lunes, 4 de mayo de 2015

Juan Cruz Varela El 25 de mayo de 1838 en Buenos Aires

Juan Cruz Varela 

El 25 de mayo de 1838 en Buenos Aires




'Ya raya la aurora del día de Mayo, 
sagamos, salgarnos a esperar el rayo
que lance primero su fúlgido sol.

Mirad: todavía no asoma la frente.
Pero ya le anuncia cercano al Oriente
de púrpura y oro brillante arrebol.

Mirad esas filas: el rayo, el acero.
Los patrios pendones, la voz del guerrero
al salir el astro saludo le harán

de párvulos tiernos inocente coro
alzará a los cielos el canto sonoro,
y todas las madres de amor llorarán.

Por los horizontes del río de Platea
el pueblo en silencio la vista dilata
buscando en las aguas naciente fulgor;

y en el aire de vivas poblárase luego
cuando en el baluarte con lenguas de fuego
anuncie el momento cañón tronador;

cándida celeste la patria bandera
sobre las almenas será la primera
que el brillo reciba al gran luminar;

y ven en las bellas cándida y celeste
cómo la bandera de nítica veste
en gracioso talle graciosa ondear.

Yo he sido guerrero: también ha postrado
mi brazo enemigos: me lo ha destrozado 
la ardiente metralla del bronce español.

No sigo estandartes, inútil ahora;
pero tengo patria... Ya luce la aurora
y seré dichoso si miro este sol.'

Así entre extranjeros que absortos oían,
ya a ver esta pompa de lejos venían,
hablaba un soldado, y era joven yo.

¡Qué Mayo el de entonces!
¡Qué glorias aquellas!
¡Pasaron! ¡Pasaron! Ni memoria de ellas 
consiente el tirano que el mando robó.

¡Ay, sella tus labios, antiguo guerrero,
y no hables ahora si ansioso extranjero
la gloria de Mayo pregunta cuál es!

Sí, sella tus labios, reprime tus iras,
¡ah, no te desprecien los hombres que miras,
espera los días que vendrán después!

¡En vano se abrieron de Oriente las puertas!
¡Cómo en negra noche mudas y desiertas
las calles y plazas discurriendo van.

Su bárbara grita, su danza salvaje
es en este día medditado ultraje
del nuevo caribe que el Sur abortó.

Sin parte en tu gloria nación Argentina,
tu gloria, tu nombre, tu honor abomina
en su enojo el cielo tal hijo te dio.

Feroz y medroso, desde el homdo encierro
do templado mora, la mano de hierro
tiende sobre el pueblo mostrando el puñal:

Vergënza, despecho y envidia le oprimen;
los hombres de Mayo son hombres de crimen
para este ministro del genio del mal.

Sin él patria, leyes, libertad gritaron,
sin él valerosos la espada empuñaron,
rompieron cadenas y yugo sin él.

Por eso persigue con hórrida saña
a los vencedores de su amada España;
y en ell grande día la venga cruel.

El Plata y los Andes, Tucumán hermoso,
y Salta, y el Maipo, y el Perú fragoso,
¿le vieron acaso pugnar y vencer?

Vilcapujio, Ayuma, Moquegua, Torata
donde la victoria nos fue tan ingrata,
¿le vieron acaso la gloria caer?

A fuer de cobarde y aleve asesino,
espiaba el momento que al pueblo argentino
postrado dejara discordia civil.

Y al verle vencido por su propia fuerza
le asalta, le oprime, le burla y se esfurza
en que arrastre esclavo cadena servil.

¡Oh Dios! No supimos vivir como hermanos;
de la dulce patria nuestras mismas manos
las tiernas entrañas osaron romper:

¡Y por castigarlos al cielo le plugo
hacer que marchemos uncidos al yugo
que obscuro salvaje nos quiso imponer!

¿Y tú, Buenos Aires, antes vencedora,
humillada sufres que sirvan ahora
todos tus trofeos de alfombra a su pie?

¿Será que ese monstruo robártelos pueda
y de ti se diga que solo te queda
el mísero orgullo de un tiempo que fue?

¿Qué azote, qué ultraje resta todavía,
qué nuevo infortunio, cara patria mía,
de que tú no seas la víctima ya?

¡Ah, si tu tirano supiese siquiera
reprimir el vuelo de audacia extranjera
y vengar insultos que no vengará!

De Albión la potente sin duro castigo,
Del Brasil de Iberia bajel enemigo
la espalda del Plata jamás abrumó.

¡Y hora extraña flota le doma, le oprime
tricolor bandera flamea sublime,
y la azul y blanca vencida cayó!

¿Qué importa al perjuro tu honor o tu afrenta?
Los heroicos hechos que tu historia cuenta,
tus días felices, tu antiguo esplendor.

Deslumbran su vista, confunden su nada,
y el bárbaro intenta dejar apagada
la luz que a los libres en Mayo alumbró.

Tú que alzando el grito despertaste un mundo
postrando tres siglos en sueño profundo
y diste a los reyes tremenda lección.

¿De un déspota imbécil esclava suspiras?
¡Eh! contra tu fuerza ¿qué valen sus iras?
¿No has visto a tus plantas rendido un león?

¡hijos de mi patria, levantad la frente
y con fuerte brazo la fiera inclemente
que lanzó el desierto, de un golpe aterrad!

Lavad vuestra mancha, valientes porteños,
y mostrad al mundo que no tiene dueños
el pueblo que en Mayo gritó Libertad.

Hilario Ascasubi La refalosa

Hilario Ascasubi 


La refalosa




Mira gaucho salvajón
que no pierdo la esperanza
y no es chanza
de hacerte probar que cosa
es «Tin Tin y Refalosa»
ahora te diré como es:
escuchá y no te asustés
que para ustedes es canto
más triste que viernes santo
Unitario que agarramos 
lo estiramos o paradito nomás
lo agarran los compañeros
por supuesto, mazorqueros
y ligao con maniador doblado
ya queda coco con codo
y desnudito ante todo
¡Salvajón!
Aquí empieza su aflicción
luego después a los pieses
un sobeo en tres dobleces
se le atraca
y queda como una estaca
lindamente asigurao,
y parao lo tenemos
clamoriando y como medio chanceando
lo pinchamos y lo que grita
cantamos «la refalosa y tin tin»,
sin violín.

Pero seguimos al son
de la vaina del latón
que asentamos el cuchillo y le
tantiamos con las uñas el
cogote.
¡Brinca el salvaje vilote
que da risa!
...............
Finalmente:
cuando creemos conveniente,
después que nos divertimos
grandemente, decimos que al salvaje
el resuello se le ataje;
y a derecha 
lo agarra uno de las mechas
mientras otro lo sujeta
como a potr de las patas
que si se mueve es a gatas
Entretanto nos clama por cuanto santo
tiene el cielo;
pero ahí nomás por consuelo
a su queja
abajito de la oreja
con un puñal bien templao
y afilao
que se llama quita penas
le atravesamos las venas
del pescuezo
¿Y que se le hace con eso?
larga sangre que es un gusto,
y del susto
entra revolver los ojos
...............
¡Que jarana!
Nos reímos de buena gana
y muy mucho
al ver que hasta les da chucho;
y entonces lo desatamos
y soltamos;
y lo sabemos
parar para verlo
refalar ¡en la sangre!
hasta que le da calambre
y se cai a patalear,
y a temblar
muy fiero, hasta que se estira
el salvaje; y lo que espira
le sacamos una lonja que apreciamos
el sobarla y de manea
gastarla De ahí se le cortan las orejas,
barba, patillas y cejas;
y pelao lo dejamos
arumbao,
para que engorde algún chanco,
o carancho.
...............
Con que ya ves, Salvajón
Nadita te ha de pasar
Después de hacerte gritar
¡Viva la Federación!



domingo, 3 de mayo de 2015

Francisco "Paco" Urondo La verdad es la única realidad

Francisco "Paco" Urondo 


La verdad es la única realidad




Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente el presente, pero 
pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso cubriendo la Patagonia
porque las
masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad como
la esperanza recatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse, a rescatar 
lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.


Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973



Gabriel García Márquez Si alguien llama a tu puerta

Gabriel García Márquez 


Si alguien llama a tu puerta




Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en tu tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa desangra el día

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía

Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

Rafael Obligado Santos Vega-4-La muerte del payador

Rafael Obligado

Santos Vega

-4-

La muerte del payador




Bajo el ombú corpulento,
de las tórtolas amado,
porque su nido han labrado
allí al amparo del viento;
en el amplísimo asiento
que la raíz desparrama.
Donde en las siestas la llama
de nuestro sol no se allega,
dormido esta Santos Vega,
aquel de la larga fama.

En los ramajes vecinos
ha colgado, silenciosa,
la guitarra melodiosa
de los cantos argentinos.
Al pasar, los campesinos
ante Vega, se detienen;
en silencio se convienen
a guardarle allí dormido;
y hacen señas no hagan ruido
los que están a los que vienen.

El más viejo se adelanta
del grupo inmóvil, y llega
a palpar a Santos Vega.
moviendo apenas la planta,
Una morocha que encanta
por su aire suelto y travieso,
causa eléctrico embeleso
porque, gentil y bizarra,
se aproxima a la guitarra
y en las cuerdas pone un beso.

Turba entonces el sagrado
silencio que a Vega cerca,
un jinete que se acerca
a la carrera lanzado;
retumba el desierto hollado
por el casco volador;
y aunque el grupo, en su estupor,
contenerlo pretendía,
llega, salta, lo desvía
y sacude al payador.

No bien el rostro sombrío
de aquel hombre mudos vieron,
horrorizados sintieron
temblar las carnes de frío.
Miro en torno con bravío
y desenvuelto ademán,
y dijo: "Entre los que están
no tengo ningún amigo,
pero, al fin para testigo,
lo mismo es Pedro que Juan'

Alzó Vega la frente,
y le contempló un instante,
enseñando en el semblante
cierto hastío indiferente.
"Por fin, dijo fríamente
el recién llegado, estamos
juntos los dos, y encontramos
la ocasión, que éstos provocan,
de saber cómo se chocan
las canciones que cantamos.'

Así diciendo, enseñó
una guitarra en sus manos,
y en los raigones cercanos
preludiando se sentó.
Vega entonces sonrió,
y al volverse al instrumento,
la morocha hasta su asiento
ya su guitarra traía,
con un gesto que decía:

"La he besado hace un momento.'
Juan Sin Ropa (se llamaba
Juan Sin Ropa el forastero)
comenzó por un ligero
dulce acorde que encantaba.
Y con voz que modulaba
blandamente los sonidos,
cantos tristes nunca oídos,
cantó cielos no escuchados,
que llevaban, derramados,
la embriaguez a los sentidos.

Santos Vega oyó suspenso
al cantor; y toda inquieta,
sintió su alma de poeta
como un aleteo inmenso.
Luego, en un preludio intenso,
hirió las cuerdas sonoras,
y cantó de las auroras
y las tardes pampeanas,
endechas americanas
más dulces que aquellas horas.

Al dar Vega fin al canto,
ya una triste noche oscura
desplegaba en la llanura
las tinieblas de su manto.
Juan Sin Ropa se alzó en tanto,
bajo el árbol se empinó,
un verde gajo tocó,
y tembló la muchedumbre,
porque echando roja lumbre,
aquel gajo se inflamó.

Chispearon sus miradas,
y torciendo el talle esbelto,
fue a sentarse, medio envuelto
por las rojas llamaradas.
¡Oh, qué voces levantadas
las que entonces se escucharon!
¡Cuántos ecos despertaron
en la Pampa misteriosa
a esa música grandiosa
que los vientos se llevaron.

Era aquélla esa canción
que en el alma sólo vibra,
modulada en cada fibra
secreta del corazón;
el orgullo, la ambición,
los más íntimos anhelos,
los desmayos y los vuelos
del espíritu genial,
que va, en pos del ideal,
como el cóndor a los cielos.

Era el grito poderoso
del progreso, dado al viento;
el solemne llamamiento
al combate más glorioso.
Era, en medio del reposo
de la Pampa ayer dormida,
la visión ennoblecida
del trabajo, antes no honrado;
la promesa del arado
que abre cauces a la vida.

Como en mágico espejismo,
al compás de ese concierto,
mil ciudades el desierto
levantaba de sí mismo.
Y a la par que en el abismo
una edad se desmorona,
al conjuro, en la ancha zona
derramábase la Europa.
Que sin duda Juan Sin Ropa
era la ciencia en persona.

Oyó Vega embebecido
aquel himno prodigioso,
e inclinando el rostro hermoso,
dijo:"Sé que me has vencido.'
El semblante humedecido
por nobles gotas de llanto,
volvió a la joven su encanto,
y en los ojos de su amada
clavó una larga mirada,
y entonó su postrer canto:

"Adiós luz del alma mía,
adiós, flor de mis llanuras,
manantial de las dulzuras
que mi espíritu bebía;
adiós, mi única alegría,
dulce afán de mi existir;
Santos Vega se va a hundir
en lo inmenso de esos llanos...
¡Lo han vencido! ¡Llegó, hermanos,
el momento de morir!'

Aún sus lágrimas cayeron
en la guitarra, copiosas,
y las cuerdas temblorosas
a cada gota gimieron;
pero súbito cundieron
del gajo ardiente las llamas,
y trocado entre las ramas
en serpiente, Juan Sin Ropa
arrojó de la alta copa
brillante lluvia de escamas.

Ni aun cenizas en el suelo
de Santos Vega quedaron,
y los años dispersaron
los testigos de aquel duelo;
pero un viejo y noble abuelo,
así el cuento terminó:
"Y si cantando murió
aquel que vivió cantando,
fue, decía suspirando,
porque el diablo lo venció.'

sábado, 2 de mayo de 2015

LA ZORRA Y LAS UVAS Félix María de Samaniego

LA ZORRA Y LAS UVAS Félix María de Samaniego



Es voz común que a más del mediodía,
en ayunas la Zorra iba cazando;
halla una parra, quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.

Causábala mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.

Miró, saltó y anduvo en probaduras,
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la Zorra dijo:
«No las quiero comer. No están maduras».

No por eso te muestres impaciente,
si se te frustra, Fabio, algún intento:
aplica bien el cuento,
y di: No están maduras, frescamente.

Gobierno gaucho Estanislao del Campo

Gobierno gaucho 

Estanislao del Campo



Tomé en casa el otro día 
tan soberano peludo, 
que hasta hoy, caballeros, 
dudo si ando mamao todavía.

Carculen cómo sería
la mamada que agarré,
Que, sin más, me afiguré
Que yo era el mesmo Gobierno,
Y más leyes que un infierno
Con la tranca decreté.

Gomitao y trompezando,
Del fogón pasé a la sala,
Con un garrote de tala
Que era mi bastón de mando;
Y medio tartamudiando,
Y con el pelo en la frente,
A causa del aguardiente,
Los ojos medio vidriosos,
Y con los labios babosos,
Hablé del tenor siguiente:

«Paisanos: -dende esta fecha
El contingente concluyo;
Cuide cada uno lo suyo
Que es la cosa más derecha.
No abandone su cosecha

El gaucho que haiga sembrao:
Deje que el que es hacendao
Cuide las vacas que tiene,
Que él es a quien le conviene
Asigurar su ganao».

«Vaya largando terreno,
Sin mosquiar, el ricachón,
Capaz, de puro mamón
De mamar hasta con freno;
Pues no me parece güeno
Sino que, por el contrario,
Es injusto y albitrario
Que tenga media campaña,
Sólo porque tuvo maña
Para hacerse arrendatario».

«Si el pasto nace en el suelo
Es porque Dios lo ordenó,
Que para eso agua les dió
A los ñublados del cielo.
Dejen pues que al caramelo
Le hinquemos todos el diente,
Y no andemos, tristemente,
Sin tener en donde armar

Un rancho, para sestiar
Cuando pica el sol ardiente».

«Mando que dende este instante
Lo casen a uno de balde;
Que envaine el corvo el Alcalde
Y su lista el Comendante;
Que no sea atropellante
El Juez de Paz del Partido;
Que a aquel que lo hallen bebido,
Porque así le dio la gana,
No le meneen catana
Que al fin está divertido».

«Mando, hoy que soy Sueselencia,
Que el que quiera ser pulpero,
Se ha de confesar primero
Para que tenga concencia.
Porque es cierto, a la evidencia,
Que hoy naides tiene confianza
Ni en medida ni en balanza,
Pues todo venden mermao,
Y cuando no es vino aguao
Es yerba con mescolanza».

«Naides tiene que pedir
Pase por otro Partido;
Pues libre el hombre ha nacido
Y ande quiera puede dir.
Y si es razón permitir
Que el pueblero vaya y venga,
Justo es que el gaucho no tenga
Que dar cuenta a donde va,
Sino que con libertá
Vaya a donde le convenga».



A ver si hay una persona
De las que me han escuchao
Que digan que he gobernao
Sin acierto con la mona;
Sáquemen una carona,
De mi mesmísimo cuero,
Sino haría un verdadero
Gobierno, Anastasio el Pollo,
Que hasta mamao es un criollo
Más servicial que un yesquero.

Si no me hubiese empinao
Como me suelo empinar
La limeta, hasta acabar,
Lindo lo habría acertao;
Pues lo que hubiera quedao
Lo mando como un favor
Al mesmo gobernador
Que nos manda en lo presente,
A ver si con mi aguardiente
Nos gobernaba mejor.