Para alguien, sin nada más que el hilo,
Que amenaza romper de una esperanza.

Merecerme de veras; ya retorno
Del altar y del lodo, del sollozo,
Del gemido y del canto, de mi propio
Funeral, y me escucho como corro
Anhelante y jadeante
A mi bautismo.


viernes, 22 de mayo de 2015

NICANOR PARRA COPLAS DEL VINO

NICANOR PARRA 

COPLAS DEL VINO



Nervioso, pero sin duelo
A toda la concurrencia
Por la mala voz suplico
Perdón y condescendencia.
Con mi cara de ataúd
Y mis mariposas viejas
Yo también me hago presente
En esta solemne fiesta.
¿Hay algo, pregunto yo,
Más noble que una botella
De vino bien conversado
Entre dos almas gemelas?
El vino tiene un poder
Que admira y que desconcierta
Transmuta la nieve en fuego
Y al fuego lo vuelve piedra.
El vino es todo, es el mar
Las botas de veinte leguas
La alfombra mágica, el sol
El loro de siete lenguas.
Algunos toman por sed
Otros por olvidar deudas.
Y yo por ver lagartijas
Y sapos en las estrellas.
El hombre que no se bebe
Su copa sanguinolenta
No puede ser, creo yo
Cristiano de buena cepa.
El vino puede tomarse
En lata, cristal o greda
Pero es mejor en copihue
En fucsia o en azucena.
El pobre toma su trago
Para compensar las deudas
Que no se pueden pagar
Con lágrimas ni con huelgas.
Si me dieran a elegir
Entre diamantes y perlas
Yo elegiría un racimo
De uvas blancas y negras.
El ciego con una copa
Ve chispas y ve centellas
Y el cojo de nacimiento
Se pone a bailar la cueca.
El vino cuando se bebe
Con inspiración sincera
Sólo puede compararse
Al beso de una doncella.
Por todo lo cual levanto
Mi copa al sol de la noche
Y bebo el vino sagrado
Que hermana los corazones.

 

VICENTE HUIDOBRO "BALADA DE LO QUE NO VUELVE"

VICENTE HUIDOBRO 

"BALADA DE LO QUE NO VUELVE"


Venía hacia mí por la sonrisa
Por el camino de su gracia
Y cambiaba las horas del día
El cielo de la noche se convertía en el cielo del amanecer
El mar era un árbol frondoso lleno de pájaros
Las flores daban campanadas de alegría
Y mi corazón se ponía a perfumar enloquecido.
Van andando los días a lo largo del año
¿En dónde estás?
Me crece la mirada
Se me alargan las manos
En vano la soledad abre sus puertas
Y el silencio se llena de tus pasos de antaño
Me crece el corazón
Se me alargan los ojos
Y quisiera pedir otros ojos
Para ponerlos allí donde terminan los míos
¿En dónde estás ahora?
¿Qué sitio del mundo se está haciendo tibio con tu presencia?
Me crece el corazón como una esponja
O como esos corales que van a formar islas
Es inútil mirar los astros
O interrogar las piedras encanecidas
Es inútil mirar ese árbol que te dijo adiós el último
Y te saludará el primero a tu regreso
Eres sustancia de lejanía
Y no hay remedio
Andan los días en tu busca
A qué seguir por todas partes la huella de sus pasos
El tiempo canta dulcemente
Y si mis ojos os dicen
Cuánta vida he vivido y cuánta muerte he muerto
Ellos podrían también deciros
Cuánta vida he muerto y cuánta muerte he vivido.
¡Oh mis fantasmas! ¡Oh mis queridos espectros!
La noche ha dejado noche en mis cabellos
¿En dónde estuve? ¿Por dónde he andado?
¿Pero era ausencia aquella o era mayor presencia?
Cuando las piedras oyen mi paso
Sienten una ternura que les ensancha el alma
Se hacen señas furtivas y hablan bajo:
Allí se acerca el buen amigo
El hombre de las distancias
Que viene fatigado de tanta muerte al hombro
De tanta vida en el pecho
Y busca dónde pasar la noche.
Heme aquí ante vuestros limpios ojos
Heme aquí vestido de lejanías
Atrás quedaron los negros nubarrones
Los años de tinieblas en el antro olvidado
Traigo un alma lavada por el fuego
Vosotros me llamáis sin saber a quién llamáis
Traigo un cristal sin sombra, un corazón que no decae
La imagen de la nada y un rostro que sonríe
Traigo un amor muy parecido al universo
La poesía me despejó el camino
Ya no hay banalidades en mi vida
¿Quién guió mis pasos de modo tan certero?
Mis ojos dicen a aquellos que cayeron
Disparad contra mí vuestros dardos
Vengad en mí vuestras angustias
Vengad en mí vuestros fracasos
Yo soy invulnerable
He tomado mi sitio en el cielo como el silencio.
Los siglos de la tierra me caen en los brazos
Yo soy amigos el viajero sin fin
Las alas de la enorme aventura
Batían entre inviernos y veranos
Mirad cómo suben estrellas en mi alma
Desde que he expulsado las serpientes del tiempo oscurecido.
¿Cómo podremos entendernos?
Heme aquí de regreso de donde no se vuelve
Compasión de las olas y piedad de los astros
¡Cuánto tiempo perdido! Este es el hombre de las lejanías
El que daba vuelta las páginas de los muertos
Sin tiempo, sin espacio, sin corazón, sin sangre
El que andaba de un lado para otro
Desesperado y solo en las tinieblas
Solo en el vacío
Como un perro que ladra hacia el fondo de un abismo.
¡Oh vosotros! ¡Oh mis buenos amigos!
Los que habéis tocado mis manos
¿Qué habéis tocado?
Y vosotros que habéis escuchado mi voz
¿Qué habéis escuchado?
Y los que habéis contemplado mis ojos
¿Qué habéis contemplado?
Lo he perdido todo y todo lo he ganado
Y ni siquiera pido
La parte de la vida que me corresponde
Ni montañas de fuego ni mares cultivados
Es tanto más lo que he ganado que lo que he perdido
Así es el viaje al fin del mundo
Y esta es la corona de sangre de la gran experiencia
La corona regalo de mi estrella
¿En dónde estuve, en dónde estoy?
Los árboles lloran, un pájaro canta inconsolable
Decid, ¿quién es el muerto?
El viento me solloza
¡Qué inquietudes me has dado!
Algunas flores exclaman
¿Estás vivo aún?
¿Quién es el muerto entonces?
Las aguas gimen tristemente
¿Quién ha muerto en estas tierras?
Ahora sé lo que soy y lo que era
Conozco la distancia que va del hombre a la verdad
Conozco la palabra que aman los muertos
Este es el que ha llorado el mundo el que ha llorado resplandores.
Las lágrimas se hinchan, se dilatan
Y empiezan a girar sobre su eje
Heme aquí ante vosotros
Cómo podremos entendernos
Cómo saber lo que decimos
Hay tantos muertos que me llaman
Allí donde la tierra pierde su ruido
Allí donde me esperan mis queridos fantasmas
Mis queridos espectros
Miradme, os amo tanto pero soy extranjero
¿Quién salió de su tierra
Sin saber el hondor de su aventura?
Al desplegar las alas
El mismo no sabía qué vuelo era su vuelo.
Vuestro tiempo y vuestro espacio
No son mi espacio ni mi tiempo
¿Quién es el extranjero? ¿Reconocéis su andar?
Es el que vuelve con un sabor de eternidad en la garganta
Con un olor de olvido en los cabellos
Con un sonar de venas misteriosas
Es este que está llorando el universo
Que sobrepasó la muerte y el rumor de la selva secreta
Soy impalpable ahora como ciertas semillas
Que el viento mismo que las lleva no las siente
Oh poesía, nuestro reino empieza.
Este es aquel que durmió muchas veces
Allí donde hay que estar alerta
Donde las rocas prohíben la palabra
Allí donde se confunde la muerte con el canto del mar
Ahora vengo a saber que fui a buscar las llaves
He aquí las llaves
¿Quién las había perdido?
¿Cuánto tiempo ha que se perdieron?
Nadie encontró las llaves perdidas en el tiempo y en las brumas
¡Cuántos siglos perdidas!
Al fondo de las tumbas
Al fondo de los mares
Al fondo del murmullo de los vientos
Al fondo del silencio
He aquí los signos
¡Cuánto tiempo olvidados!
Pero entonces, amigo, ¿qué vas a decirnos?
¿Quién ha de comprenderte? ¿De dónde vienes?
¿En dónde estabas? ¿En qué alturas, en qué profundidades?
Andaba por la historia del brazo con la muerte
Oh hermano, nada voy a decirte
Cuando hayas tocado lo que nadie puede tocar
Más que el árbol te gustará callar.

 



EDGAR ALLAN POE "PAÍS DE HADAS"

EDGAR ALLAN POE 

"PAÍS DE HADAS"


Valles de sombra y aguas apagadas
Y bosques como nubes,
Que ocultan su contorno
En un fluir de lágrimas.
Allí crecen y menguan unas enormes lunas,
Una vez y otra vez, a cada instante,
En canto que la noche se desliza,
Y avanzan siempre, inquietas,
Y apagan el temblor de los luceros
Con el aliento de su rostro blanco.
Cuando el reloj lunar señala medianoche,
Una luna más fina y transparente
Desciende, poco a poco,
Con el centro en la cumbre
De una sierra elevada,
Y de su vasto disco
Se deslizan los velos dulcemente
Sobre aldeas y estancias,
Por doquier; sobre extrañas
Florestas, sobre el mar
Y sobre los espíritus que vuelan
Y las cosas dormidas:
Y todo lo sepultan
En un gran laberinto luminoso.
¡Ah, entonces! ¡Qué profunda
Es la pasión que ponen en su sueño!
Despiertan con el día,
Y sus lienzos de luna
Se ciernen ya en el cielo,
Con inquietas borrascas,
Y a todo se parecen: más que nada
Semejan un albatros amarillo.
Y aquella luna no les sirve nunca
Para lo mismo: en tienda
Se trocará otra vez, extravagante.
Pero ya sus pedazos pequeñitos
Se tornan leve lluvia,
y aquellas mariposas de la Tierra
Que vuelan, afanosas del celaje,
Y bajan nuevamente,
Sin contentarse nunca,
Nos traen una muestra,
Prendida de sus alas temblorosas.



jueves, 21 de mayo de 2015

JULIO FLÓREZ EL CÓNDOR VIEJO

JULIO FLÓREZ 

EL CÓNDOR VIEJO




A Rafael Pombo.

I

En una roca de la sierra umbría
Vive un cóndor ya viejo y desplumado,
Que contempla la bóveda vacía
Con tan honda y tenaz melancolía,
Cual si estuviese allí petrificado.
Ya no puede volar y cuando empieza
La blanca nube a coronar la altura,
Envidioso la mira y con tristeza
Inclina taciturno la cabeza
Sobre su roca inconmovible y dura.
II

Sirve de escarnio a los demás cóndores
Que anidan en las cumbres de granito,
Y que, del hondo espacio triunfadores,
Bañan su cuello en mares de colores
Al desgarrar la aurora el infinito.
En la noche, en los hondos agujeros
De su peñón, donde las brisas suaves
Se refugian, él sueña cosas graves:
Ya, que eleva en el aire los corderos,
Ya, que agarra en las nubes a las aves.
III

Mas se mira las alas compungido
Y no halla en ellas ni siquiera rastro
De aquel tiempo en que hubiera hasta podido
Colgar su enorme y silencioso nido
De las rubias pestañas de los astros;
Cuando, al lanzarse en inauditos vuelos
Rozaba con el arco de sus plumas
Los bruñidos cristales de los hielos,
Al hundirse en el polvo de las brumas
Bajo el zafiro inmenso de los cielos;
IV

Cuando, el rugir del rey de los titanes,
El hondo mar que eterna rabia alienta,
Llegaba a los ignívomos volcanes
Por sentir estertores de tormenta
Y escuchar aleteos de huracanes,
Cuando, ávido de luz, a ambientes puros,
Del Sol siguiendo el luminoso paso,
Desde los altos peñascales duros
Iba a alumbrar sus ojos verdioscuros
En los rojos incendios del ocaso.
V

Yo conozco un poeta desplumado
Como el cóndor aquel, cuya presencia
Es un mísero escombro del pasado
¡Ya no puede volar! Hoy vive atado
A la roca fatal de la impotencia.
Eso pensé de ti; mas hoy que he visto
Que tú, viejo cóndor, con rudo aliento,
Subes aún rasgando el firmamento,
Presa del más atroz remordimiento.
VI

El mismo eres de ayer. La artera bala
Que cierto cazador disparó un día
Contra ti, no logró romperte el ala;
No eres momia ambulante todavía;
¡Tu espíritu inmortal vigor exhala!
Perdóname poeta, si atrevido
Quise herirte también; fúlgidos rastros
Nos dejas al volar; ¡no estás vencido!
¡Puedes aún colgar tu enorme nido
De las rubias pestañas de los astros!