domingo, 3 de mayo de 2015

Rafael Obligado Santos Vega-4-La muerte del payador

Rafael Obligado

Santos Vega

-4-

La muerte del payador




Bajo el ombú corpulento,
de las tórtolas amado,
porque su nido han labrado
allí al amparo del viento;
en el amplísimo asiento
que la raíz desparrama.
Donde en las siestas la llama
de nuestro sol no se allega,
dormido esta Santos Vega,
aquel de la larga fama.

En los ramajes vecinos
ha colgado, silenciosa,
la guitarra melodiosa
de los cantos argentinos.
Al pasar, los campesinos
ante Vega, se detienen;
en silencio se convienen
a guardarle allí dormido;
y hacen señas no hagan ruido
los que están a los que vienen.

El más viejo se adelanta
del grupo inmóvil, y llega
a palpar a Santos Vega.
moviendo apenas la planta,
Una morocha que encanta
por su aire suelto y travieso,
causa eléctrico embeleso
porque, gentil y bizarra,
se aproxima a la guitarra
y en las cuerdas pone un beso.

Turba entonces el sagrado
silencio que a Vega cerca,
un jinete que se acerca
a la carrera lanzado;
retumba el desierto hollado
por el casco volador;
y aunque el grupo, en su estupor,
contenerlo pretendía,
llega, salta, lo desvía
y sacude al payador.

No bien el rostro sombrío
de aquel hombre mudos vieron,
horrorizados sintieron
temblar las carnes de frío.
Miro en torno con bravío
y desenvuelto ademán,
y dijo: "Entre los que están
no tengo ningún amigo,
pero, al fin para testigo,
lo mismo es Pedro que Juan'

Alzó Vega la frente,
y le contempló un instante,
enseñando en el semblante
cierto hastío indiferente.
"Por fin, dijo fríamente
el recién llegado, estamos
juntos los dos, y encontramos
la ocasión, que éstos provocan,
de saber cómo se chocan
las canciones que cantamos.'

Así diciendo, enseñó
una guitarra en sus manos,
y en los raigones cercanos
preludiando se sentó.
Vega entonces sonrió,
y al volverse al instrumento,
la morocha hasta su asiento
ya su guitarra traía,
con un gesto que decía:

"La he besado hace un momento.'
Juan Sin Ropa (se llamaba
Juan Sin Ropa el forastero)
comenzó por un ligero
dulce acorde que encantaba.
Y con voz que modulaba
blandamente los sonidos,
cantos tristes nunca oídos,
cantó cielos no escuchados,
que llevaban, derramados,
la embriaguez a los sentidos.

Santos Vega oyó suspenso
al cantor; y toda inquieta,
sintió su alma de poeta
como un aleteo inmenso.
Luego, en un preludio intenso,
hirió las cuerdas sonoras,
y cantó de las auroras
y las tardes pampeanas,
endechas americanas
más dulces que aquellas horas.

Al dar Vega fin al canto,
ya una triste noche oscura
desplegaba en la llanura
las tinieblas de su manto.
Juan Sin Ropa se alzó en tanto,
bajo el árbol se empinó,
un verde gajo tocó,
y tembló la muchedumbre,
porque echando roja lumbre,
aquel gajo se inflamó.

Chispearon sus miradas,
y torciendo el talle esbelto,
fue a sentarse, medio envuelto
por las rojas llamaradas.
¡Oh, qué voces levantadas
las que entonces se escucharon!
¡Cuántos ecos despertaron
en la Pampa misteriosa
a esa música grandiosa
que los vientos se llevaron.

Era aquélla esa canción
que en el alma sólo vibra,
modulada en cada fibra
secreta del corazón;
el orgullo, la ambición,
los más íntimos anhelos,
los desmayos y los vuelos
del espíritu genial,
que va, en pos del ideal,
como el cóndor a los cielos.

Era el grito poderoso
del progreso, dado al viento;
el solemne llamamiento
al combate más glorioso.
Era, en medio del reposo
de la Pampa ayer dormida,
la visión ennoblecida
del trabajo, antes no honrado;
la promesa del arado
que abre cauces a la vida.

Como en mágico espejismo,
al compás de ese concierto,
mil ciudades el desierto
levantaba de sí mismo.
Y a la par que en el abismo
una edad se desmorona,
al conjuro, en la ancha zona
derramábase la Europa.
Que sin duda Juan Sin Ropa
era la ciencia en persona.

Oyó Vega embebecido
aquel himno prodigioso,
e inclinando el rostro hermoso,
dijo:"Sé que me has vencido.'
El semblante humedecido
por nobles gotas de llanto,
volvió a la joven su encanto,
y en los ojos de su amada
clavó una larga mirada,
y entonó su postrer canto:

"Adiós luz del alma mía,
adiós, flor de mis llanuras,
manantial de las dulzuras
que mi espíritu bebía;
adiós, mi única alegría,
dulce afán de mi existir;
Santos Vega se va a hundir
en lo inmenso de esos llanos...
¡Lo han vencido! ¡Llegó, hermanos,
el momento de morir!'

Aún sus lágrimas cayeron
en la guitarra, copiosas,
y las cuerdas temblorosas
a cada gota gimieron;
pero súbito cundieron
del gajo ardiente las llamas,
y trocado entre las ramas
en serpiente, Juan Sin Ropa
arrojó de la alta copa
brillante lluvia de escamas.

Ni aun cenizas en el suelo
de Santos Vega quedaron,
y los años dispersaron
los testigos de aquel duelo;
pero un viejo y noble abuelo,
así el cuento terminó:
"Y si cantando murió
aquel que vivió cantando,
fue, decía suspirando,
porque el diablo lo venció.'

sábado, 2 de mayo de 2015

LA ZORRA Y LAS UVAS Félix María de Samaniego

LA ZORRA Y LAS UVAS Félix María de Samaniego



Es voz común que a más del mediodía,
en ayunas la Zorra iba cazando;
halla una parra, quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.

Causábala mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.

Miró, saltó y anduvo en probaduras,
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la Zorra dijo:
«No las quiero comer. No están maduras».

No por eso te muestres impaciente,
si se te frustra, Fabio, algún intento:
aplica bien el cuento,
y di: No están maduras, frescamente.

Gobierno gaucho Estanislao del Campo

Gobierno gaucho 

Estanislao del Campo



Tomé en casa el otro día 
tan soberano peludo, 
que hasta hoy, caballeros, 
dudo si ando mamao todavía.

Carculen cómo sería
la mamada que agarré,
Que, sin más, me afiguré
Que yo era el mesmo Gobierno,
Y más leyes que un infierno
Con la tranca decreté.

Gomitao y trompezando,
Del fogón pasé a la sala,
Con un garrote de tala
Que era mi bastón de mando;
Y medio tartamudiando,
Y con el pelo en la frente,
A causa del aguardiente,
Los ojos medio vidriosos,
Y con los labios babosos,
Hablé del tenor siguiente:

«Paisanos: -dende esta fecha
El contingente concluyo;
Cuide cada uno lo suyo
Que es la cosa más derecha.
No abandone su cosecha

El gaucho que haiga sembrao:
Deje que el que es hacendao
Cuide las vacas que tiene,
Que él es a quien le conviene
Asigurar su ganao».

«Vaya largando terreno,
Sin mosquiar, el ricachón,
Capaz, de puro mamón
De mamar hasta con freno;
Pues no me parece güeno
Sino que, por el contrario,
Es injusto y albitrario
Que tenga media campaña,
Sólo porque tuvo maña
Para hacerse arrendatario».

«Si el pasto nace en el suelo
Es porque Dios lo ordenó,
Que para eso agua les dió
A los ñublados del cielo.
Dejen pues que al caramelo
Le hinquemos todos el diente,
Y no andemos, tristemente,
Sin tener en donde armar

Un rancho, para sestiar
Cuando pica el sol ardiente».

«Mando que dende este instante
Lo casen a uno de balde;
Que envaine el corvo el Alcalde
Y su lista el Comendante;
Que no sea atropellante
El Juez de Paz del Partido;
Que a aquel que lo hallen bebido,
Porque así le dio la gana,
No le meneen catana
Que al fin está divertido».

«Mando, hoy que soy Sueselencia,
Que el que quiera ser pulpero,
Se ha de confesar primero
Para que tenga concencia.
Porque es cierto, a la evidencia,
Que hoy naides tiene confianza
Ni en medida ni en balanza,
Pues todo venden mermao,
Y cuando no es vino aguao
Es yerba con mescolanza».

«Naides tiene que pedir
Pase por otro Partido;
Pues libre el hombre ha nacido
Y ande quiera puede dir.
Y si es razón permitir
Que el pueblero vaya y venga,
Justo es que el gaucho no tenga
Que dar cuenta a donde va,
Sino que con libertá
Vaya a donde le convenga».



A ver si hay una persona
De las que me han escuchao
Que digan que he gobernao
Sin acierto con la mona;
Sáquemen una carona,
De mi mesmísimo cuero,
Sino haría un verdadero
Gobierno, Anastasio el Pollo,
Que hasta mamao es un criollo
Más servicial que un yesquero.

Si no me hubiese empinao
Como me suelo empinar
La limeta, hasta acabar,
Lindo lo habría acertao;
Pues lo que hubiera quedao
Lo mando como un favor
Al mesmo gobernador
Que nos manda en lo presente,
A ver si con mi aguardiente
Nos gobernaba mejor.



Rafael Obligado Santos Vega -3- El himno del payador

Rafael Obligado Santos Vega -3-El himno del payador




En pos del alba azulada,
ya por los campos rutila
del sol la grande, tranquila
y victoriosa mirada.
Sobre la curva lomada
que asalta el cardo bravío,
y allá en el bajo sombrío
donde el arroyo serpea,
de cada hierba gotea
la viva luz del rocío.

De los opuestos confines
de la Pampa, uno tras otro,
sobre el indómito potro
que vuelca y bate las crines,
abandonando fortines,
estancias, ranchos, mujer,
vienen mil gauchos a ver
si en otro pago distante,
hay quien se ponga delante
cuando se grita: ¡A vencer!.

Sobre el inmenso escenario
vanse formando en dos alas,
y el sol reluce en las galas
de cada bando contrario;
puéblase el aire del vario
rumor que en torno desata
la brillante cabalgata
que hace sonar, de luz llenas,
las espuelas nazarenas
y las virolas de plata.

De entre ellos el más anciano
divide el campo después,
señalando de través
larga huella por el llano;
y alzando luego en su mano
una pelota de cuero
con dos manijas certero
la arroja al aire gritando:
'¡Vuela el pato!-¡Va buscando
un valiente verdadero!'

Y cada bando a correr
suelta el potro vigoroso,
y aquél sale victorioso
que logra asirlo al caer.
Puesto el que supo vencer
en medio, la turba calla,
y a ambos lados de la valla
de nuevo parten el llano,
esperando del anciano
la alta señal de batalla.

Dala al fin. Hondo clamor
ronco truena en el circuito,
y el caballo salta al grito
de su impávido señor;
y vencido y vencedor,
del noble triunfo sedientos,
se atropellan turbulentos
en largas filas cerradas,
cual dos olas encrespadas
que azotan contrarios vientos.

Alza en alto la presea
su feliz conquistador,
y su bando en derredor
le defiende y clamorea.
Uno y otro aguijonea
el ágil bruto, y chocando
entre sí, corren dejando
por los inciertos caminos
polvorosos remolinos
sobre las pampas rodando.

Vuela el símbolo del juego
por el campo arrebatado,
de los unos conquistado
de los otros presa luego;
vense, entre hálitos de fuego,
varios jinetes rodar,
otros súbito avanzar
pisoteando los caídos;
y en el aire sacudidos,
rojos ponchos ondear.

Huyen en tanto, azoradas
de las lagunas vecinas,
como vivientes neblinas,
estrepitosas bandadas;
las grandes plumas cansadas
tiende el chajá corpulento;
y con veloz movimiento
y con silbidos de balas,
bate el carancho las alas
hiriendo a hachazos el viento.

Con fuerte brazo les quita
robusto joven la prenda,
y tendido, a toda rienda:
'¡Yo solo me basto!' grita.
En pos de él se precipita,
y tierra y cielos asorda
tras el audaz desafío,
con la pujanza de un río
que anchuroso se desborda.

Y allá van, todos unidos,
y él los azuza y provoca,
golpeándose la boca,
con salvajes alaridos.
Danle caza, y confundidos,
todos el cuerpo inclinado
sobre el arzón del recado,
temen que el triunfo les roben,
cuando, volviéndose, el joven
echa al tropel su tostado...

El sol ya la hermosa frente
abatía, y silencioso,
su abanico luminoso
desplegaba en occidente,
cuando un grito de repente
llenó el campo y, al clamor
cesó la lucha, en honor
de un solo nombre bendito,
que aquel grito era este grito:
¡Santos Vega, el payador!

Mudos ante él se volvieron,
y, ya la rienda sujeta,
en derredor del poeta
un vasto círculo hicieron.
Todos el alma pusieron
en los atentos oídos,
porque los labios queridos
de Santos Vega cantaban
y en su guitarra zumbaban
estos vibrantes sonidos:

'¡Los que tengan corazón,
los que el alma libre tengan,
los valientes, ésos vengan
a escuchar esta canción!
Nuestro dueño es la nación
que en el mar vence la ola
que en los montones reina sola,
que en los campos nos domina,
y que en la tierra argentina
clavo la enseña española.'

"Hoy mi guitarra, en los llanos,
cuerda por cuerda, así vibre:
¡hasta el chimango es más libre
en nuestra tierra, paisanos!
Mujeres, niños, ancianos,
el rancho aquél que primero
llenó con sólo un ¡te quiero!
la dulce prenda querida,
¡todo! ¡el amor y la vida,
es de un monarca extranjero!'

"Ya Buenos Aires, que encierra
como las nubes, el rayo,
el Veinticinco de Mayo
clamó de súbito: ¡Guerra!
¡Hijos del llano y la sierra,
pueblo argentino! ¿Qué haremos?
¿Menos valientes seremos
que los que libres se aclaman?
¡De Buenos Aires nos llaman,
a Buenos Aires volemos!'

'¡Ah! ¡Si es mi voz impotente
para arrojar, con vosotros,
nuestra lanza y nuestros potros
por el vasto continente;
si jamás independiente
veo el suelo en que he cantado,
no me entierren en sagrado
donde una cruz me recuerde
entiérrenme en campo verde,
dónde me pise el ganado!'

Cuando cesó esta armonía,
que los conmueve y asombra
era ya Vega una sombra
que allá en la noche se hundía...
¡Patria! a sus almas decía
el cielo, de astros cubierto,
¡Patria! el sonoro concierto
de las lagunas de plata,
¡Patria! la trémula mata
del pajonal del desierto.

Y a Buenos Aires volaron,
y el himno audaz repitieron,
cuando a Belgrano siguieron,
cuando con Güemes lucharon,
cuando por fin se lanzaron
tras el Ande colosal,
hasta aquel día inmortal
en que un grande americano
batió el sol ecuatoriano
nuestra enseña nacional.

viernes, 1 de mayo de 2015

BERTOLT BRECHT LECCIÓN DE AMOR

BERTOLT BRECHT 

LECCIÓN DE AMOR



Pero chiquilla, te recomiendo
algo de seducción en los grititos:
carnal me gusta el alma
y con alma la carne.

La castidad no puede rebajar la lujuria;
si estuviese hambriento me gustaría saciarme.
Me apetece que la virtud tenga trasero
y que el trasero tenga sus virtudes.

Desde que el dios aquel cabalgó al cisne
a más de una chica le da miedo,
aunque también sufra con gusto
que él se aferre al canto del cisne.